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Español II


Enviado por   •  9 de Octubre de 2013  •  1.125 Palabras (5 Páginas)  •  704 Visitas

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1- Establece la diferencia entre los textos escritos en versos y los escritos en prosa

2.- Describe las etapas de desarrollo del texto narrativo.

3.- Explica cuál es la función del narrador y define los tipos más usuales.

4.- Explica la razón por la que algunos estudiosos llaman a la descripción “pintura de palabras”.

5- Define los tipos de descripción tomando en consideración el objeto descrito.

6.- Explica la función de los textos expositivos.

II- Lee cuidadosamente la historia siguiente, y responde las interrogantes que aparecen al final:

Aprender a pensar

(Versión libre del cuento de David Owen)

‘El señor Whitson nos enseñaba ciencias naturales en sexto año de primaria. El primer día de clases, su exposición trató de una criatura llamada gatiguampo, animal nocturno y mal adaptado al medio biológico, que se extinguió durante la Era de las Glaciaciones. El maestro hizo pasar un cráneo de mano en mano, mientras explicaba el tema. Todos tomamos notas y, más tarde, contestamos un cuestionario sobre esa lección.

Cuando me devolvió mi prueba me quedé boquiabierto: una enorme equis roja tachaba cada una de mis respuestas. ¡Estaba reprobado! ¡Debía de haber algún error! Había repetido al pie de la letra las palabras del maestro. Inmediatamente supe que toda la clase había salido reprobada. ¿Qué había ocurrido?

Muy sencillo, nos explicó el señor Whitson. Él había inventado ese cuento del gatiguampo. Jamás había existido tal especie. Por lo tanto, cada uno de los datos de nuestras notas era incorrecto. ¿Acaso queríamos que nos aprobara por contestar falsedades?

Huelga decir que nos pusimos furiosos. ¿Qué clase de prueba era esa? ¿Y que clase de maestro era éste?

Tendríamos que habérnoslo imaginado, prosiguió el señor Whitson. En efecto: mientras circulaba entre nosotros el cráneo (que era de gato), ¿acaso no nos había dicho que no había quedado ningún vestigio del animal? Había hablado también de su visión nocturna, del color de su piel y de otras muchas características de las que él no podría haberse enterado. Para colmo, le había puesto un nombre ridículo, y ni así habíamos maliciado la artimaña. Nos informó que anotaría los ceros de nuestras pruebas en las actas de exámenes oficiales.

El señor Whitson agregó que esperaba que hubiéramos aprendido algo de esa experiencia: los maestros y los libros de texto no son infalibles. Y nadie lo es. Nos recomendó no permitir que nuestras mentes se adormecieran y tener siempre la disposición de hacer una investigación por nuestra propia cuenta. Y cuando estemos seguros, después de habernos documentado, tener el valor expresar nuestra inconformidad si el maestro o el libro de texto nos parecen errados.

Cada lección del señor Whitson constituía una aventura. Todavía hoy recuerdo, casi de principio a fin, algunas de sus disertaciones. Un día nos dijo que su Volkswagen era un organismo viviente. Tardamos dos días en armar una refutación que le pareciera aceptable. No se dio por satisfecho hasta que le demostramos no sólo que sabíamos lo que era un organismo viviente, sino también que teníamos la entereza de defender la verdad.

Aplicamos nuestro nuevo escepticismo a todas las materias de enseñanza. Esto ocasionó problemas a los demás maestros, quienes no estaban acostumbrados a que los contradijeran. Nuestro maestro de historia, por ejemplo, disertaba sobre cualquier tema y, de pronto, se oían carraspeos y alguien susurraba: “gatiguampo”.

No he realizado

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