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Planificacion Quinto Basico


Enviado por   •  6 de Abril de 2014  •  1.610 Palabras (7 Páginas)  •  329 Visitas

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Entretanto los quejidos se volvían como un rezongo, como una vozenojada, y también había un crujir de huesos. Se me pararon los pelosque hacía tanto tiempo me caían en los ojos y se me puso áspero el pellejo.En ese momento se oyó una voz:—¡Qué horrible pesadilla! —decía— Soñé que me iba al cielo en uncarro de fuego y desde mucha altura caía a tierra ardiendo. ¡Quétonterías se sueñan!Ahí me acordé de todo. Era el señor Rubilar que resucitaba (otromilagro mío, a lo mejor) y lo más estupendo era que se levantaba como sinada fuera, sin quejarse de estar quebrado ni nada.—¿Usted está bien seguro que fue una pesadilla? —le pregunté— ¿Nadale duele?—Nada. ¿Por qué no enciendes luz, Bienvenido? Está oscureciendo.—Quebré la ampolleta de mi velador y no puedo levantarme aencender la otra.Apenas dije esto, se iluminó la pieza, y mi amigo el Profeta me miródesde su altura con cara muy sonriente.

—También tú has dormido —dijo— y no te vendría mal un paseo en misilla de ruedas. A ver si me dejas regalonearte un poco. Allá en mi cuarto hayalgunas sorpresas para ti, de este amigo agradecido.Dejé que me tomara en sus brazos y me sentara en el carro de plata.Pisaba firme en el suelo y me instalaba suavemente entre chales. Como si fuerauna niñera gorda, empujaba despacio el carro hacia afuera.

Era la hora del silencio, y no encontramos a nadie en el pasillo. Laslucecitas rojas de las puertas hacían ver todo rosado como de amanecer yyo ni sabía si era noche o mañana. Entramos al 13 y cerramos la puerta sinhacer ruido. El señor Rubilar con su bata peluda como un oso abrió elropero blanco de su cuarto y sacó de él un paquete cuadrado. Yo mehabía alcanzado a imaginar que me tenía un rifle, alguna Hecha, unospatines, en fin... Esa cajita cuadrada a lo peor eran galletas (no queríacomer) o alguna tontería, gusto de grandes. Me sentí mal y débil.—Desenvuélvelo tú —me dijo entregándome el paquete, y yo lo desatésin ninguna esperanza.Pero es lo bueno cuando uno no espera nada: resulta siempre algoregio y al abrir el papel, me encontré con una radio a pila, de esas de ondacorta y larga. Casi me morí de gusto.—¿Es para mí?—le pregunté.—Para ti. Te servirá de entretenimiento mientras estés en cama.

—¿Usted es contrabandista?—Ahora no... —dijo riendo— No soy más que un viejo reumático.La hicimos funcionar y oímos de todo el mundo: China, Polo Sur,Mendoza, Quillota y Rusia. Era maravilloso. En su estuchito de cuero, comouna máquina fotográfica cualquiera, uno viajaba por todo el mundo conella. Del puro gusto le di un beso al Profeta.—¿Podremos comunicarnos con algún satélite? —le pregunté. Yentonces se puso amarillo y se sentó en su cama.—No me hables de esas cosas —dijo—. Me hace daño. Yo trabajémuchos años en un laboratorio y no quiero acordarme de todo eso.—Creí que era contrabandista.—Y sabio también. He sido muchas cosas. Pero ahora no recuerdoquién soy.—Es el señor Rubilar —le expliqué—. Antes creía yo que usted era elProfeta Elías. Pero, al fin, da lo mismo.—No da lo mismo, ¿quién te ha dicho que soy Rubilar?—Creo que la enfermera...—Miente. Esa mujer miente. ¿O es que tú eres también Rubilar?Le dije «No« con la cabeza. Se me había secado un poco la lengua alverlo tan enojado con la Berenice. ¿Por qué no querría ser el que era? ¿Porqué me preguntaba si yo era Rubilar?—Soy tu abuelo —dijo con voz de Águila—. Ahora lo recuerdo todo. Loestoy viendo suceder, como en una película. Espera un poco; voy a contarteun cuento; mi cuento. Yo no sabía quién soy, me creía un personaje sinhistoria. Cada persona tiene su cuento, yo tengo el mío. Uno es el que

es

en el cuento ¿me entiendes? Mi historia me hizo a mí y yo hice mihistoria. ¿Verás ahora cómo y por qué soy tu abuelo? ... el señor Rubilar,como me llaman. Escucha... Hace muchos años, yo era tan chico como tú ydormía en una bodega entre un montón de botellas vacías que rodabanpor el suelo cada vez que yo en sueños cambiaba de postura. No teníahogar, ni padres ni parientes. Me las arreglaba sólito y no me faltaba nidónde dormir ni qué comer. En mi bodega había frutas, en algún huertoverduras, y cuando quería trabajar me pagaban con panes o comidacaliente. Cuando me crecieron las piernas, me dio por caminar y meempleé en una mina. Los mineros me llamaban su «mascota« porquedecían que yo traía suerte. Se peleaban porque trabajara con ellos. Poco apoco me di cuenta que yo mismo era esa mina: los dejaba disputarmecomo en un remate y trabajaba para el mejor postor.Una noche me desperté ahogado. Alguien me había envuelto en unamanta y me llevaba maniatado y amordazado entre sacos. Traté delibrarme hasta que, por fin, los brazos fuertes que me apretaban,cedieron, y caí al suelo. Sentí entonces

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