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Entre Puntos Y Rayas


Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  1.747 Palabras (7 Páginas)  •  441 Visitas

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¿Qué son los territorios, qué son las

fronteras? Evidentemente, algo más que puntos y

rayas en un mapa que parece un telegrama, como

cantara hace años Soledad Bravo. Se mata, desde

hace siglos, por estos puntos y rayas, que a la vez

ayudan a definir lo que somos, o lo que creemos

ser. Pero, ¿ donde están esos territorios, esas

fronteras? No están, de por sí, por obra divina, en

los ríos o las montañas. Territorios y fronteras

marcan diferencias, nos encierran en lo que

reconocemos biográficamente similar a otros, nos

separa de lo que consideramos diferente, y

obviamente, esto no es solamente un asunto de nacionalidades: los territorios, las

fronteras, las demarcaciones están también dentro de nosotros, y condicionan nuestras

acciones…

En asuntos de territorios y fronteras, podemos considerar, como lo hizo un expresidente,

que Costa Rica es víctima de un accidente geográfico, que le impidió tener

vecinos que no merecía (accidente de los puntos y rayas), podríamos sentirnos, tal vez,

más afín con los puntos y las rayas de Miami que con los maltrechos poblados.

Podemos preguntarnos, asimismo, cuáles son las fronteras, los territorios que separan

a barrios marginales en Pavas de Rohrmoser: en distancia un par de kilómetros, social

y económicamente: distancias interplanetarias. Y podemos preguntarnos, ¿en qué nos

identificamos, biográficamente, con esos habitantes de Limón- a quienes hace no

demasiado tiempo se les limitaba en su posible desplazamiento en el territorio nacional,

como se ha hecho en épocas más reciente con poblaciones indígenas-que de vez en

cuando no aceptan la suerte del abandono y la pobreza, y deciden dedicarse, según

nos dicen los medios de difusión con tozuda insistencia, al desorden y al caos?

La verdad sea dicha, esos puntos y rayas en los mapas, y esos territorios y

fronteras que construimos, y que construyen todos los días, que no respetan

demarcaciones nacionales, coadyuvan a la conformación de identidades sociales, que

nos sirven para identificarnos con unos y para separarnos de otros, también para

antagonizarnos, y que como construcciones ideológicas que son también sirven para

fomentar determinados intereses, son construcciones fácilmente

instrumentalizables…En las dictaduras de la llamada “seguridad nacional “,

recordemos, las doctrinas y actuaciones militares se definían ya no frente a las

amenazas externas, sino frente al “ enemigo interno “, a quienes se le negaba, por

definición, todo atributo de ciudadanía y, no pocas veces, de humanidad.

Estas representaciones no requieren más que la confirmación del “ sentido

común “, de las conversaciones y las comunicaciones de todos los días, y se refuerzan

y reproducen, por ejemplo, cada vez que ocurre un crimen violento y de inmediato se

llega a la conclusión de que tenía que ser un “ nica “.

Acuérdense del alivio generalizado entre sectores importantes de la ciudadanía

cuando se supo, contrario a las informaciones iníciales, que los secuestradores de la

Corte eran costarricenses y no colombianos. Por supuesto, ellos son los violentos, los

que no saben resolver las cosas civilizadamente. No son “gente como uno “.

Las identidades sociales son representaciones construidas socialmente,

abstracciones, ya que unifican en ciertos rasgos lo que en la realidad se caracteriza por

la diversidad y la contradicción. Son abstracciones, pero que matan, como lo

demuestran tantas confrontaciones religiosas, políticas, étnicas o nacionales. Estas

identidades sociales, además de aprehenderse casi intuitivamente, suelen definirse no

sólo por lo que se identifica en común con quienes se comparten biografías, siguiendo

el pensamiento de Montero, sino también frente a otros u Otros significantes. Sí otros

con minúscula, ante los cuales nos sentimos superiores, ante los cuales afirmamos

supuestas ventajas comparativas, y Otros con mayúscula, que definen situaciones de

altercentrismo, en las cuales al contrario del etnocentrismo, la verdad, el poder, lo

deseable, está en el otro grupo y no en el propio.

En el ámbito de las mediciones empíricas sobre la autoimagen nacional, que se

han venido desarrollando en la Psicología Social desde fines de los años 70, el caso

costarricense resulta atípico.

Así, encontramos que las indagaciones realizadas en diversos países del

continente nos señalan como una excepción, en tanto se presenta en los habitantes de

nuestro territorio una autoimagen no minusválida, desfavorecida en relación con otros,

sino más bien positiva. El único caso que se le parece es el de la autoimagen de los

brasileños. Un “dechado de virtudes como encabezara el seminario Esta semana los

resultados de un estudio que efectuaremos en 1989 y cuyos resultados han sido

respaldados por indagaciones posteriores. Así, ¿cómo no?, los ticos nos consideramos

pacíficos, generosos, buenos, alegres, cooperadores, conformistas, valientes,

responsables, honrados, aunque también algo machistas (algún defecto hay que tener).

Sin embargo, a pesar de esta aparente bonanza en bondades, vista más a fondo

resulta una autorepresentación contradictoria, compleja, que revela varias dimensiones,

no sólo la de que seamos “buena gente”.

Así, en otro esfuerzo investigativo llevado a cabo en 1989, medimos mediante

escalas multidimensionales las atribuciones brindadas por empleados públicos y

estudiantes universitarios a 12 nacionalidades. Luego analizaremos estos datos con

procedimientos estadísticos multidimensionales, y llegamos a la conclusión de que se

podían agrupar los datos en dos dimensiones: en una encontrábamos, claramente, a

“estadounidense” y “soviético” (todavía existían, en ese entonces, esos puntos y esas

rayas) en un polo, y al resto de las nacionalidades en el otro. Esto lo identificamos

como una dimensión de poder.

En la otra dimensión, en el espacio multidimensional, encontrábamos dos

extremos claros: “costarricense” en uno, “nicaragüenses” en el otro.

Nosotros: los buenos; los nicaragüenses: los malos. Este mismo tipo de estudio

ha demostrado consistentemente que nos vemos como “mejores”

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