Educacion
Enviado por carolinalachea • 25 de Septiembre de 2014 • 4.189 Palabras (17 Páginas) • 234 Visitas
La educación como intervención participativa
¿Es posible caracterizar a la “educación” como una modalidad de intervención participativa? Como punto de partida para nuestras reflexiones es conveniente recordar un texto de Paulo Freire en el que se plantea la oposición entre extensión y comunicación, con el objeto de poner en evidencia el equívoco fundamental que subyace en la misma palabra extensión[2]. El conocimiento, afirma Freire, no es algo que pueda extenderse del que sabe al que no sabe, sino algo que se construye.
“… en el proceso de aprendizaje, sólo aprende verdaderamente, aquel que se apropia de lo aprendido, transformándolo en aprehendido; con lo que puede, por eso mismo, reinventarlo, aquel que es capaz de aplicar lo aprendido / aprehendido, a las situaciones existenciales concretas. Por el contrario aquel que es “llenado” por otro, de contenidos cuya inteligencia no percibe, de contenidos que contradicen su propia forma de estar en su mundo, sin que sea desafiado, no aprende.”
Podríamos preguntarnos todavía de qué tipo es esa comunicación que debe darse entre el técnico y los productores. Se trata de que los productores aprendan algo nuevo: una nueva forma de trabajar, otras maneras de organizarse para comprar insumos, producir o vender. También de que comprendan la importancia de su trabajo para la sociedad, analicen y cuestionen las políticas que los perjudican y propongan alternativas de acción. Esa forma de comunicación es una intervención que parte de suponer que los sujetos son los protagonistas, que deben conquistar cada vez mayores márgenes para decidir sobre sus condiciones de vida y trabajo. Se trata, en rigor, de una acción educativa que tiene como fundamento una concepción histórica, crítica y liberadora de la educación.
Muchos personas tienen cierto resquemor y se niegan a utilizar la palabra educación para denominar este tipo de intervención. Esto se debe, probablemente, al componente de imposición y autoritarismo que se le asocia a esta palabra a partir del recuerdo de nuestra experiencia escolar. Sin embargo, en la medida en que en esas situaciones de comunicación existe la intencionalidad de que las personas modifiquen su forma de relacionarse entre ellos, con los otros y, en general, con el mundo en que viven; en que se pretende provocar un cambio en las relaciones —y, por consiguiente, en la situación— a partir de una acción “con” los sujetos, no hay duda de que se trata de una acción educativa. Alguien se propone promover en otros ciertos y determinados aprendizajes.
En una acción de este tipo, como sostiene también Freire, los papeles deben estar bien definidos. Tratar de desdibujar nuestro rol como educadores —“afirmar” que todos somos iguales en el momento de la intervención—, es una falsedad. El educador tiene un método, una forma particular de trabajar que tiene que ver directamente con la intencionalidad con la que interviene en una situación: aunque no lo haga explícito, aunque se niegue a reflexionar sobre el tema, trabaja a partir de una opción metodológica. En un caso extremo (lamentablemente el más común), actúa como un “recurso” para otros realicen sus intenciones.
Esta palabra método ha sido trivializada, pero si se recupera su sentido original, como “el camino para llegar a la verdad”, vemos que tiene una relación directa con lo que se piensa que es “conocer”. Si el educador cree que conocer es acumular conocimientos, su método será uno; si considera que el conocimiento se construye (o reconstruye) en cada situación, será otro. El método para intervenir, a partir de una propuesta participativa, debería consistir fundamentalmente en apoyar a las personas en el proceso de producir sus propios conocimientos en relación con los problemas que enfrentan, para tomar decisiones sobre las formas posibles de encararlos (Rever la definición de “enseñar” de Delia Lerner).
2. Principios Metodológicos
La persona que “interviene” en una realidad tiene siempre una intención, y para lograr lo que pretende utiliza un método. Es claro que como resultado del encuentro educando-educador, resulta, de alguna manera, la transformación de ambos. Aunque, en el límite, el educador sólo se proponga que los educandos lo “imiten”, tendrá que haberse planteado una estrategia para lograrlo. Cuando uno se propone “intervenir” en una situación, debe tener claridad sobre el método. Y como aquí se trata de una intervención participativa, que promueve el protagonismo de los propios sujetos, el método se fundamenta en un “modo” determinado de comprender cómo se constituyen el conocer y el hacer. Se parte de entender que el conocimiento no es algo que se acumula sino que se construye, que las personas deben re-elaborar las informaciones que reciben, darles un significado, para llegar realmente a construir un conocimiento que les sirva. Esta concepción es la que se expresa para Habermas en lo que denomina “interés emancipatorio”.
Pero, para poder “trabajar” con este método de intervención participativa, es conveniente definir algunos criterios operativos que nos orienten sobre las características concretas que deben tener las acciones que respondan a ese interés emancipatorio. Esos criterios deben actuar como “mediaciones” que, a la luz de las concepciones teóricas más generales sobre el conocer, la sociedad y el hombre, ofrezcan instrumentos para decidir qué técnicas de trabajo aplicar, qué actividades realizar, qué materiales utilizar.
En este sentido, la explicitación de los criterios, su derivación del método y su aplicación a la “construcción” de situaciones educativas concretas, constituyen lo que podríamos denominar una “metodología”, es decir, un discurso sobre el método. ¿Cuáles podrían ser esos criterios o principios orientadores? A través de nuestras experiencias de trabajo junto a técnicos y campesinos, hemos construido una metodología que se expresa en los seis principios que comentamos brevemente en los párrafos siguientes.
I. Organización:
Toda intervención que promueva la organización es participativa. Se trata de apoyar al grupo para que se organice, pero no sólo de eso, sino también de respetar la necesaria complementariedad entre la realización del grupo y la del individuo. La forma de trabajo de una intervención participativa debe atender a este proceso dialógico entre individuo
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