Taller Teatral
Enviado por anaismike • 27 de Marzo de 2014 • 2.700 Palabras (11 Páginas) • 221 Visitas
PROCEDIMIENTO
Para iniciar la convocatoria de nuestro taller se repartirán volantes en el que se invitaren a cierto numero de personas a congregarse en un ligar especifico, en el cual podrán aprender y divertirse, se les invita a llevar a un acompañante haciendo mínimo dos equipos de cuatro personas.
Posteriormente, el día ya marcado la gente comenzara a llegar y será recibida dándoles el guion de una historia que cuenta con moraleja, una al invitado y otra distinta a su acompañante.
Al ya estar completos y los invitados, se les pedirá que se junten en un equipo las personas que tengan un guion con el mismo título, y así se organizaran dos equipos distintos con gente desconocida entre sí, se les pedirá que se acomoden y mientras comen un aperitivo, se pongan de acuerdo pues representaran la historia que se les dio en su hoja, se repartos personajes y elijan un narrador, además de proporcionarles papel crepe de colores, tijeras y pegamento para que lo usen para improvisar un vestuario .
Pasando aproximadamente entre 30 y 40 minutos se le pedirá aun equipo que comience con su representación teatral.
Al finalizar los dos equipos se les darán un reconocimiento por su participación y se les explicara el objetivo de tal taller, además se hará una crítica constructiva por parte de todas las personas presentes y mencionara un consejo para mejorar ciertas acciones de integración para mejorar en su ámbito escolar, laboral, social y familiar.
Los guiones que se proporcionaran al inicio del taller son los siguientes:
EL CÍRCULO DEL 99
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
Un día el rey lo mandó a llamar.
Paje -le dijo- ¿cuál es el secreto?
¿Qué secreto, Majestad?
¿Cuál es el secreto de tu alegría?
No hay ningún secreto, Alteza.
No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
¿Por qué está siempre alegre y feliz? ¿Eh? ¿Por qué?
Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?
Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey-.. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando…
Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación... El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y, alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.
¿Por qué él es feliz?
Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
¿Fuera del círculo?
Así es.
¿Y eso es lo que lo hace feliz?
No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz
Así es.
¿Y cómo salió?
¡Nunca entró!
¿Qué círculo es ese?
El círculo del 99.
Verdaderamente, no te entiendo nada -dijo el Rey-.
La única manera para que entiendas, sería mostrártelo en los hechos.
¿Cómo?
Haciendo entrar a tu paje en el círculo.
Eso, ¡obliguémoslo a entrar!
No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
Entonces habrá que engañarlo.
No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solo en el círculo.
¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
Si, se dará cuenta.
Entonces no entrará.
No lo podrá evitar.
¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
Sí Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. 99!
¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?
Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
Hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste”.
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse. Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde detrás de unas matas lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la puerta y entró a su hogar.
El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena. El sirviente ingresó presuroso a su hogar y con su brazo arrojó al piso todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo la vela. Se sentó y vació el contenido de la bolsa… Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenia hoy una montaña de ellas. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar a la luz de la vela, las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas. Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis…. y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60….hasta que formó la última pila: ¡9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. «No puede ser», pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
Me robaron -gritó- ¡me robaron!
Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió
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