¿Qué es la filosofía de la educación?
Enviado por Diana Fabiola Carranza Kala 6CVO • 29 de Diciembre de 2022 • Trabajo • 1.696 Palabras (7 Páginas) • 168 Visitas
¿Qué es la filosofía de la educación?
Hortensia Cuéllar Pérez
Capítulo 6. Filósofos de la educación
Carranza Diana
Introducción:
En el presente trabajo se hace mención del aporte de varios pensadores a la filosofía de la educación a través de la historia, tales filósofos como Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona, Tomas de Aquino, Juan Jacobo Rousseau, Immanuel Kant, Antón S. Makarenko y Confucio.
Citas textuales:
Yo afirmo amigos, que todos nosotros debemos buscar en común -ya que nadie está al margen de este discurso- un maestro lo mejor posible, primordialmente para nosotros, pues lo necesitamos, y luego, para los muchachos sin ahorrar gastos de dinero ni de otra cosa. (Cuéllar, 2016, p. 81).
“La educación sería el arte de volver ese órgano del alma del modo más fácil y eficaz en que pueda ser vuelto, mas no como si le infundiera la vista, porque ya la posee, sino […] posibilitando la corrección” (Cuéllar, 2016, p. 83).
El método dialéctico es el único que marcha, cancelando los supuestos, hasta el principio mismo, a fin de consolidarse allí. Y dicho método empuja poco a poco al ojo del alma, cuando está sumergido realmente en el fango de la ignorancia, y lo eleva a las alturas, utilizando como asistentes y auxiliares para esta conversión a las artes que hemos descrito. A estas muchas las hemos llamado "ciencias", por costumbre, pero habría que darle un nombre más claro […] es pensamiento discursivo. (Cuéllar, 2016, p. 83).
“La ciudad es mejor gobernada por el régimen que hace posible la mayor medida de felicidad, es evidente que no debemos pasar por alto en qué consiste la felicidad” (Cuéllar, 2016, p. 84).
“Decimos (y lo hemos definido en la ética) que la felicidad consiste en el ejercicio y uso perfecto de la virtud, y eso no condicionalmente, sino absolutamente” (Cuéllar, 2016, p. 84).
“Cómo un hombre se hace bueno, pues aun en el caso de que todos los ciudadanos en conjunto sean buenos, pero no individualmente, sería preferible esto último, pues la bondad de todos sigue a la de cada uno” (Cuéllar, 2016, p. 84).
“Buenos y dignos llegan a ser los hombres gracias a tres factores y estos tres son la naturaleza, el hábito y la razón” (Cuéllar, 2016, p. 84).
“Primero hay que ser hombre por naturaleza y no otro animal cualquiera, y por tanto con cierta cualidad de cuerpo y alma” (Cuéllar, 2016, p. 84).
Durante los dos hasta los siete años, ya deben asistir a las enseñanzas que después tendrán que aprender. Dos son las edades en las que es necesario dividir la educación: desde los siete años hasta la pubertad y, a la vez, desde la pubertad hasta los veintiún años. (Cuéllar, 2016, p. 84).
“Lo que hay que enseñar y los educandos aprender es evidente que conviene participar de aquellos trabajos útiles que no embrutezcan al que se ocupa de ellos” (Cuéllar, 2016, p. 85).
Hay que considerar embrutecedor todo trabajo, arte o disciplina que inutilice el cuerpo, el alma o la inteligencia de los hombres libres para el uso y la práctica de la virtud. Por eso llamamos embrutecedores a todas las artes que disponen a deformar el cuerpo, y también a los trabajos asalariados, porque privan de ocio a la mente y la hacen vil. (Cuéllar, 2016, p. 85).
“Tiene también mucha importancia el fin que uno se propone al hacerlo aprender algo: no es indigno del hombre libre hacer las cosas por sí mismo o por los amigos o por una excelencia” (Cuéllar, 2016, p. 85).
“Los bienes han sido distribuidos en tres clases: los llamados bienes exteriores, los del alma y los del cuerpo” (Cuéllar, 2016, p. 85).
“El hombre feliz es el que vive bien y obra bien, porque hemos definido la felicidad como una especie de vida dichosa y de conducta recta” (Cuéllar, 2016, p. 85).
“Y por virtud humana entendemos no la del cuerpo sino la del alma, y por felicidad una actividad del alma” (Cuéllar, 2016, p. 85).
No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallar es que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma dotada de razón. (Cuéllar, 2016, p. 86).
En todo lo que puede ser hecho por el arte o por la naturaleza, el arte imita la naturaleza. Por ejemplo, si uno enferma a causa del frío, sánale la naturaleza calentándole; por eso el médico, si ha de curarle, le sana calentándole. (Cuéllar, 2016, p. 86).
Ensenar conviene más propiamente a Dios que al hombre [...] Pero Dios nos enseña en cuanto nos da la luz de la razón, con lo cual podemos juzgar de todo. Luego, debe atribuirse principalmente a aquella luz la acción de enseñar. (Cuéllar, 2016, p. 87).
“Todo sale perfecto de manos del autor de la naturaleza; en las del hombre todo se pervierte” (Cuéllar, 2016, p. 87).
“A las plantas las endereza el cultivo, y a los hombres la educación” (Cuéllar, 2016, p. 88).
“La educación es efecto de la Naturaleza, de los hombres y de las cosas” (Cuéllar, 2016, p. 88).
“La naturaleza ejercita sin cesar a los niños, endurece su temperamento con todo género de pruebas, y les enseña muy luego que es pena y dolor” (Cuéllar, 2016, p. 88).
“Repito que empieza la educación desde que el hombre nace; antes de hablar y antes de oír, ya se instruye. Precede la experiencia a las lecciones; y cuando conoce a su nodriza, ya tiene mucho adquirido” (Cuéllar, 2016, p. 89).
“La flaqueza del hombre es la que le hace sociable; nuestras comunes miserias son las que excitan nuestros corazones a la humanidad: nada le deberíamos si no fuéramos hombres” (Cuéllar, 2016, p. 89).
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