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FILOSOFIA


Enviado por   •  30 de Junio de 2015  •  2.564 Palabras (11 Páginas)  •  208 Visitas

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FILOSOFÍA NUEVA

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INTRODUCCIÓN GENERAL AL PENSAMIENTO DE KANT

Por el Prof. Pablo H. Bonafina

(Ciudad de Buenos Aires © 2006)

Emmanuel Kant (1724-1804) nació en Königsberg (Prusia Oriental) donde inició sus estudios universitarios. También incursionó en los estudios de la física newtoniana, a la que miraba con mucho agrado. A los 29 años obtuvo su doctorado, y años más tarde lo encontramos enseñando lógica y metafísica en la Universidad. Su primera gran obra la compone a los 57 años, tras largas décadas de ejercicio de la docencia.

Entre sus obras más importantes encontramos: CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA (1781), donde expone su gnoseología; años más tarde escribe PROLEGÓMENOS A TODA METAFÍSICA FUTURA (1783), y después PRIMEROS PRINCIPIOS METAFÍSICOS DE LA CIENCIA NATURAL (1786). Les siguen sus otras dos grandes obras: la CRÍTICA DE LA RAZÓN PRÁCTICA (1788), desde donde aborda la ética y su fundamento, y la CRÍTICA DEL JUICIO (1790), su obra teleológica y estética. Su última obra es la METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES (1797), un prólogo o fundamento de su segunda Crítica.

Hay un momento en que al filósofo lo encontramos cerca del racionalismo (de Descartes y Leibniz, quienes solían poner en duda a los datos sensoriales), hasta que, leyendo a Hume, se inclina decididamente por el empirismo, y así termina con lo que él llama su “sueño metafísico”, donde se suma a la teoría del empirista escocés: “La idea más fuerte no vale más que la percepción más débil”.

Comienza Kant a rechazar las ideas innatas (propuestas por Descartes), y distingue dos tipos de conocimiento: el a priori y el a posteriori. El primero no necesita de la experiencia, y el segundo se basa en ella. En efecto, para él, el conocimiento y la verdad se dan en los Juicios, y dice que hay dos grandes y primordiales tipos: los analíticos y los sintéticos. Los primeros, con su segundo término no le agregan nada al conocimiento, ya que está incluido en el primero. Los segundos juicios, en cambio, tienen en su segundo término algo más de lo dicho en el primero, y esto es proporcionado por la experiencia. [1]

Para Kant, “la ciencia es un complejo sistema de juicios” [2], por eso ésta avanzará cuando logre hacerse de juicios sintéticos (que son aquellos que dicen algo más de lo dicho en el primer término del juicio) pero a priori –es decir, que agreguen información en un segundo término, pero que no necesiten corroboración empírica, tal como sucede con las matemáticas y la física, y que brinden, a su vez, necesidad y universalidad [3]. El conocimiento a posteriori (que es el que se logra después de la experiencia) no puede ser universal ni necesario, pero la ciencia requiere un saber a priori, que no esté limitado por la contingencia de la experiencia [4]. De este modo, la Ciencia, para Kant, tiene que unir la razón a la experiencia, que deben complementarse –para lo cuál se vale de la ciencia de Newton, a la que ve como un sistema seguro.

Para lograr una “filosofía científica sintética a priori” el filósofo alemán postula la necesidad de una “revolución copernicana”. Así como Copérnico descubrió el heliocentrismo (que la tierra gira alrededor del sol) debe darse una “revolución” en materia de teoría del conocimiento, que pasa por una adecuación de la cosa a la mente, porque así es como conoce nuestra mente, adecuando las cosas a sí. Pues el espíritu es activo en el proceso de conocimiento, y no podemos conocer las cosas sino en la medida en que (éstas) se someten a ciertas condiciones a priori del conocimiento, que están en el entedimiento del mismo sujeto. De este modo, rompe decididamente con el realismo aristotélico tradicional y propone, siguiendo a F. Bacon (quien realiza sus trabajos utilizando el método experimental), interrogar a la misma naturaleza –pues uno no tiene que acercarse a la naturaleza como un contemplativo, sino como jueces, como hicieron los físicos.

A “las cosas singulares” las va a abordar desde la sensibilidad y el entendimiento, admitiendo tanto los sentidos externos como los internos, con sus respectivas funciones. Con los sentidos externos el hombre espacializa y con los internos internaliza temporalmente lo percibido [5]. Primero, a través de la sensibilidad el hombre capta los objetos [6] que se le presentan, y por el entendimiento –digámoslo así– los “piensa”. Y es que, para Kant, el conocimiento es una relación entre el mundo externo y el interno; y una relación muy especial, pues hay una primacía del trabajo del entendimiento, esto es, de la propia subjetividad. Por eso, la afirmación capital es que no se puede conocer a “la cosa en sí” o noúmeno sino que nuestro conocimiento se limita a trabajar con “lo que aparece”, o es fainómeno, a nosotros. La mente, al disponer de un “marco” en donde se conoce lo nouménico, recibe, y al mismo tiempo modifica, en sí los datos provenientes de la intuición y percepción sensible, y construye con ellos un “fenómeno”, que es “lo que se conoce” de la “cosa”. Los pasos en el proceso del conocimiento serían, para Kant, algo más o menos así –nosotros los resumimos en cuatro etapas: Primero: Al noúmeno la sensibilidad le agrega las relaciones del tiempo y del espacio [7] (que son intuiciones puras a priori, que sólo tienen validez en el campo del fenómeno, y no en el de “la cosa en sí”), para que comience a hacerse posible el conocimiento, a partir de la especialización y temporalización. Segundo: Por el sentido interno obtengo una imagen, un esquema, un fantasma (antes del concepto puramente abstracto) –esta es una primera modificación del objeto de mi conocimiento. Tercero: Por el entendimiento, se le aplican al objeto las doce categorías [8] que el entendimiento ya tiene, desde siempre, en sí (categorías puras que salen del juicio [9]). Cuarto: Como resultado del trabajo del entendimiento se obtiene un “objeto pleno”; el concepto unificado, y ordenado, la síntesis del proceso de conocimiento.

Decíamos más arriba que la mente trabaja con datos que le proporciona la sensibilidad, pero no podemos de mencionar algunos conceptos que “se cuelan” en el entendimiento. A estos conceptos Kant los llama “ideas trascendentales”, y son la idea del alma, del mundo y de Dios. Estas ideas son “reguladoras”, y ayudan al entendimiento a realizar el análisis y síntesis necesaria para el conocimiento, y si bien carecen de existencia en la realidad (al menos desde el punto de vista científico) nos ayudan a sintetizar a las demás cosas en el proceso gnoseológico. Tampoco el filósofo

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