Diario De Un Seductor
Enviado por danielleniebles • 23 de Enero de 2012 • 10.179 Palabras (41 Páginas) • 707 Visitas
Diario de un Seductor
Sören Kierkegaard
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PROLOGO
Sua passion predominante é la giovin principiante.
DON GIOVANNI, aria1
No puedo ocultármelo a mí mismo: a duras penas domino la ansiedad que me atosiga
en este instante, ahora que, empujado por mi interés, decido transcribir, con mucho
cuidado, la copia apresurada que, con riesgo y con mucho esfuerzo, conseguí entonces. El
episodio, hoy como ayer, se me presenta, a pesar de todo, muy angustioso y lleno de
reproches. Contrariamente a su costumbre, él no había cerrado la mesa del escritorio, por
lo que su contenido se encontraba a mi disposición, e inútilmente intenté justificar mi
actitud recordándome que jamás había abierto un cajón. Había un cajón abierto. Y dentro
había muchos papeles desordenados, y encina estaba apoyado un volumen in quarto, muy
bien encuadernado. En la página por la que estaba abierto había un trozo de papel blanco,
en el que estaba escrito de su puño y letra: Commentarius perpetuas n. 4. Sería, por tanto,
completamente inútil justificarse de que, si el libro no hubiera estado abierto en esa
página y si el título no fuese tan sugestivo, yo no habría cedido a la tentación, o al menos
hubiera intentado resistirla. El título resultaba bastante raro, más que por sí mismo por el
lugar en el que se encontraba. Al echar una ojeada a los papeles desordenados entendí
que no contenían más que alusiones a episodios eróticos, alguna indicación de relaciones
personales y borradores de cartas de naturaleza estrictamente privada, de las que más
tarde comprendí la artificiosa, calculada negligencia. Si ahora, después de haber
penetrado el interior tenebroso de aquel hombre corrompido, evoco el instante en que,
con la mente tensa y los ojos abiertos, me acerqué a aquel cajón, siento una impresión
parecida a la que debe sentir un policía cuando entra en la guarida de un falsificador y,
curioseando entre sus cosas, encuentra en un cajón un montón de folios desordenados y
pruebas de imprenta: en una, un trozo de arabesco; en otra, un monograma, y en una tercera,
una filigrana al revés; tiene así la prueba evidente de que se encuentra sobre la pista
buena; y dentro de él se mezclan la satisfacción del descubrimiento con un sentido de
admiración por el trabajo y la diligencia empleados en las falsificaciones. Para mí, por el
contrario, era muy distinto, ya que no estaba acostumbrado a investigar delitos y, en ese
caso, no tenía ni siquiera un mandato policial. Habría deseado que se me hubiese
manifestado la verdad con todo su peso, ya que me estaba metiendo por un cansino ilegal;
pero en ese momento, como sucede normalmente, me sentía no menos pobre de palabras
que de pensamientos. Con frecuencia, nos dejamos dominar por una impresión, hasta que
la reflexión nos libera, y, rápida y diligente en su acción, consigue penetrar lo
imponderable desconocido. Cuanto más desarrollada está la facultad de reflexión, con
mayor rapidez se concentra; del mismo modo que un funcionario de aduanas está tan
acostumbrado a controlar pasaportes de viajeros extranjeros que no se despista ante las
caras más raras. Pero, aunque mi facultad de reflexionar está vigorosamente desarrollada,
en el primer instante me quedé consternado. Recuerdo claramente: palidecí, y me faltó
1 "La pasión que domina / la juventud que nace.” (Don Juan, "aria")
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poco para caer desmayado. ¡Qué angustia! ¡Si él hubiese regresado a su casa y me hubiera
encontrado desmayado, con el cajón en la mano..., pero una mala conciencia es
capaz de hacer la vida interesante!
El título del libro no me llamó demasiado la atención. Imaginé que se trataba de una
recopilación de fragmentos, hipótesis bastante natural, ya que sabía que era muy constante
en sus estudios. Sin embargo, el contenido era muy distinto. Se trataba, ni más ni
menos, que de un diario, y además muy bien redactado. Aunque yo no considere, por lo
que conocía de él anteriormente, que su vida tuviese mucha necesidad de un comentario,
sin embargo no puedo negar, después de la ojeada que le he echado ahora, que había
escogido el título con mucho gusto y precisión, con gran objetividad y estética en relación
con él y sus circunstancias. Aquel título está en perfecta armonía con el contenido del
libro, ya que su vida, efectivamente, siempre estuvo inspirada en el sueño de vivir
poéticamente. Dotado de una sensibilidad muy desarrollada, él conseguía siempre retratar
su propia experiencia. O sea, este diario no es históricamente exacto, pero tampoco es un
relato; no está, por así decir, en indicativo, sino en subjuntivo. Aunque la experiencia se
anote naturalmente como se ha vivido, y a veces también algo después de haberla vivido,
sin embargo está representada como si en ese instante tuviese lugar, y de una forma tan
dramática que parece, a veces, que todo sucede ante nuestros ojos. Es muy improbable
que, al redactar este diario, él haya tenido ante sí otra finalidad; como es incontestable,
por otra parte, que no tiene sólo interés para el autor del mismo. Si consideramos esta
obra en su totalidad y simplicidad no se puede suponer que tenga ante mí una obra
poética, quizá destinada a ser publicada. Personalmente no tendría que temer que se
publicara, ya que la mayoría de los apellidos son tan raros que no hay posibilidad de que
sean auténticos. Sin embargo, pienso que los nombres son históricamente exactos, y quizá
esto era para que él más tarde pudiese reconocer los personajes reales, donde los profanos
se habrían equivocado por el apellido. Al menos esto ha ocurrido con la jovencita, a quien
yo conocí y de la que habla particularmente el diario: Cordelia... En efecto, se llamaba
Cordelia, pero su apellido no era Wahl.
¿A qué se debe entonces que, a pesar de esto, el diario mantenga su carácter poético?
No es difícil responder: se explica por la naturaleza poética de quien lo escribió;
naturaleza, por así decir, ni bastante pobre ni bastante tica para distinguir con precisión la
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