Travesia por los recuerdos

TRAVESIA POR LOS RECUERDOS

Una tarde fría, decidí tomar un té de canela, que me traslado al túnel de la memoria, allí reflexione sobre los sucesos más curiosos de mi época en el colegio. Vino a mi mente ese momento tan gracioso en el que junto con mis compañeros estaba jugando en una pista de jabón.  A la vez, un sentimiento de nostalgia me aturdía, porque como expresa Paul Ricoeur el discurso en acción y en uso remite hacia atrás y hacia adelante, a un hablante y a un mundo.

Aquel día soleado, tan esperado por todos, lleno de carcajadas y muchas bromas, dejo huellas que hicieron parte de la construcción de los lazos amistosos, que aún hoy se siguen fortaleciendo. De repente, algo me asusto, un WhatsApp interrumpió mi pensamiento, y me transportó de nuevo a mi cotidianidad. Definitivamente Ricoeur tiene razón, lo que paso ya no volverá, y la voz está perdida para siempre y es la muerte la que impone el mutismo a la huella. Por ello, los discursos se convirtieron en silencios dirigidos al lector por medio de la escritura.

En la noche, mientras leía al autor William Ospina, tuve la impresión de resbalar, volví la mirada atrás, mis compañeros se lanzaban con gran impulso por la pista, sus gestos los hacían ver como niños traviesos. Al poco tiempo, un docente anunciaba que la diversión había terminado. Sentí mucho sueño, estaba a la orilla de mi cama, deje el libro sobre la mesa de noche, observe una nota que me produjo curiosidad, decía: la sociedad es esencialmente una estructura, dentro de la cual los individuos desempeñan funciones por el papel que tienen.

Entonces, me pregunte ¿Cuál es mi papel dentro del sistema conocido como sociedad?  Después de unos minutos, concluí que: al ser un individuo que tiene la capacidad de razonar, debo cada día erigir una historia propia (realidad); o como lo indica el papel performativo o realizativo, al tiempo que se narra, se hace la historia.

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