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El Vidrio


Enviado por   •  10 de Octubre de 2013  •  939 Palabras (4 Páginas)  •  272 Visitas

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Nuestro número es el 1823

“Nuestro número es el mil ochocientos veintitrés”, dice el Coronel a su esposa, refiriéndose al expediente de su pensión… “Hay que esperar el turno”. Pero la espera del Coronel es un asunto que trasciende los números de archivo, tiene que ver, más bien, con una crítica social a toda una serie de estructuras burocráticas que hacen desistir a cualquier persona en nuestro país de la exigencia de alguno de sus derechos; tiene que ver con que se nos vulnere y pisotee de las formas más arbitrarias y despóticas, con que apenas se cambia un orden de poder por otro, deje de reconocerse el aporte de quienes actuaron honesta y decididamente en la crítica o defensa del anterior. En este sentido podría interpretarse la discusión entre el Coronel y su abogado:

“Siempre la misma historia. Cada vez que el Coronel la escuchaba padecía un sordo resentimiento. ‘Esto no es una limosna’, dijo, ‘No se trata de hacernos un favor. Nosotros nos rompimos el cuero para salvar la república’. El abogado se abrió de brazos.

- Así es, Coronel –dijo-. La ingratitud humana no tiene límites.

También esa historia la conocía el Coronel. Había empezado a escucharla al día siguiente del tratado de Neerlandia cuando el gobierno prometió auxilios de viaje e indemnizaciones. Acampado en torno a la gigantesca ceiba de Neerlandia un batallón revolucionario compuesto en gran parte por adolescentes fugados de la escuela, esperó durante tres meses. Luego regresaron a sus casas por sus propios medios y allí siguieron esperando. Casi sesenta años después todavía el Coronel esperaba” (Págs. 35-36)

Hay, además, otra espera que me parece un poco más simbólica y que tiene que ver con la relación tiempo-espera utilizada por García Márquez. Como quedó escrito más arriba, la novela empieza una mañana de octubre en que entierran al primer muerto natural del pueblo en mucho tiempo, y se extiende hasta diciembre. Ahora, sucede que durante cada uno de estos meses, el tiempo condiciona una forma distinta de espera para el Coronel: en octubre se siente enfermo, “es el frío”, piensa, y la espera de la carta o la pelea del gallo se hace interminable y difícil; noviembre pasa veloz y; diciembre cubre con un entorno suave la espera, es un mes luminoso en el que parecen renacer esperanzas hacia el futuro, y que lleva al Coronel, por ejemplo, a desistir de una venta inminente del gallo, por sentirse en condiciones de mantenerlo.

Y, claro, está esa ironía con la que juega el autor respecto de que ninguna de las posibilidades de superar el estado de los personajes corresponda al tiempo de la obra, esto es, que la carta siga estando en una fecha indefinible, tal vez, inexistente del futuro, y la pelea de gallos, sólo hasta enero, fecha que escapa al relato y que, por extensión, provoca en el lector una sensación de haber sido revuelto un

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