Las Tres Vias De La Etica
Enviado por lauraICO22 • 1 de Marzo de 2014 • 4.134 Palabras (17 Páginas) • 458 Visitas
La primera vía: el ensayo libre de lo posible o imperativo técnico. Tomar la decisión de intentar hacer todo lo que es posible no coincide con la afirmación de que todo es posible, ni tampoco con que todo lo que es posible es realizable. Significa que no se reconoce ninguna limitación a priori, ya sea ética, metafísica, religiosa o, de forma general, simbólica. La experimentación sólo mostraría lo que funciona aquí y ahora.
En esta vía, se trata de no poner límites a la investigación ya que “hay que hacer todo lo que es posible hacer”, es la consigna. La esencia misma de la investigación científica radica en que todo lo que es posible hacer se debe hacer. Por esta razón, se sostiene que la ciencia consiste en intentar cada posibilidad alternativamente, en rechazar lo que no funciona y admitir lo que funciona sin inquietarse por el hecho de que esto choque con nuestros prejuicios.
Algunas formulaciones al respecto pueden ser:
E. Teller (padre de la bomba atómica): “El hombre tecnológico debe producir todo lo que es posible y debe aplicar los conocimientos adquiridos sin límite alguno”.
D. Gabor (padre de la holografía): “lo que puede ser hecho debe hacerse”.
D. Janicaud: “Todo lo que es técnicamente realizable debe ser realizado con independencia de que esa realización, se juzgue como moralmente buena o mala”.2
Estos científicos tienen una idea común: la investigación científica está basada en un laissez-faire, es decir, en el derecho a la libertad de investigación; ella proclama la autonomía de la investigación. Este espíritu técnico y el espíritu del capitalismo tienen profundas analogías que gravitan alrededor de la noción de poder. La esencia de la tecnociencia radica en la voluntad de poder que hay en ella, en el deseo de dominar y controlar a las personas.
Una de las justificaciones filosóficas utilizadas para defender la opción de intentar todo lo posible se sustenta en el hecho de que esta tendencia prolongaría la evolución creadora explorando, de forma constructiva, la plasticidad de la especie humana, de la vida y, más generalmente, del ser. La idea de realizar cuanto es posible responde, igualmente, a la tentación de lo que se podría llamar “la creatividad tecnocientífica por la creatividad tecnocientífica”, es decir, por el placer y la satisfacción que ésta suscita en quien la practica como tal y que tanto evoca aquella otra tentación del arte por el arte. De alguna forma, afirma Hottois, es una “seducción tecnopoética que manifiesta, claramente, la amoralidad fundamental de la tecnociencia”. Asimismo, dirá Hottois, que “hay una fascinación propia de la técnica que nos lleva a pensar que ejecutar todo lo que es técnicamente posible es una actitud progresista y técnica. Éste es el comportamiento típico de la primera generación que prueba todas las posibilidades, simplemente, porque son nuevas, como un niño juguetón o un mono joven… La actividad técnica madura es otra. Utiliza los instrumentos técnicos como medios para conseguir un fin…una técnica que se da por un fin en sí todavía no es técnica”.3 Como podemos ver, esta primera vía expresa puntos de vista muy actuales en la imaginación contemporánea.
La segunda vía: la conservación del hombre-naturaleza. Según esta vía lo importante es “mantener el planeta en un estado de bienestar para el hombre”, porque “somos los gestores de la biósfera pero no sus propietarios”. La tecnociencia sólo podrá ponerse al servicio de esta preservación (conservación) y tendrá a cada momento que respetar la vida. De la misma forma, debe evitar poner en peligro la vida y la libertad de las personas, también debe preservar los equilibrios biológicos del planeta, debe evitar la imprudencia de romper la homeostasis terrestre (la evolución de los componentes químicos de la biósfera) y la supervivencia de las especies animales y vegetales que pueblan la tierra y, por último, salvaguardar la diversidad biológica.
La “filosofía” oficial de la UNESCO ha hecho un llamado para una mejor “gestión de lo vivo” y para una “estrategia mundial de la conservación”. Como podemos observar, generalmente se trata de llamadas de advertencia que se centran sólo en el sentido de la responsabilidad colectiva de hombres y mujeres respecto de las amenazas que pesan sobre el ambiente y que ponen en peligro la calidad de vida de las generaciones futuras e incluso la supervivencia de la humanidad. La moral conservacionista reúne tendencias que pueden ser o marcadamente antitecnocientíficas o favorables, exclusivamente, o algunas tecnologías llamadas blandas que no transtornen “el sabio orden de la naturaleza”. La moral de la conservación no parece fundarse sino en un marco teológico que hace del hombre y de la naturaleza la obra sagrada de Dios. El núcleo central de esta moral, dice Hottois, el respeto al orden y a las vías de la naturaleza porque expresan la voluntad divina.
La ética de la no intervención y de la conservación del hombre-naturaleza requiere muchas puntualizaciones, algunas de ellas son:
1. Debido a un cataclismo, el hombre natural está condenado a su desaparición. Sólo una tecnología extremadamente avanzada podría evitar ese destino. Sin embargo, no podría hacerlo sin afectar al hombre.
2. Esta ética, aunque pretende salvaguardar fielmente al hombre, ignora un aspecto esencial de él: el hombre es también homo faber o especie técnica, el ser vivo que transforma y reconstruye la naturaleza que ha engendrado y que se reconstruye también a sí mismo.
3. Este conservacionismo llevaría a prohibir una gran cantidad de posibilidades técnicas que ayudarían a combatir enfermedades y otras cosas.
En su radicalidad, la moral de la simple y pura renuncia a la tecnociencia y de una vuelta a la naturaleza es tan absurda que apenas es tenida en cuenta. Conviene también considerar la ética de la conservación del hombre y la naturaleza, como una forma mínima de la vía intermedia que se expresa en las moratorias que los científicos se imponen y cuyo efecto es frenar, con mayor o menor fuerza, a la tecnociencia. Hottois se pregunta: ¿cuáles son las motivaciones profundas (más allá de la prudencia) que subyacen a las actitudes de renuncia respecto a las posibilidades tecnocientíficas, capaces de trastornar el hombre-naturaleza? y dice que, negativamente hablando, se debe a una especie de horror sagrado con relación a todo lo que amenaza con devastar los cimientos mismos del orden natural, particularmente el de la naturaleza humana. El deseo de intervenir especies naturales superiores, de producir híbridos genéticos para-humanos, impulsar la
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