SECUESTRO
Enviado por SamanthaBarron • 1 de Septiembre de 2013 • 2.647 Palabras (11 Páginas) • 273 Visitas
Soy Mila, esta helando aquí, tanto que ya no puedo sentir mis manos, mis piernas estan dormidas y sólo reaccionan a los piquetes de insecto, mis labios estan secos y cuando trato de mojarlos con mi lengua siento nauseas porque me saben salados. No he comido desde hace tres días y he sobrevivido por el agua que sale cada 4.5 horas de un tubo largo, mismo del que tengo atado el pie izquierdo. Es miércoles, de nuevo, y estoy quieta por primera vez, acostada en el suelo húmedo, pensando si algúna vez volveré a ver la luz del día o podré bañar mis sueños con la lluvia.
Me encuentro pensando cosas que quiza nunca habían pasado por mi cabeza, en ocasiones se me dificulta respirar cuando me pongo a recordar mi vida antes de estos momentos. Estoy inmóvil porque tiempo atrás no dejaba de gritar hasta quedar ronca, de sangrar para poder destruir esta estúpida cadena que me tiene prisionera, de pegarme contra una pared y otra para intentar salir por el hueco en el que mi alma tampoco cabe. Aquí todo siempre flota, nadie me hace daño.
Pasaba el tiempo cazando ratas, cucharachas y algún otro escarabajo que me causaba repulsión. Odiaba no poderlo conseguir, llevarlo a mi boca para continuar viva. Pero debo admitir, que cuando lo lograba me arrepentía, tenerlo no se sentía igual que quererlo pero aún así lo digerí. Tal vez nosotros somos el infierno de otro planeta, y morir es lo mejor que le pueda pasar al ser humano para conseguir la paz. Aquí todo siempre flota, nadie me hace un daño físico.
Permanecí tanto tiempo sola que mi cabello castaño me llega a la cadera y lo sostengo con un pedazo de tela que le corté a la blusa que vestí el día que llegué a este lugar, el mismo día de la muerte de mi padre.
Mis ojos solo observan un paisaje obscuro por mucho tiempo, permanecí tanto tiempo sola que conozco todas y cada una de las extremidades de mi cuerpo sin mirarlas. El grosor de mis uñas, las líneas de mis manos, la suavidad de mi antebrazo, mis senos pequeños y cadera pronunciada, mis piernas chuecas después de un accidente y la aspereza que adoptaron mis pies descalzos a lo largo del tiempo junto con sus dedos entumidos aún en verano.
Pero he olvidado mi rostro, mi barbilla y mis pómulos, no recuerdo la forma de mis cejas ni el espacio que hay de la raíz de mi cabello a ellas. Incluso cuando toco mi nariz no puedo imaginarla, no sé distinguir la amplitud de mi frente, pero sé que tengo 80 pestañas en cada ojo y no olvidé su color mas si su forma. Olvidé mi mirada, quiere decir que olvidé como soy porque aunque toque mi cara con mis dedos no puedo reconocerla.
¿Dónde estoy? Es la pregunta que me he hecho todos los días aunque haya perdido la noción de ellos. Solo sé que han pasado unos cuantos años y no veo el día en el que pueda salir de aquí, literalmente no veo el día.
Suelo cantar por las noches y platicarle a Dob como era mi vida antes de estar aquí abajo, él es mi amigo y la única persona en la que realmente puedo confiar, nadie lo conoce pero eso me gusta. No es egoísmo pero adoro ser la única que pueda sentirlo y escucharlo. Sabe todo de mí, sabe más que el propio ser humano porque aun sin hablar contesta todas mis preguntas. Sin él, no sé nada.
Dob es alto y de cabello rubio, tiene ojos grandes y labios gruesos, debo aceptar que es muy atractivo pero el tiempo me ha dicho que somos como hermanos aunque temo enamorarme algún día de él. Ha intentado asesinarme ocho veces y siempre falla, cuando enfurezco siento que es cobarde de su parte, pero dejo de culparlo porque su intención es que yo deje de sufrir, aún así sería incapáz de matarme, realmente el tiempo lo hizo quererme.
Hoy, siento mis lágrimas mas frías que de costumbre, siento como resbalan lentamente por el tabique de mi nariz cuando lloro boca abajo. Percibo el sonido de ellas al momento de caer sobre el asfalto hasta que las mismas se secan.
A menudo le cuento a Dob mis pesadillas cuando después me doy cuenta que ésta es una de ellas, y él esta conmigo. A veces siento que se harta de mí, pero sigue abrazandome, aunque debo admitir que a veces odio que lo haga tan fuerte. Se parece tanto a mis padres solo que él no esta muerto, o ''vivo'' en un manicomnio.
Mi padre tenía una obsesión por la lluvia y la adrenalina, el blues, jazz, soul y rock and roll. Lo sé porque soy igual y si yo hubiera sido diferente a él seguramente no tendría ningún dato.
Dob, como lo hacía mi madre, sostiene mi barbilla con su dedo índice de la mano derecha inclinando mi cabeza hacia la suya para conseguir que mis ojos miren directamente a los suyos, y con facciones de mi padre trata de hacerme entender, levantando ambas de sus cejas, que esto termina hasta que yo quiera. Siento rabia, porque es imposible, no entiende que no puedo salir de aquí, estoy atrapada en un lugar de no se dónde ni por qué motivo.
¿Que no es obvio que estoy cansada de caminar en una circunferencia de un metro de diámetro? Parece que este maldito tubo esta hecho del acero mas resistente del universo.
Extraño el dolor abdominal de la risa y dar vueltas acostada en el césped de los parques, extraño formar constelaciones y charlar con la luna, extraño besar unos labios tersos y la sensación de un cosquilleo escalofriante de cómo las yemas de unos dedos recorren mi piel a penas tocandola, extraño caer por accidente y levantarme apenada volteando a todos lados para saber quien pudo verme, extraño llorar por alguien o algo que en el fondo se que tiene solución o estar triste pero cosciente de que horas más tarde se me pasará, extraño la vida.
Recuerdo como se sentía el viento en mi cara al estar en una superficie mas alta, como lucían las luces de la ciudad desde el rascacielos y la adrenalina al estar parada en la orilla del mismo. Salir sin escrúpulo alguno del quema cocos del coche para sentir como la fuerza del aire me empujaba hacia atrás con los brazos abiertos, acostarme en las lineas de la carretera desierta y ensayar mis gestos en un espejo.
¿Por qué nunca tuve miedo? Dob dice que siempre lo tuve pero me gustaba sentirlo, le doy la razón. Tal vez podría llamarle desesperación, una potente necesidad de volver a sentir cosas que ahora son sólo memorias.
¿Cómo el aroma de la naturaleza, del clima, de un perfume o un objeto pudo transportarme a épocas distintas? Esa esencia que te conduce al pasado en el minúto específico de una palabra, una mirada o un beso. Tengo tantas respuestas que a mis preguntas no les causa satisfacción cuando Dob no está.
No mucho antes de ambas pérdidas familares pude experimentar los mas minúsculos pero perfectos placeres de la vida que nos pasan desapercibidos. Sin tener la más
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