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Un Profesor Citius, Altius, Fortius


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2013  •  1.588 Palabras (7 Páginas)  •  292 Visitas

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«No estamos en este mundo para vivir nuestra vida, sino la de los otros. Las mayores alegrías, por otra parte, no son las que nosotros mismos gozamos, sino las que procuramos a los demás».

Pierre de Coubertin

Un Profesor citius, altius, fortius…

Por Norma Judith Saeb Torres

Cuando leemos estas tres palabras invariablemente nos remitimos a la imagen de Las Olimpiadas, quizá aquellas más recientes o bien viene a nuestra mente alguna imagen de la clásica Atenas. Sin embargo este artículo poco tiene que ver con grandes esfuerzos físicos en la demostración de fuerza o velocidad supremas. Más bien se trata de una reflexión desde distintos ángulos sobre las diversas características, habilidades y capacidades que debe reunir un Profesor para desarrollar su actividad con éxito y sobre todo trascendencia. El presente artículo tiene como objetivo acercar al lector a la reflexión de la importancia de la labor docente, los desafíos a los que se enfrenta en nuestros días y cuáles son las competencias que debe incluir a su currículum.

Ser un docente implica, incluso, sobrepasar pruebas mucho más retadoras que aquellas donde un atleta pone todo su ímpetu en romper alguna marca anteriormente impuesta. Y es que la labor d enseñar es una competencia constante, donde el juez está siempre atento al desempeño de quien –dice que sabe- y no duda en hacer notar cualquier falta cometida. En nuestros días más que nunca, el acceso libre a la información permite que casi cualquier individuo pueda saber y conocer todo lo que quiera, sin necesidad de que alguien más lo conduzca o le enseñe. Nos guste o no, esto que acabo de escribir es una verdad que pocos pueden refutar. Entonces, ¿dónde queda el papel de aquél que se dice maestro?

No he dejado de remolinearme en la silla con esta pregunta en mi mente, veo día a día en mis alumnos poco interés por ir más allá, pero tal vez se trata de esto, de la facilidad con la que obtienen los datos mínimos indispensables para solucionar lo que se les va presentando como un desafío, todo con la velocidad de un click. Nosotros, docentes e incluso los que no son maestros pero sí algo más mayores que aquéllos, sabemos que el conocimiento es la base para ¡todo! ….¿Cómo interesarlos entonces?

Las nuevas tecnologías (y he de reconocer que esto de “nuevas” sólo aplica para nosotros, porque para ellos, para los alumnos, no tienen nada de nuevo) ha superado y por mucho al mismo ser humano, la rapidez de comunicación y respuesta ha dado muestras ya de estar fuera de control. Esta aseveración no tiene porqué preocuparnos sino ocuparnos. Es tarea de todos los que estamos involucrados de una u otra forma en el proceso formativo de los niños y jóvenes, una parte y la más importante la deben observar y cumplir los padres de familia pero otra debe ser abordada por los formadores que con la figura de profesor atienden muchas de las necesidades de información convertidos en una guía para el aprendizaje.

Muñoz (2003) dice al respecto: “El alcance de estos desafíos y demandas y el ritmo de los cambios hacen que la situación actual sea diferente… los profesores deben ser capaces de acomodarse a continuos cambios –dramáticos en algunos casos- tanto en el contenido de su enseñanza como en la forma de enseñar mejor… la doble faceta de docente e investigador del profesor exige una correcta preparación tanto para la adquisición de conocimientos y actualización de los mismos como para el desarrollo de nuevas habilidades y destrezas exigibles en una sociedad en permanente cambio”. ¡Y tiene toda la razón!, es decir, en diversos foros relacionados al tema de la educación se insiste en la importancia que tiene el observar la relación cada vez más estrecha que existe entre el desarrollo tecnológico y las nuevas formas que tiene el alumno de aprender, se diseñan modelos educativos que potencian la capacidad de aprendizaje de los estudiantes, se les ha dado diferentes enfoques pero omiten a todas luces dejar claro que quien está dirigiendo esos procesos, el docente, es quien de forma primera y vital debe desarrollar distintas capacidades o competencias para estar a la altura de la demanda de aprendizaje presente en sus salones de clase y más allá.

Escolano (1996) definía la profesión docente en torno a tres papeles básicos: en su papel técnico en cuanto a la actividad docente como expertos habilitados para guiar el aprendizaje de los alumnos, en su papel que asocia a los aspectos éticos y socializadores de la profesión entendiendo el papel del docente como un agente de primer orden en el proceso de socialización metódica y como marco de referencia normativo y, por último, en su papel como vínculo entre la satisfacción de las necesidades de autorrealización de los individuos en formación y de sus demandas de bienestar. Esto no era diferente antes y no lo será más delante, la figura del profesor cumple esos perfiles desde siempre, pero debe hacerlo de maneras distintas conforme su entorno va cambiando

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