Antologia
Enviado por valentinamonchy • 21 de Noviembre de 2014 • 3.585 Palabras (15 Páginas) • 325 Visitas
ESC.SEC.GRAL. Nº 2. “JAIME TORRES BODET ”
“ ANTOLOGIA DE MITOS Y LEYENDAS ”
MATERIA: Español
ALUMNO:
GRADO:1 GRUPO: A
MAESTRA : Mary Lachica
LOS MOCHIS, SINALOA, 10 DE OCTUBRE DEL 2014.
INDICE
INTRODUCCION--------------------------------------------------------------------------------------- 3
MITOS----------------------------------------------------------------------------------------------------- 4
MITO EL MONSTRUO DEL ARMARIO ---------------------------------------------------------- 5
LOS PRIMEROS HOMBRES MAL HECHOS -------------------------------------------------- 6
EL TLALOCAN Y EL TONATIUH ILHUICATL -------------------------------------------------- 8
LEYENDAS --------------------------------------------------------------------------------------------- 11
LEYENDA LA NOVIA DE CULIACÁN ----------------------------------------------------------- 12
EL ZOOLÓGICO DE CULIACÁN ----------------------------------------------------------------- 13
LA MUJER DE BLANCO ---------------------------------------------------------------------------- 14
CONCLUSION ----------------------------------------------------------------------------------------- 17
BIBLIOGRAFIA ---------------------------------------------------------------------------------------- 18
INTRODUCCION
Los mitos y las leyendas contribuyen relatos fundamentales para conocer la cultura de una comunidad, ya que guardan saberes colectivos ancestrales que representan a los pueblos que le han dado origen. Al leer estos relatos viajaras a tiempos muy remotos y disfrutaras sus personajes como héroes, heroínas, dioses, etc.
MITO EL MONSTRUO DEL ARMARIO
Esta historia trata sobre una niña que era hija única, amada y consentida por sus padres, recibía todo lo que ella solicitaba. La niña de tan solo 9 años decía a sus padres todas las noches que una extraña criatura la observaba desde el armario, a los que los padres solo decían que era algo de su imaginación.
Todas las noches la niña sufría un miedo terrible debido a que veía una sombra dentro de su armario y en medio de la oscuridad pasaba malas noches por temor a lo que le podía ocurrir. Una noche la niña comenzó a escuchar cosas y se arropo más fuerte con su sabana, llena de temor a que aquel monstruo le pudiera hacer daño. Luego de horas escuchando aquel ruedo, la niña se levantó de la cama y se dirigió hacia el armario llena de temor porque no sabía qué clase de criatura podría encontrar. Al momento de acercarse, una mano. Jaló dentro del armario y solo un rastro de sangre quedó en la habitación. Los papás, desconcertados al verlo, solo se lamentaron de no haber escuchado a su pequeña niña y de inmediato se mudaron de casa.
LOS PRIMEROS HOMBRES MAL HECHOS
Había una vez dos dioses que vivían en el silencio y la oscuridad. No existían la naturaleza, los animales ni los hombres. Solamente un inmenso mar en reposo, donde acostumbraban pasear Tepeu y Gucumatz. Vivían bajo plumas verdes y azules en el Cielo, junto a Corazón del Cielo, Huracán, El de una sola Pierna. Un día en que estaban platicando decidieron que se hacía necesario dar vida al hombre y a la naturaleza. Huracán aceptó y así lo dispuso, Huracán que es tres en uno: Caculhá-Huracán, Chipi-Caculhá y Raxá-Caculhá. Y bajo el conjuro de las palabras de Tepeu y Gucumatz, el mar se retiró, surgió la Tierra: las montañas, los valles. Luego, aparecieron las corrientes de agua, los arroyos. Una vez creada la Tierra, los dioses agradecieron a Corazón del Cielo y a Corazón de la Tierra. A continuación, aparecieron los animales del monte, los espíritus del bosque, de la montaña y de los bejucos, los pájaros, los venados, los tigres, las serpientes; a todos ellos les asignaron un lugar en la Tierra donde deberían vivir por siempre, y a cada uno les dieron habla a la manera de cada especie, para que alabaran a Corazón del Cielo y a Corazón de la Tierra. Pero los animales no hablaban como de los hombres, y por lo tanto no podían decir los nombres de los dioses, ni rezar ni venerarlos como era debido. De tal manera que la pareja creadora decidió que debían dar vida a otros seres que fueran obedientes y pudieran adorarlos. Pero como los dioses eran buenos decidieron darles a los animales otra oportunidad para que hablaran, pronunciaran sus nombres y los venerasen. Pero fue inútil, los animales siguieron sin hablar y solo emitían los sonidos propios de su especie: graznaban, croaban, gruñían, piaban. Ante tal incapacidad, los dioses dijeron a los animales que su destino sería ser cazados y comidos.
Cuando ya estaban cerca el amanecer y la aurora, los dioses pensaron que era el momento de crear unos seres que los sustentaran, los alimentaran, los alabaran y los veneraran. Entonces tomaron barro de la tierra y formaron la carne de los hombres; pero estaba tan blanda que la cabeza se les iba de un lado para otro y, además, la vista la tenían nublada. Estos hombres podían hablar, pero no tenían razonamiento. Con el agua se desbarataron. Los dioses fueron a ver a los adivinos Ixpiyacoc e Ixmucané (por otros nombres Hunahpú-Vuch y Hunahpú-Utiú): la Abuela del Día, el Abuelo del Alba. En seguida, los dos dioses viejos echaron sus granos de maíz y de tzité para adivinar lo que se debía hacer para lograr crear a los seres destinados a venerar a los dioses. Después de llevar a cabo la ceremonia adivinatoria, los Abuelos dijeron que los hombres se deberían formarse de madera. Los dioses se pusieron manos a la obra y labraron muñecos de madera que eran la imagen de los hombres de la tierra y que contaban con la capacidad de hablar. Los muñecos se aparearon y tuvieron hijos; pero tenían un defecto: carecían de alma, no tenían entendimiento, caminaban a gatas, y no se acordaban de Corazón de Cielo al que, por supuesto, no veneraban. Carecían de sangre, sus manos y pies eran inconsistentes, su carne estaba amarilla, su cara enjuta.
Ante tal horror, los dioses destruyeron a estos primeros hombres mal hechos, Corazón del Cielo envió un terrible diluvio que dio fin a su existencia.
Tepeu y Gucumatz hicieron un nuevo hombre con tzité, y a la mujer le hicieron su carne con espadaña; pero no hablaban ni pensaban, por lo cual una resina llegó del Cielo, Xecotcovach les vació los ojos, Camalotz les cortó la cabeza,
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