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Autonomía


Enviado por   •  30 de Junio de 2011  •  2.649 Palabras (11 Páginas)  •  1.439 Visitas

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1. Autonomía

En nuestra vida cotidiana siempre interactuamos con otros seres humanos. Ya sea con gusto o no, por obligación o por placer, todos los días nos encontramos viviendo en sociedad. Desde los integrantes de nuestra familia, los vecinos, los que atienden los negocios a los que normalmente vamos a hacer nuestras compras, los conductores del transporte público, hasta los compañeros de la escuela o del trabajo, toda nuestra vida se desarrolla —y nosotros con ella— en estrecha relación con otras personas. Es muy difícil imaginarnos vivir completamente fuera de la sociedad. Incluso si nos pudiéramos ir lejos y ser ermitaños, no sólo en los posibles y esporádicos encuentros con peregrinos o viajeros, sino en la propia formación que hubiéramos alcanzado antes de refugiarnos en la soledad, se manifestaría nuestro carácter social.

El carácter social nos acompaña toda la vida aunque en algunas ocasiones, desde nuestra individualidad, podamos verlo como algo que nos es ajeno, impuesto o incluso prescindible. ¿Por qué vivimos en sociedad? ¿Por qué la convivencia con las otras personas, al mismo tiempo que necesaria, también puede llegar a ser conflictiva?

El concepto de individuo. La palabra individuo remite a los miembros de una especie, no sólo de la humana, que es la que nos interesa especialmente en este tema. El término viene del latín individuum, que significa indiviso e indivisible, es decir, que no puede ser dividido. De hecho, tratar de dividir en partes a un individuo implica su muerte, porque éste existe como unidad. Pensemos, por ejemplo, en algún mamífero: un gato. Si bien podemos distinguir los diversos sistemas que lo conforman (respiratorio, circulatorio, digestivo, nervioso, muscular, óseo), si tratáramos de separarlos, el animal perecería. Además de indivisible, el individuo se ha concebido también como un ser único e irrepetible. Cada miembro de una especie es singular, tiene algunas notas especiales que lo distinguen de los otros miembros de su especie, a pesar de que comparta con ellos otras muchas características. De esta manera, ningún gato es idéntico a otro, así como también nosotros somos distintos a nuestros padres y hermanos.

Por lo que se refiere a los individuos de la especie humana es de destacar cómo, a pesar de sus singularidades y diferencias, se trata de individuos que interactúan constantemente entre sí. Estas interacciones pueden ser muy diversas e implicar también distintas motivaciones; a veces nos mueven más los sentimientos altruistas y de solidaridad; otras, en cambio, nuestro egoísmo e interés personal, familiar o de grupo. Por eso no debe extrañarnos que las relaciones con otros seres humanos puedan ser armoniosas y pacificas, como también tensas y conflictivas.

Es pertinente señalar que cuando hablamos de relaciones “armoniosas” o “conflictivas” con los demás, no estamos presuponiendo que necesariamente las primeras sean siempre positivas y las segundas negativas. Por ejemplo, en una comunidad racista, la búsqueda de la armonía social puede llevar a compartir su racismo por simple conveniencia o comodidad a pesar de que las costumbres establecidas impliquen grandes injusticias; en cambio, la irrupción del conflicto puede surgir a partir de una crítica que cuestiona precisamente esas costumbres injustas y trata de superarlas.

Ya en la Grecia antigua, Aristóteles había definido al ser humano como “un ser social y dispuesto por la naturaleza a vivir con otros”. Para él, si bien es un ser racional, el ser humano no puede realizarse plenamente fuera de la vida comunitaria; es decir, es a partir de nuestra interacción con los otros que podemos desarrollar de manera óptima nuestras capacidades.

Pensemos, por ejemplo, en todas las cosas que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida. Aunque mucho es resultado de nuestro esfuerzo personal, siempre ha estado presente ese vínculo social en el cual hemos crecido, primero dentro del seno familiar, después en la escuela y en el espacio de trabajo. Y no sólo hemos aprendido “el conocimiento científico”, sino también a conocernos a nosotros mismos, a comunicarnos con los demás, a apreciar la música o un buen libro, a disfrutar de los amigos y a defender nuestros puntos de vista, por mencionar sólo algunos aspectos. Dada la relevancia de lo social para el desarrollo del ser humano, Aristóteles llegó a afirmar que la sociedad era anterior al individuo, entendiendo con esto que éste sólo puede realizarse dentro de aquella.

En el otro extremo temporal, el filósofo contemporáneo John Rawls también señaló, en su libro La justicia como equidad, “que los ciudadanos se conciben nacidos en la sociedad: es en ella donde pasarán su vida entera. Los ciudadanos sólo acceden a ese mundo social mediante nacimiento, y sólo con la muerte lo abandonan”. Nacemos en sociedad y es dentro de sus instituciones donde pasaremos toda la vida; nuestro nacimiento está asentado en el registro civil con el nombre que nos dieron nuestros padres y que, de no hacerse un juicio para cambiarlo, nos acompañará hasta la muerte, la cual quedará también registrada en dicha institución. Asimismo, es dentro de una familia (o un orfanato) donde transcurrieron nuestros primeros años de vida, en la escuela donde aprendimos a leer y escribir, y en alguna empresa o dependencia pública donde podemos trabajar.

Entonces, es a partir de las instituciones que interactuamos con los otros, tanto para desarrollar los intereses que podamos tener en común como para conseguir nuestros propios fines personales. Precisamente porque nuestras relaciones con los demás pueden ser conflictivas, requerimos de acuerdos y normas que nos permitan organizarnos en sociedad y resolver esos posibles conflictos sin tener que recurrir al uso de la fuerza o, incluso, a la eliminación física del otro.

La relación individuo-sociedad se puede entender básicamente de dos maneras: privilegiando el ámbito individual o el ámbito social. Ambas posiciones las podemos ejemplificar con dos corrientes fundamentales del pensamiento político: el liberalismo y el comunitarismo. Cada una de estas posiciones concibe de modo diferente la relación individuo-sociedad.

La concepción liberal. Si bien hay diversos tipos de liberalismo, en general podemos decir que para esta corriente de pensamiento lo más importante son los individuos, los cuales se conciben como seres libres que, aunque necesitan vivir en sociedad, son independientes y separados entre sí. La libertad del individuo es entendida como autodeterminación, es decir, que él mismo construye y escoge sus propias determinaciones. Por ello, la preocupación principal del liberalismo es proteger al individuo de cualquier

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