Reforma Ley 30
Enviado por hanakin • 19 de Octubre de 2012 • 1.490 Palabras (6 Páginas) • 543 Visitas
El modelo de universidad con ánimo de lucro no es nuevo para el Ministerio de Educación Nacional. Ya en 2004, el Viceministro de Educación Superior de la época de la ministra Cecilia María Vélez, en tiempos de ‘seguridad democrática’, les presentó a la Asociación Colombiana de Universidades (ACU) y al Consejo Nacional de Acreditación (CNA) –que intentó privatizar más de una vez– la peregrina idea de transformar la educación privada, sin ánimo de lucro, en lo que decía el Ministerio que era ‘la verdad’: “instituciones con ánimo de lucro”. La protesta justificada y razonada, y la argumentación juiciosa de varios rectores de las más importantes universidades privadas del país, lograron que la idea se enterrara, provisionalmente hasta ahora, y que el viceministro repitente amplía todavía más la propuesta, incluyendo la universidad pública. Parece no haberlo hecho cambiar de idea el justo reclamo de las universidades privadas.
No considero casual sino de acuerdo con la dominante ideología neoliberal y practicada con picardía en la ‘prosperidad democrática’ que tan atrevida propuesta vaya en contravía de lo que los filósofos de la educación pensamos acerca de la evolución actual de la universidad. Tanto antes como después de la contrarreforma de Bolonia, donde nació la universidad hace 10 siglos y donde ha comenzado a morir hace 10 años, autores como Paul Ricoeur, Jürgen Habermas, Boaventura de Sousa Santos, Montserrat Galceran, Jacques Derrida y muchos otros han criticado como un olvido de la “idea de universidad” en Occidente esta orientación mercantilista de la universidad actual. Martha C. Nussbaum, filósofa norteamericana de origen judío, acaba de publicar Sin fines de lucro. ¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?1, libro en el cual parece desesperar de que su idea acerca de las humanidades –desarrollada en su ya clásico texto El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal2, con base en las humanidades y la filosofía– haya tenido alguna acogida. En efecto, ahora renueva su idea como solución a la que ella llama “crisis de la democracia”, causada por una crisis de la educación, que como un “cáncer” invade todo el mundo, dedicada hoy cada vez más a la formación profesional en las áreas de la economía, la administración, las tecnologías, con proyectos de CTI, ciencia, tecnología e innovación, que reemplazan los de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), propiciando exclusivamente la competitividad y la productividad, y olvidándose de la formación de la persona y la solución de los problemas de convivencia humana.
La propuesta de Nussbaum se desarrolla en estos puntos: a) Autoexamen socrático, el cuidado de sí, la autorreflexión y la autocrítica; b) Educación cosmopolita en un mundo globalizado: “Somos ciudadanos del mundo”, idea de los estoicos ya inclusive antes que Kant hablara de ciudadanía cosmopolita; c) Formación de la imaginación narrativa, la imaginación “compasiva” en el sentido de “sentir con”: el cultivo de la literatura, el fomento de la interculturalidad con base en el reconocimiento del multiculturalismo; d) Puesto el fundamento de las humanidades, entonces sí las ciencias, ante todo las sociales y las básicas. Luego las aplicadas en cuanto instrumentales, en especial la economía política.
En el nuevo libro, sostiene Nussbaum la tesis de que la decadencia de las humanidades en la educación actual puede significar un verdadero desastre para la democracia, ya que éstas son esenciales para formar ciudadanos que se reconozcan democráticamente. Pero recientemente se piensa de las humanidades como si fueran en contravía de los objetivos prioritarios de la educación. Preocupados sólo por el crecimiento económico, tratamos la educación cada vez más como si su objetivo primario fuera enseñar a los estudiantes cómo ser productivos económicamente, más que a pensar críticamente y formarse como capaces de aprender de su experiencia, y comprender a las instituciones y sus conciudadanos.
Esta visión tan corta acerca de la utilidad de la educación y nuestras urgencias ha socavado nuestra habilidad para criticar la autoridad, reduce nuestra simpatía con los marginados y diferentes, y pervierte el sentido de nuestras capacidades para ocuparnos de problemas globales complejos. La pérdida de estas “competencias” básicas pone en riesgo la salud de las democracias y la esperanza en un mundo decente. Como respuesta a esta grave situación, Nussbaum argumenta que debiéramos resistir a los intentos por reducir la educación a un mero instrumento del gran producto interno bruto. No podemos aceptar que la educación se ofrezca sólo por demanda de una sociedad y un Estado cada vez más inclinados a una especie de capitalismo
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