Modernidad y Ambivalencia - Zygmunt Bauman
Enviado por sofy417 • 24 de Julio de 2017 • Monografía • 2.717 Palabras (11 Páginas) • 416 Visitas
En la introducción de la obra Modernidad y ambivalecia, de Zygmunt Bauman, el autor plantea una tesis que desarrollará a lo largo de la obra, siendo ésta que la época actual moderna se caracteriza por la búsqueda del establecimiento de un orden y una clasificación de la naturaleza, dando como resultado la ambivalencia y con ello el desasosiego que hoy envuelven a todos los aspectos de la vida humana; entendiendo a la ambivalencia como el debate en que nos sumimos entre dos impulsos contradictorios, la falta de límites concretos y definidos de nuestros deseos y comportamientos. Esto da como resultado, en las vidas individuales, un desapego y falta de compromisos y relaciones a largo plazo: el futuro no se considera, sólo existe un presente que se diluye en un pasado difuso y que conlleva a que las personas se sientan en un permanente estado de ambigüedad, tanto en sus relaciones, como en sus contratos laborales, sus opiniones, formas de vida, etc.
El primer argumento que da Bauman se refiere justamente a la naturaleza de lo que llama ambivalencia y la manera en que ésta surge justamente de los intentos de eliminarla. Plantea que la ambivalencia es “un desorden en la especificidad del lenguaje: Un fracaso de la función denotativa […] que el lenguaje debiera desempeñar”[1]. Esta función a la que se refiere el autor hace referencia a una de las principales ocupaciones del lenguaje, que es clasificar y nombrar. El lenguaje busca representar un mundo ordenado, unificado, mas al hacerlo debe, por necesidad, excluir e incluir. Al hacer esto y al encontrar situaciones y objetos que no pertenecen a una clasificación existente o que por el contrario pertenece a varias, resulta un sentimiento de falta de control y por ende de ambigüedad, de ambivalencia: surgen los términos medios, las tonalidades grises. Sucede esto ya que es imposible hacer clasificaciones perfectas, pues al excluir cosas de un conjunto les damos al mismo tiempo existencia. Excluir e incluir requieren de un esfuerzo de coerción, ante mayor el esfuerzo requerido, mayores ambivalencias se presentarán, y ante estas sólo queda llevar a cabo un mayor esfuerzo clasificatorio, dándose así una circularidad de la cual podemos concluir que “la ambivalencia es un producto colateral del trabajo de clasificación”[2].
Esta explicación de la función clasificatoria del lenguaje como originadora de ambigüedades la hace con el fin de dar base a su siguiente argumento, según el cual la modernidad se caracteriza por ser un intento de dar orden al caos, por clasificar y jerarquizar, mas siendo un producto de la práctica modernizadora la ambivalencia. Esto se debe a que la intensidad de la lucha contra la ambivalencia depende en gran medida de qué tan disponible es la fuerza para llevar a cabo esta lucha y del descubrimiento y aplicación de tecnologías que la permitan llevar a cabo. Estos factores han aparecido cada vez con más fuerza a través del tiempo, lo que explica el que la época moderna se caracterice por tener como fin la organización del mundo.
Con el rompimiento de un mundo ordenado por la religión, en el que lo incomprensible se le dejaba a Dios, la sociedad moderna empezó un tiempo en el cual se percibe la falta de orden en el mundo y la necesidad por ende de crear una clasificación coercitiva y artificial que instaurara la armonía perdida con la secularización del pensamiento y la organización social y política. Siendo así “la existencia es moderna en tanto es efectuada y sustentada por el diseño, la manipulación, la administración, la ingeniería.”.[3] Esto da como resultado la intolerancia, ya que la construcción de un orden excluye y con ello “supone la negativa a derechos y fundamentos que no puedan ser asimilados-para deslegitimación del otro”[4]. Esta intolerancia se da contra lo otro, entendido como todo aquello que se resiste a la definición, y que por ende es “subversivo”. Pero, lo paradójico se presenta aquí en que el Estado moderno necesita de todas estas anomalías y cosas que se resisten a ser definidas, ya que estas le proveen del impulso para llevar a cabo definiciones aún más exactas, se presenta así una relación de necesidad y circularidad entre el Estado moderno y lo que pretende exterminar.
En tercer lugar, el autor argumenta con una serie de ejemplificaciones que demuestran cómo la modernidad se ha caracterizado por la búsqueda del orden y las consecuencias que esto ha traído, para así poder demostrar que en efecto ese sentimiento de desarraigo e instantaneidad que vivimos en la actualidad es producto de la ambivalencia que a su vez es resultado de un proceso clasificatorio que se vive desde principios de la que consideramos como época moderna. Así pues, Bauman toma como ejemplo el Holocausto, del cual dice que es producto de la práctica modernizadora, a pesar de que se le intente mostrar como un episodio aislado de erupción de fuerzas premodernas y barbáricas.
Este surgió como una puesta en práctica de lo que él denomina la razón legisladora, siendo ésta la teoría filosófica, defendida por filósofos como Kant, Locke o Descartes, y que planteó que existía una razón pura, eterna y universal, la cual era conocida sólo por unos pocos (los filósofos) y que por ende eran éstos los llamados a legislar y ordenar el mundo. Es decir, plantearon la existencia de la posibilidad de ordenar todo lo existente como la labor de la razón, siendo esto puesto en práctica por los filósofos. Estas ideas filosóficas fueron sustento a las nuevas ideas políticas y al establecimiento del estado moderno, que buscaba, al igual que la razón, crear una sociedad diseñada racionalmente, excluyendo así a lo considerado maleza de la sociedad y dándole primacía a las semillas útiles. Esto es, un estado “jardinero”, el cual era sustentado por corrientes científicas, filosóficas, políticas y sociológicas del siglo XIX, que defendían prácticas como la eugenesia, y cuyas ideas de limpieza genética serían concretadas por los nazis durante el siglo XX, con lo que las ideas modernas de un mundo ordenado trajeron como consecuencia el genocidio judío.
Bauman también hace referencia al sustento científico que dio forma al Holocausto judío. Biólogos, zoólogos, y demás eruditos dieron un soporte considerado irrefutable para la idea de que la sociedad debía ser “limpiada”, aun siendo a la fuerza. Paradójicamente, varios de estos científicos eran judíos, lo que es prueba de que estas ideas no se trazaron como una mera excusa para exterminar a la raza judía: eran parte de una corriente de pensamiento científico que se arraigaba en la modernidad de la mano de las ideas evolucionistas y darwinistas de la supervivencia del más fuerte, así como de la nueva imagen de la ciencia con un papel social, siendo éste el de crear una sociedad buena y justa, “la imaginación de los racionalizadores es tentada por la perspectiva de un estado de perfección absoluta y estable: uno del que sea eliminada la misma posibilidad de desafiar al orden establecido. Implementar esta visión requiere, sin embargo, de suprimir o neutralizar a los determinantes autónomos de la acción individual”[5].
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