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La Vida Humana


Enviado por   •  6 de Febrero de 2014  •  7.010 Palabras (29 Páginas)  •  230 Visitas

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La vida humana es un fenómeno complejo, tal vez el más complejo e importante sobre el que se pueda tener conocimiento. El desarrollo de la ciencia arroja que ésta surge en un momento determinado, siendo aun, pese a lo avanzado, oscura la explicación del momento específico de su aparición y comienzo de su evolución. La vida humana es parte de la vida en general, es una forma de su manifestación, la más desarrollada de las conocidas. Desde los albores mismos de la civilización el hombre inicia el interminable camino hacia el descubrimiento y explicación de la verdad sobre la razón de ser de su existencia, pues cada individuo humano a lo largo de su vida va adquiriendo una visión muy particular y específica sobre este fenómeno de acuerdo a lo vivido. Esto hace extremadamente compleja la existencia del hombre y su investigación porque las vivencias y valoraciones particulares de cada sujeto condicionan en buena medida la objetividad del conocimiento adquirido, pues cada existencia humana acrisola una dosis importante de creación individual y colectiva que tiende a expresarse de uno u otro modo en su subjetividad.

¿Qué es eso que llamamos vida humana? Según Recansens Siches, la sola cuestión nos retrotrae a la modalidad de existencia de un ser del universo que no sólo se diferencia de los demás, “sino que es el ser fundamental” porque su vida “es la realidad primera y radical y a la vez la base y ámbito de todos los otros seres y la clave para la explicación de éstos” (Siches, 2009). Hasta dónde se sabe, el ser humano es el único que hoy toma su vida y la de los demás como objeto investigación, y aquí en la tierra no caben dudas de que la vida de todos los demás seres está cada vez más condicionada por la actividad vital de éste. El conocimiento sobre el hombre y su vida son aspectos que tienden a fundirse, de ahí la enorme importancia de revelar la esencia de éste como ser genérico para poder desentrañar su singular modalidad de existencia: la existencia humana.

Señala José Ramón AMOR PAN, que “las divergencias en problemas relacionados con la vida humana radican en diferencias fundamentales en la antropología que, explícita o implícitamente, nos apoya” (Amor, 2005, p. 87). En un período no del todo determinado antes de nuestra era, el salmista parece haberse percatado de ello cuando se hizo la pregunta fundamental de las humanidades: “¿Qué es el hombre…?” (Salmos: 8:4), a la que la cultura griega tempranamente trató de dar respuesta, estableciendo las bases para el origen de la antropología filosófica. Los sofistas fueron los primeros filósofos en hacer de los problemas humanos el objeto principal de su reflexión, aseverando con Protágoras que el hombre era el centro de todas las cosas (Laercio, 1990, p. 236). Sócrates enunció que la esencia del hombre radicaba en su alma, mostrando con ello que la racionalidad era el rasgo distintivo de lo humano, por lo que alma y cuerpo comenzaron a diferenciarse como elementos integrantes de toda vida humana. Siguiendo a su maestro, Platón reconoció la primacía del alma sobre el cuerpo, entendiendo que éste no era más que un obstáculo o cárcel para el alma que preexiste y lo sobrevive. Para el filósofo griego, el hombre era esencialmente su alma –o un alma que se puede hacer servir de un cuerpo-, por ello encaminó su filosofía a enseñar cómo liberar al alma de la prisión del cuerpo mediante la acción purificadora del conocimiento1. En La República aclaró que el alma perfeccionaba al cuerpo (Platón, 1991, Libro tercero, p.485), valorando su relación con éste en la existencia humana individual y social, en la que la función directiva o de gobierno se organizaba en correspondencia con su parte racional2.

A diferencia de Platón, que veía la relación entre el alma y el cuerpo como accidental en la vida humana, Aristóteles consideraba al hombre como una sustancia compuesta de cuerpo y alma, en la que el alma era la sustancia formal o “la entelequia primera de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia” (Aristóteles, 1969, II, 1, pp. 47-48). Reconocía que ambos elementos eran inseparables, pero estimaba que lo que realmente distinguía a la vida humana era la presencia en ella de la razón o alma racional. Por ello planteaba en la Política que “los hombres llegan a ser buenos y virtuosos por tres cosas, que son la naturaleza, el hábito y la razón”, pero que encontrándose las dos primeras también en los demás animales, “el hombre vive por la razón que sólo él posee, por lo que es preciso que en él guarden aquellas tres cosas una armonía recíproca” (Aristóteles, 1992, VII, 12, p. 295).

Sin embargo, la vida del hombre y en general la humana no se agotan con la corporeidad y la espiritualidad individual, porque estas son a su vez partes de un conglomerado mucho mayor que resulta de la interacción de los propios seres humanos: la sociedad. Aristóteles también se percató de lo anterior, por ello definió al hombre diciendo que “por naturaleza es un animal político”, al tiempo que aseveraba “que quien por naturaleza y no por casos de fortuna carece de ciudad, está por debajo o por encima de lo que es el hombre”. Según la visión aristotélica, la sociedad precede al hombre como el todo a la parte por cuanto éste como individuo no se puede bastar a sí mismo, de ahí que considere que quien sea incapaz de vivir en sociedad o a causa de su suficiencia no la necesite, “es una bestia o un dios” (Aristóteles, 1992, Libro I, 1, pp. 158-159).

En la Edad Media encontró continuidad el pensamiento griego, pero esta vez de forma subordinada o como medio para un cometido mucho mayor: hacer razonable la fe. Para el cristianismo, religión y cosmovisión dominante en este período, la vida en general y la humana en particular eran el resultado de un acto de creación, adquiriendo su esencia de manos del creador, quien creó al hombre a imagen y semejanza suya, razón por la que el alma se llegó a interpretar como la expresión individual de la eterna espiritualidad divina en un cuerpo mortal. “Ningún ser vivo hay que no venga de Dios –decía San Agustín-, porque El es, ciertamente, la suma vida, la fuente de la vida” (San Agustín, 1956, XI, 21, p. 93).

Siguiendo a Platón, San Agustín consideraba que el hombre era esencialmente alma, un alma que se servía de un cuerpo (San Agustín, 1956, XXIII, 44, p.121), por ello, como ser libre, el hombre se veía obligado a elegir cómo vivir, según la carne o según el alma, y asumir las consecuencias de su elección (San Agustín, 2008). Así, basado en la concepción antropológica platónica y en su experiencia personal, el Obispo de Hipona entendió que al hombre, a quien todo le viene de Dios (San Agustín, 1997, I, VI, p. 14), la investigación lo debe

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