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Saber Reflexionar Sobre La Propia Práctica: ¿es éste El Ob¡etivo Fundamental De La Formación De Los Enseñantes?


Enviado por   •  18 de Abril de 2013  •  9.533 Palabras (39 Páginas)  •  833 Visitas

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Saber reflexionar sobre la propia práctica: ¿es éste el ob¡etivo fundamental de la formación de los enseñantes?

Saber reflexionar sobre la propia práctica, ¿acaso no es la cosa más compartida del mundo? ¿Acaso no reflexionan todos los profesionales sobre lo que hacen? ¿Podríamos, de alguna forma, evitar que lo hagan? ¿Acaso la reflexión en la acción y sobre la acóón no constituye ya una parte inherente del ser humano?

En pocas palabras: ¿por qué formar para reflexionar, si parece algo tan natural como respirar? ¿Por qué deberíamos hacer de este aprendizaje el núcleo de la formación de los enseñantes, si ya constituye una condición preexistente? Si aceptan personal con estudios secundarios o estudios superiores, ¿no es, precisamente, porque son estudiantes cuyos estudios secundarios los habrán ejercitado en la reflexión que aplicarán a su formación y, posteriormente, a sus cometidos profesionales?

Es cierto que los futuros enseñantes tienen tanto menos necesidad de formación profesional para aprender a pensar, cuanto que su itinerario preparatorio ya se la ha facilitado. ¿Acaso no será por este motivo que ya de entrada presentan las posturas y los habitus mentales propios de un practicante reflexivo? ¿No habrá, entre la forma habitual de reflexionar y la práctica reflexiva, la misma diferencia que existe entre la respiración de cualquier ser humano y la de un cantante o un atleta?

Se trata de una postura y de una práctica reflexivas que son la base de un análisis metódico, regular, instrumentado, sereno y efectivo, disposición y competencia que normalmente se adquiere a base de un entrenamiento intensivo y voluntario.

Los estudios de Schón hacen referencia a todo tipo de oficios y dejan abierta la cuestión de si el enseñante es o debe convertirse en un practicante reflexivo. A partir de este punto, se plantean dos preguntas concretas:

1. ¿Por qué formar a los enseñantes a reflexionar sobre su práctica?

2. ¿Cómo actuar de forma eficaz en este sentido durante la forma¬ ción inicial?

He aquí algunas respuestas.

¿Por qué formar o los enseñantes para reflexionar sobre su práctica?

En este apartado, consideraremos diez razones, vinculadas de forma muy dispar a la evolución y a las necesidades recientes de los sistemas educati¬vos. Todas ellas traducen una visión definida del oficio de enseñante y de la escuela. El lector que no la comparta no hallará las mismas razones para formar a los enseñantes a reflexionar sobre su práctica. Incluso es posible que no encuentre ninguna ...

No existe ninguna cronología ni jerarquía entre estas razones. Entonces, podemos esperar de una práctica reflexiva que:

Compense la superficialidad de la formación profesional.

Favorezca la acumulación de saberes de experiencia.

Acredite una evolución hacia la profesionalización.

Prepare para asumir una responsabilidad política y ética.

Permita hacer frente a la creciente complejidad de las tareas.

Ayude a sobrevivir en un oficio imposible.

Proporcione los medios para trabajar sobre uno mismo.

Ayude en la lucha contra la irreductible alteridad del aprendiz.

Favorezca la cooperación con los compañeros.

Aumente la capacidad de innovación.

Analicemos una a una estas razones.

Compensar lo superficialidad de lo formación profesional

En general, en los países desarrollados, los enseñantes dominan bastante bien los conocimientos que deben transmitir. Siempre se puede considerar que una mayor cultura y un mayor dominio de la teoría aumentarán su imaginación didáctica y su capacidad de improvisación, observación, planificación y trabajo y a partir de los errores o los obstáculos con que se topan sus alumnos. Nunca es inútil saber más, no para transmitir todo lo que uno sabe, sino para «tener margen», dominar la materia, relativizar los conocimientos y adquirir la seguridad necesaria para aplicar los métodos de investigación con los alumnos y alumnas, o bien para orientar el debate hacia los conocimientos.

La formación académica de los enseñantes no es excelente, sin embargo, debemos reconocer que deja menos que desear que su formación didáctica y pedagógica. El desequilibrio es mayor en la educación secundaria y alcanza su punto máximo en la enseñanza superior, puesto que una parte de los profesores desempeñan esta función sin ninguna formación didáctica.

¿Cómo sobreviven? Las mentalidades menos compasivas responderán que se las apañan haciendo fracasar a todos los estudiantes incapaces de comprender un curso inadecuado. Los más optimistas, en cambio, dirán que «lo que se entiende bien se enuncia con claridad y las palabras para expresarlo vienen con fluidez»: con sólo dominar su disciplina, los profesores enseguida deberían ser capaces de exponerla de forma clara a los estudiantes correctamente seleccionados, a quienes se considera que poseen el nivel exigido para tomar notas, leer tratados y estudiar con serenidad y reflexión la palabra magistral. Asimismo, se podría apuntar que los profesores de universidad, igual que todo el mundo, aprenden de la experiencia, mejoran con el transcurso de los años y terminan por crear un sistema di¬dáctico para desarrollar el saber hacer. Y lo logran, pese a su ignorancia y, en ocasiones, su desprecio por las ciencias de la educación, puesto que su formación intelectual especializada los prepara para observar y analizar con realismo lo que pasa y adaptar sus acciones en consecuencia.

Podemos plantear la misma hipótesis para los estudiantes procedentes de los Instituts universitaires de fortmation des maítres (Institutos universitarios de formación de maestros -IUFM-) creados en Francia en 1989. Estos nuevos profesores se forman con el nivel de estudios secundarios más cinco años universitarios (como mínimo), pero sólo siguen un breve año de formación estrictamente profesional: el último. Todo lo anterior (formación disciplinar y preparación de oposiciones) conduce de forma secundaria a la enseñanza y al aprendizaje, y fundamentalmente al dominio de los contenidos que deben transmitirse. No obstante, según indican las primeras encuestas, se las arreglan con dignidad en su clase. ¿Por qué? Seguramente, porque su nivel de formación los hace capaces de aprender de la experiencia analizando lo que hacen y regulando su labor profesional de acuerdo con ello.

De todo ello, puede deducirse que, para saber reflcxionar sobre la propia práctica, basta con dominar los instrumentos generales de objetivación y de análisis y poseer un entrenamiento para el pensamiento abstracto, el debate, el control de la subjetividad, el enunciado de las hipótesis y la observación metódica. Éste es el motivo

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