El lenguaje en el hombre
Enviado por greciafda • 21 de Noviembre de 2013 • 2.699 Palabras (11 Páginas) • 396 Visitas
La definición que propone el pensador inglés John Locke en el libro de su Ensayo sobre el entendimiento humano con respecto al lenguaje, se posiciona bajo una perspectiva fundamentada en la experiencia y la consecuencia lógica de los hechos conocidos a través de la experiencia. En este sentido, se muestra el elemento de la necesidad como imperante y determinante en el desarrollo del lenguaje. Además de esto, se evidencia también la frecuencia y la utilidad que supone el conocimiento de ideas generales. A partir de esto, comenzaremos revisando analíticamente el pensamiento de Locke y su visión del lenguaje.
El lenguaje en el hombre
El lenguaje surge en los hombres a partir de una característica particular: el razonamiento. Esta característica se presenta de forma específica en el ser humano, no sólo específica, sino también
Necesaria; pues el lenguaje -al menos bajo las circunstancias consensuadas en que se ha definido y conocido- no sería posible si el razonamiento no se presentara como característica necesaria en el ser humano. De esta forma, “si existe la necesidad, entonces es posible el lenguaje”. Esta sería una primera evidencia de lo necesario como fundamental y decisivo en el ciclo natural.
Ahora bien, esta noción de lo necesario conlleva cierta interpretación que conviene examinar: “Para que exista sociedad, en efecto, es preciso el trato y la comunicación entre los hombres, el intercambio de sus conocimientos y de sus experiencias. Para conseguir esto, Dios proveyó a la naturaleza humana de órganos idóneos para emitir sonidos articulados, que llamamos palabras”.
Resulta interesante destacar dos conceptos utilizados por Muñiz: Dios y naturaleza. No debe resultar extraño que J. Locke presente semejanzas con la visión aristotélica: la visión de Locke del hombre como tabula rasa en la que luego se escriben todos los conocimientos coincide con la del pensador griego; lo que resulta singular es la concepción de Dios y, conjuntamente, la de naturaleza. Por una parte, tomando a Locke como acérrimo defensor de la experiencia sensible y del conocimiento empírico, resulta curiosa la alusión a Dios (en cuanto éste supone una idea, mas no un conocimiento o noción que se pueda adquirir mediante la experiencia sensible). Por otra parte, Locke conviene en la concepción de la naturaleza: en este caso, la naturaleza humana, dotada del conjunto de órganos y habilidades para desarrollar el lenguaje. La idea de naturaleza en cuanto fuerza que actúe modificando el mundo en el que vive el hombre termina siendo más razonable, aunque no existe un conocimiento empírico de que aquella naturaleza posea y actúe por una fuerza.
Es preciso convenir en que el lenguaje constituye un fenómeno que se ha desarrollado no sin dificultades en el género humano, y que a su vez el lenguaje constituye una estricta necesidad: no es posible el entendimiento del hombre consigo mismo y con otros hombres si no se desarrolla adecuadamente el razonamiento para la comprensión y utilización del lenguaje.
Esto no escapa a la consideración del pensador inglés, quien escribe:
“Siendo las palabras signos voluntarios, no pueden ser signos voluntarios impuestos por el que desconoce las cosas. Ello supondría hacerlas signos de nada, sonidos sin significación. Hasta el momento en que él no tenga algunas ideas propias, no podrá usar signos para ellas: serían signos de lo que desconoce, y, por tanto, de nada.”
Aquí se hace presente una vez más la necesidad como factor dominante en el proceso, pues es necesario que las palabras sean signos voluntarios y que se asocien a algo que ya conozcamos, como bien lo explica Locke.
De esta forma, el lenguaje comienza a constituirse sistemáticamente. Según Locke, todas las cosas existentes son particulares, pero las palabras que las significan son, generalmente, términos generales. Esto quiere decir que cada cosa particular tendría su denominación particular, excediendo las capacidades Humanas de formar y retener tantos conceptos particulares (por ejemplo, tomar conceptos particulares de árboles, casas, pájaros). Así que, en vista de esto, lo necesario es asentir en determinadas propiedades comunes a ciertos objetos, y convenir en la asignación de la misma palabra (y por ende la misma significación); así se forman los conjuntos y las especies que el lenguaje diferencia.
Aún más, estos términos generales constituyen en gran parte los cimientos del lenguaje. Esto se da debido al consenso y asentimiento ante la denominación de las categorías y los elementos comunes a todos los objetos; pues el hombre, al comunicarse, tiene por finalidad que su interlocutor entienda lo que está oyendo, y para esto debe darse un consenso: este consenso se desarrolla análogamente en la mente y en la colectividad (la idea asociada a un signo lingüístico debe ser clara, tanto en la mente del hombre que la expresa como en el hombre que la recibe, y la transmite asimismo a otros hombres).
La abstracción y la conveniencia
Con respecto a la abstracción, es una herramienta o un elemento inherente a la naturaleza del hombre (o más bien a su capacidad racional); a través de ella se puede lograr que una palabra nos signifique múltiples cosas, asociadas bajo la misma palabra. Esta selección de cosas significadas no se constituye de manera arbitraria o por azar: más bien, supone la conveniencia en la asociación de elementos con características comunes, o al menos posibles de asociar y formar una idea general coherente. En este sentido, por medio de la
Abstracción puedo asociar ideas tales como papel-lápiz y generar la idea de escritura; no así resultaría de la asociación de lápiz-padre-papel, ya que no constituyen los tres juntos una relación que los conecte. Con esto se quiere demostrar que la asociación de elementos de características comunes es dada por conveniencia, y funciona como mecanismo inherente en el razonamiento humano.
El pensador inglés también se refiere a la esencia de las cosas, distinguiendo entre esencia real y esencia nominal: la primera se refiere a la constitución real e interna de las cosas, mientras que la segunda apunta a la constitución de los géneros y las especies. Esto se explica a partir de que conocemos las cosas sólo por medio de las experiencias sensibles, y no es posible aprehender una cosa en si, en su esencia real. De aquí se desprende también la conveniencia en definir esencias nominales, que nos acercan a la comprensión y conocimiento de las ideas. En este punto Locke afirma que las esencias se forman en la mente, no en la naturaleza: si las hiciera la naturaleza, no habría diferencias entre los hombres a la hora de definir las esencias; esto apunta además a la indeterminación de las esencias nominales.
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