Indra Devi

INDRA DEVI (MATAJI –madre- así llamada por sus discípulos)

Eugenie Peterson, es el primer nombre de Indra Devi, nacida en Riga en 1899 y fallecida en Buenos Aires en 2002, su madre pertenecía a la nobleza rusa y su padre era de origen sueco. En 1920, durante la guerra civil, se traslada con ella a Alemania. Allí forma parte de una compañía de teatro ruso con quien comienza a recorrer Europa.

Su curiosidad y espiritualidad la llevan a la India en 1927 y allí reside, hasta 1939. Consigue ser discípula de Krishnamacharya y su talento poco convencional le lleva a realizar actividades tan diferentes como protagonizar una película india o tener amistad con Pandit Neru (padre de Indira Gandhi). Conoció a Mathama Gandhi y a Rabindranath Tagore, pero su libertad personal siempre le permitió relacionarse con quien deseaba, desde príncipes hasta gente muy humilde. En 1939, se establece en Shangai y, siguiendo el deseo de Krishnamacharya, abre la primera escuela de Yoga en China.

Tras la SGM, regresa a India para completar su formación y perfeccionamiento de Yoga en el Himalaya. Se establece en California y se convierte en ciudadana americana: comienza a ofrecer clases y conferencias en Hollywood para mostrar lo que para ella es desde hace años su modo de vida: “el Yoga es un camino hacia la libertad, por su práctica constante podemos liberarnos del miedo, la angustia y la soledad”.

Con su segundo marido, médico y humanista, continúa viajando y difundiendo Yoga en diferentes lugares del continente americano (México, Argentina). Será Argentina el lugar donde se instala definitivamente porque se siente muy bien tratada, su corazón agradecido así lo explica. Aquí será donde creará la Fundación Indra Devi, ayudada por David Bifar, discípulo y continuador de su obra.

Fue una mujer tremendamente vital y generosa. De sus entrevistas, que ofreció hasta muy avanzada edad, se vislumbra su entrega a la difusión de lo que se convirtió en el eje central de su propia vida. Considera que todas las Ramas del Yoga tienen una sola finalidad, la unión de lo que denomina “dios” y el hombre: “Yo no pertenezco a ninguna religión, todo es entre dios y yo”. La sencillez de su discurso explica que, desde que conoció a Krishnamurti (el primer hindú con quien dialogó) no pudo volver a comer carne. A preguntas de periodistas siempre aclaraba que no comía cadáveres, ni carne, ni pescado.

Para ella la libertad y la espiritualidad no son propiedad privada de nadie. En su discurso existen reiteradas alusiones al feminismo que caracterizó su modo de vida: las mujeres no viven en igualdad de condiciones porque se les cuestionan funcionamientos sobre los que los hombres no tienen que dar explicaciones: por ejemplo, se pregunta, por qué existen “madres solteras” y no “padres solteros”.

Indra Devi nos habla de cómo el Yoga ayudó a curar su corazón durante cuatro años y ofrece su receta para ser feliz: dar LUZ y AMOR. Ella no puede explicar lo que no tiene límite, la idea de dios se convierte en “que se haga tu voluntad: el cuerpo, la mente y el espíritu, eso es Yoga”. El yoga puede ayudar a cada ser humano puesto que tiene propiedades curativas, preventivas y recuperativas. Subraya un mensaje de PAZ: la paz comienza dentro de nosotros aceptando diferentes puntos de vista. Con 98 años dice con toda sencillez: no tengo secretos.

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