Lecturas Para Tercer Grado
Enviado por productos • 12 de Marzo de 2014 • 3.206 Palabras (13 Páginas) • 488 Visitas
1. El caminante de los pies gigantes
Había una vez un señor muy alto, que tenía los pies tan grandes, que con un solo paso avanzaba como si hubiera dado tres. El señor estaba orgulloso de sus pies, porque gracias a ellos podía hacer lo que más le gustaba: viajar. Así, recorría con gusto los caminos. Su única propiedad era una bolsa donde guardaba un recuerdo de cada lugar que visitaba. Un día se encontró a un pastor; luego de platicar un rato, éste le presumió: –Fíjate que allá en mi tierra, viven unos peces que vuelan; y tú ¿de dónde eres? El señor se quedó callado. No recordaba de dónde era, por eso respondió: –No sé. Hace tanto tiempo que viajo, que ya lo olvidé. –Si quieres te llevo con alguien que te puede ayudar –dijo el pastor. Entonces fueron a ver a un gran sabio que vivía en una cueva. Allí, el sabio dijo: –Busca unas piedras que tienen huellas de pies como los tuyos; aunque escuches ruidos extraños, no temas, allá conocerás tu origen. A partir de ese día, el señor caminó más rápido aún, pues deseaba encontrar las piedras. Fue al mar, a los cerros y al bosque, pero las piedras no aparecían. Así lo hizo, pero su viaje era cada vez más largo. Ya le dolían los pies y miraba sin interés lo que había a su alrededor. Una tarde oscureció temprano y el señor no pudo continuar su viaje. De pronto, oyó unas voces en el viento. Asustado, puso una mano sobre su oído y se durmió. En su sueño, vio dos gigantes parecidos a él, aunque más altos y con pies enormes. –Ha terminado tu búsqueda –le dijo uno de ellos. El otro gigante continuó: –Un día, a nuestro pueblo lo destruyó el egoísmo. Tú eres el último gigante, ahora que lo sabes, sigue tu viaje y haz el bien.
En eso, el señor despertó. Frente a él, estaban las piedras que tanto buscó. Eran muy grandes y tenían las huellas de sus antepasados. Luego de un rato, recogió una piedrita y la guardó en la bolsa de su pantalón. Era tiempo de seguir su camino, ya sabía dónde había nacido.
Gloria Morales Veyra, El caminante de los pies gigantes, Claudia de Teresa, ilus. México, SEP-CONAFE, 2001.
2. Los cuatro amigos
Tiempo atrás, en las selvas de la India los animales tenían la capacidad de razonar y hablar. Un día, un cuervo reposaba tranquilamente a la sombra de un árbol, cuando vio acercarse a un cazador con muy malas intenciones. El ave se quedó muy quieta para no llamar la atención del hombre y vio cómo ponía una trampa para cazar, y colocaba trigo encima de ella. Al cabo de un rato, una bandada de palomas llegó para comerse el trigo. En cuanto pusieron sus patitas en la trampa, una red cayó sobre ellas y quedaron atrapadas. Pero haciendo uso de su inteligencia, las palomas aletearon y volando con la red sobre ellas, fueron con el amigo ratón y éste, sin pedir nada a cambio, mordió la red con sus dientecillos y logró liberar a las palomas. El cuervo vio el acto de generosidad del ratón y deseó con todas sus fuerzas ser su amigo. Después insistir y de que el ratón perdió el miedo al cuervo, ambos se hicieron amigos y se fueron a vivir a un lugar donde había agua y pastos, donde nadie pudiera matar al ratón. En su nuevo hogar, el ratón y el cuervo se encontraron con la tortuga, quien no los reconoció y, muerta de miedo, se lanzó al agua. Sin embargo, cuando reconoció la voz del cuervo, quien era su amigo, la tortuga salió tranquila. El ratón comenzó a contarles sus hazañas y cómo había aprendido a valorar la amistad sincera por encima de todas las cosas. Así los tres se fueron haciendo inseparables. Un día, llegó un venado asustado porque lo perseguían unos cazadores y tanto el ratón, como el cuervo y la tortuga lo aceptaron y protegieron. El venado permaneció algún tiempo con ellos, pero un día no volvió. El cuervo voló para buscarlo y lo encontró atrapado en una red. Regresó a contarles a los otros dos, y juntos fueron a rescatarlo. El
LEEMOS MEJOR DÍA A DÍA
TERCER GRADO
ratón cortó con sus dientes la red, pero venado sintió mucha tristeza, porque cuando regresara el cazador la única que no podría escapar sería tortuga. Y así fue. Al volver el cazador, el cuervo voló, el ciervo corrió y el ratón se escondió, y la pobre tortuga fue puesta en una red. Al ver a su amiga atrapada, los otros tres amigos idearon el plan perfecto para rescatarla, ¿Quieren saber cuál fue ese plan? Ok, pero esa será otra historia.
Sara Nava Sanmillán, Los cuatro amigos. México, SEP-Nuevo México, 2004.
3. El Manchas
Javi es un niño que tiene un perro que se llama El Manchas. En la parte de la historia que vamos a leer hoy, el niño y el perro están separados. ´ Javi se siente como si se hubiera quedado manco, cojo, sin su sombra. Así era como se sentía sin su perro El Manchas. Era cierto que el nuevo país era bueno y más saber dos idiomas, pero estar sin El Manchas, era como estar sin su alma. Por su parte, El Manchas tenía como dueño a alguien que pretendía ser su amigo y quien se veía buena persona; aún así, El Manchas, que estaba en un buen lugar, al menos con un espacio más grande que el que tenía con Javi, extrañaba de la misma forma a su antiguo dueño. Y como Javi no resistió más tiempo la ausencia de su amigo El Manchas, decidió romper el cochino [su alcancía] para poder ir en busca de él. Sabía que su madre se preocuparía al no encontrarlo en casa, pero el regaño valía la pena. Javi sacó las monedas y venciendo sus miedos de salir solo, tomó el autobús y después de tanto buscar y sudar por los nervios de andar solo en la ciudad, encontró la dirección. Al tocar la puerta le abrió una señora que al verle el aspecto tan cansado, le invitó una limonada, pero del perro no decía nada. Después de una gran insistencia por parte de Javi, la señora le dijo que, en efecto, su hijo había tenido al perro, pero que lo había vendido. Mientras tanto El Manchas, después de haber bebido un poco de agua para aguantar el viaje, decidió escapar de su actual dueño, por bueno que fuera. El Manchas no hallaba una
salida; no, al menos, la que lo obligaba a pasar por unos perros igual o más furiosos que él. Corrió y corrió y saltó la cerca, pero al hacerlo, su pata se lastimó. La ciudad parecía muy grande. Javi fue a buscar al nuevo dueño. El señor lo vio y reconoció por quién venía pero, desgraciadamente, El Manchas, ya no estaba. Tanto viaje para nada. El teléfono sonó. Al principio la tristeza no permitió a Javi poner atención a la llamada, pero pronto entendió que quien llamaba era su mamá. Muerto de miedo y tristeza comenzó a llorar y escuchó lo que su madre le dijo: –¡Hijo! El susto que me has dado. No debiste marcharte así, sin avisarme. Pero mira, te voy a poner a alguien en el teléfono, alguien que ha hecho un
...