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Riqueza De Las Naciones


Enviado por   •  7 de Junio de 2014  •  4.644 Palabras (19 Páginas)  •  144 Visitas

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CAPITULO I

DEL PROGRESO DE LA OPULENCIA

La actividad comercial más importante de la sociedad civilizada consiste en el intercambio que ocurre entre el campo y la ciudad. Este intercambio se basa en el comercio de materias primas por productos manufacturados, respectivamente.

La ganancia de ambas partes es reciproca y la división del trabajo también es, como en los demás casos, ventajosa. La ciudad proporciona un mercado muy cómodo para el producto excedente del campo. Para que estos labradores adquieran cosas que necesiten.

Por naturaleza, el sustento ha de ser satisfecho antes que las comodidades y el lujo, de igual manera la actividad agrícola que satisface el dinero debe ser preferida a la actividad manufacturera que satisface al segundo.

El excedente del campo, satisface las necesidades de la ciudad, esto quiere decir que a medida que aumente este excedente aumentará el progreso de la ciudad. A pesar de que no siempre la ciudad se provee de campos vecinos.

Si las instituciones humanas no hubieran frustrado las naturales inclinaciones del hombre por la agricultura, las ciudades jamás hubieran crecido mas allá de lo que sostuviera el cultivo.

El capital que se emplea en la tierra esta más seguro que aquel que se emplea en el comercio. Pues este ultimo esta expuesto a una serie de adversidades físicas y otras como el hecho de tener que fiar y prestar a personas distantes, imprudentes, injustas y desconocidos. Con el capital empleado en la tierra no pasa lo mismo pues éste es empleado para la mejora de sus fincas y posee todas las seguridades de que es capaz la naturaleza. Dada la independencia que confiere y como el cultivo de los campos fue naturalmente el primer destino del hombre, se observa cierta predilección por la agricultura.

Es cierto que sin la ayuda de ciertos artesanos el cultivo sería muy rudimentario. Estos artesanos se necesitan a su vez y como sus ocupaciones no están ligadas a un lugar especifico, se establecen cerca unos de otros y es así que llegan a formarse pequeñas poblaciones. Contribuyendo cada cual en las necesidades los otros, van contribuyendo en el crecimiento de la población.

La demanda de productos manufacturados aumentara solo en la medida que hayan progresos en el cultivo. Es decir, necesitaran tecnología.

Cuando un artesano reúne un capital mayor al que necesita para manejar su propio negocio, no se dedica a establecer manufacturas para dedicarse al comercio exterior, sino que adquiere tierras incultas para dedicarse al cultivo. De artesano se convierte en labrador. Donde no existen tierras incultas, este mismo artesano trabajara más para dedicarse al comercio exterior. Cuando se piensa emplear un capital el orden de preferencia es el siguiente: Agricultura, Manufactura y Comercio Exterior.

Cuando el producto no tiene demanda tiene que exportarse. No importa que el capital utilizado sea nacional o extranjero. Sin embargo, en el caso de la materia prima es conveniente que el capital sea extranjero para que el nacional sea utilizado en actividades más productivas. En fin, según la naturaleza de las cosas, la mayoría del capital de una sociedad ha de invertirse en el cultivo primero, luego en manufacturas y por ultimo en el comercio exterior. Esto es tan cierto, que es poco probable que no haya ocurrido de esta manera en otro territorio.

CAPITULO II

SOBRE LA DECADENCIA DE LA AGRICULTURA EN LA ANTIGUA SITUACIÓN DE EUROPA DESPUÉS DE LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO

Cuando las naciones Escitas y Germanas inundaron las provincias occidentales del imperio romano, los desordenes y confusión subsiguientes a este gran acontecimiento revolucionario duraron muchos siglos . El robo y al violencia que aquellas gentes bárbaras descargaron sobre los antiguos habitantes, interrumpieron el comercio entre las ciudades y los campos. Las primeras quedaban desiertas, en los últimos menos cultivados, y las provincias occidentales de Europa, que bajo la dominación del Imperio Romano habían gozado de un grado considerable de opulencia, quedaron sumergidas en un abismo de pobreza y de barbarie. Alentados por dicha confusión, los jefes o caudillos de tales naciones iban adquiriendo, o usurpando para sí, la mayoría de las tierras conquistadas. Esta primera acumulación de tierras incultas fue un mal muy grande, que hubiera podido ser pasajero de haberse dividido después otra vez, y distribuido en distintas porciones por sucesión o por venta. Las leyes de primogenitura impidieron la división por derecho sucesorio, y los mayorazgos el que pudieran dividirse por enajenación.

La primogenitura y los mayorazgos impidieron la división de los latifundios.

Pero tan pronto como llegó a considerarse la tierra, no como mero instrumento de subsistencia, sino como instrumento de poder y de posesión, se consideró más conveniente transmitirla indivisa a un solo sucesor. En aquella época de desorden cada uno de los grandes señores territoriales venía a ser un pequeño príncipe. Sus colonos eran súbditos. Era su juez al mismo tiempo y , en cierto sentido, su legislador en la paz, y su caudillo en la guerra. Dividirla era arruinarse, así como exponer cada porción de las tierras a la depredación por sus vecinos. Así fue como la ley de primogenitura vino a implementarse, con el transcurso del tiempo, en la sucesión de los bienes raíces, basándose en las mismas razones que presiden la sucesión en las monarquías, aunque no siempre desde su primitiva institución.

la primogenitura se introdujo porque cada gran terrateniente era un pequeño príncipe.

El sexo masculino es universalmente preferido al femenino y, en igualdad de circunstancias, el individuo mayor es preferido siempre al menor. De aquí proviene el derecho de primogenitura, y lo que se denomina sucesión lineal.

Los mayorazgos son la consecuencia natural de la ley de primogenitura. Fueron introducidos para preservar la sucesión lineal contenida en germen en la ley de primogenitura, así como para impedir que se desmembrase cualquier porción del patrimonio por herencia, donación, alineación, locura e infortunio de alguno de los sucesivos poseedores. Estos mayorazgos fueron absolutamente desconocidos por los romanos. Ni las sustituciones romanas, ni los fideicomisos, guardan semejanza alguna con ellos, a pesar de que algunos jurisconsultos franceses vistieron esta institución moderna con el atavío y el lenguaje de las antiguas. Por este procedimiento no solo se acumularon en una sola familia grandes extensiones de tierra inculta, sino que se impidió para siempre, por lo menos en lo posible, que volvieran a dividirse . Más rara vez acontece que mejore mucho sus tierras el latifundista. En aquellos desordenados tiempos en que nacieron instituciones tan bárbaras, el gran propietario tenía bastante con defender

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