Antinomias De La Ed
Enviado por piagroposo • 16 de Junio de 2014 • 1.349 Palabras (6 Páginas) • 222 Visitas
Un nuevo principio de curso bien merece una consideración global de los temas educativos que se eleve por encima del conflicto concreto o del problema de cada día para tratar de alcanzar las coordenadas generales en que la mayor parte de ellos se plantea. Estas coordenadas presentan muchas veces el carácter de antinomias que dificultan-, y en todo caso, condicionan la política educativa.Administrar o educar
He aquí la primera antinomia que aparece en el quehacer cotidiano de un Ministerio de Educación. Administrar se refiere a la ordenación de los medios materiales y personales que hacen posible la educación. La inmensa mayoría de las cuestiones urgentes que exigen imperiosamente una solución son de esta índole. Plantean insuficiencias presupuestarias, esclerosis de gestión, problemas de personal. Ocurre, sin embargo, que su solución muchas veces radica en centros de decisión externos a la propia Administración educativa. De ahí resulta lo que cabe denominar disfuncionalidad congénita de los ministerios de Educación. En el caso español, esta disfuncionalidad es notoria. Del Ministerio de Educación depende casi la mitad de los funcioñarios públicos existentes. El Ministerio de Educación es además, el primero en cuanto á consignaciones presupuestarias. Pues bien, ni en la política general de personal ni en la política presupuestaria -ni siquiera interna del departamento- existe un margen suficiente de decisión propia, basada en requerimientos estrictamente educativos. El objetivo educativo queda, a veces, supeditado a exigencias de la Administración no educativa.
Cantidad o calidad
La realidad descrita tiene repercusión inmediata sobre la prioridad que se concede a los planteamientos cuantitativos y cualitativos de la educación. Aún hoy estamos obsesionados por la cantidad. Nos preocupa la cantidad de alumnos que se escolarizan; nos preocupa menos qué es lo que esos alumnos aprenden. Dedícamos mucho esfuerzo a la construcción de centros escolares, pero poca atención a la calidad de esas construcciones que en poco tiempo pueden deteriorarse de modo deplorable. Nos martiriza la cantidad (exigua) que cobran nuestros profesores (de todos los niveles) a fin de mes. Pasamos a veces por alto la exigencia de calidad en el profesorado, los requerimientos mínimos de su selección, formación y perfeccíonamiento.
Las fuerzas sociales espontáneas se movilizan preferentemente en torno a problemas cuantitativos. Importa que los alumnos tengan plazas escolares, que vayan a clase con regularidad, que pasen curso y luego obtengan alguna clase de título o certificado. Importa qiie los profesores cobren más, que los padres paguen menos (o nada); que los profesores tengan estabilidad en el empleo y no sean desplazados fuera de su provincia.
Las preocupaciones por la calidad aparecen menos. Se puede cumplir con unas breves invocaciones de ritual. La exigencia de calidad, en el fondo, resulta molesta; es un incordio. Obliga a sacudir de la rutina a respetables maquinarias burocráticas del Ministerio. Obliga a avivar el seso a más de uno, incluido el ministro del ramo. Conlleva la introducción de mayor competitividad en todos los niveles. Exige más estudio a los alumnos y un esfuerzo permanente de puesta al día en el profesorado. Nada de esto se suele reclamar con apremio desde las instancias sociales.
Educación y empleo
La sociedad española se ha venido conformando con el proceso de crecimiento cuantitativo de la educación. La generalización de la educación básica a toda la población en edad escolar es un hecho. Ahora la aspiración social parece encaminarse a que haya muchos más españoles con el título de bachiller y con estudios universitarios. Se heredan así las pautas de valoración propias del pasado. Los padres aspiran a que sus hijos alcancen un título que en su tiempo era símbolo de status. Pero resulta que en la sociedad tecnológica avanzada los requerimientos del empleo pueden pulverizar muchos símbolos de status heredados. La necesidad de reorientar las prioridades sociales y de ajustar el producto del sistema educativo a las necesldades económicas es un objetivo indeclinable. Hay que convencer a las fuerzas vivas de aquí y de allá que no siempre es necesario, y desde luego no es posible, crear un instituto de bachillerato en cada pueblo y una universidad en cada capital de provincia. Hay que convencer a la
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