ENSAYO SOBRE JUECES Y ABOGADOS
Enviado por AzucenaPazOrtega • 22 de Noviembre de 2012 • 2.638 Palabras (11 Páginas) • 973 Visitas
Materia:
Filosofía del Derecho
“Ensayo de la lectura: De una cierta coincidencia entre Jueces y Abogados”
Hermosillo Sonora, México,
18 de Octubre del 2012.
La lectura inicia con una nota en la cual se nos expone los antecedentes del autor Piero Calamandrei, jurista italiano del siglo XIX, nacido en Florencia y fallecido en la misma, mismo que revoluciono el Derecho Procesal, no solo en Europa sino en el mundo por sus labores humanistas.
La narración consiste en una conversación entre un Juez y un Abogado, en la cual cada quien expone las dificultades que represente el realizar sus labores y sus sufrimientos ante ellos, cada quien expone y enfatiza las facilidades del otro y se queja de sus obligaciones, concluyendo al final que cada uno, siempre y cuando velen por la seguridad, la justicia, y los valores del hombre, encontraran un final tranquilo, ya que tanto un Juez como un Abogado deben de procurar la paz entre los hombres, elegir con cuidado, ser objetivos y sobre todo, la obligación de perseguir la Justicia.
El Abogado argumenta la facilidad del trabajo del Juez, quien solo tiene que decidir ante lo expuesto, mientras que es él quien tiene el arduo trabajo de convencerle y exponerle los hechos, probar su dicho, y defender a su representado, el Abogado continua manifestando las dificultades de su profesión, el tener que lidiar con sus clientes, el ponerle buena cara a ellos, y al mismo juez, el tener que defenderse de las posibles artimañas del contrincante durante el litigio, ya que no basta, a su opinión, el hechos de tener la razón, sino el de lograr probarla, mientras que el Juez solo es un simple observador de lo expuesto por las partes.
El Abogado continúa manifestando que el verdadero abogado, el que dedica su vida al patrocinio muere pobre, ya que quienes lucran realmente con el sufrimiento y angustias de sus clientes, son en realidad comerciantes, alcahuetes.
Continua exponiendo las dificultades que representa el lograr crear un buen argumento, la preparación que es requerida para lograr la exposición deseada ante el Juez, que es él quien no solo tiene que tener conocimiento del Derecho, sino carisma y poder de convencimiento.
Concluye el Abogado, exponiendo el futuro que le espera, la dificultad de perder y conservar a sus clientes, el cómo es que un abogado pasa de moda y cae en el olvido, como es que un juicio perdido es suficiente para truncar una carrera, y como es que tiene que esperar a la muerte solo. Al final manifiesta que a ningún precio cambiaria su destino.
Por su parte el Juez, en contravención y comparándose con el Abogado, expone las dificultades que representa la elección. El tener que decidir entre situaciones tan complicadas, la carga de trabajo que recae en el órgano jurisdiccional.
Argumenta que el Abogado es quien se reviste de gloria durante un Juicio mientras que él permanece sereno e invisible siempre tomando las decisiones finales, ya que su búsqueda no es la gloria sino la justicia, a diferencia del Abogado.
El Juez argumenta contra las los engaños de los abogados y como es que el no conoce sino solo lo expuesto lo cual también para él es una dificultad, ya que no cuenta con los elementos para emitir el fallo que a veces reconoce como el justo, mas no el legal.
Al final argumenta de la soledad en la que también termina un magistrado o juez viejo, él como es desplazado y olvidado con las nuevas generaciones. Más sin embargo concluye que ninguna profesión es capaz de mantener la paz entre los hombres como la suya. El final de sus días argumenta, aunque solitarios, el saber que ha impartido la justicia, le otorgara un final dulce y sereno.
DE UNA CIERTA COINCIDENCIA ENTRE LOS JUECES Y LOS ABOGADOS
Piero Calamandrei
(Capítulo XIX del Libro “Elogio de los Jueces escrito por un Abogado.”)
- EL ABOGADO.- Feliz tu, juez, que puedes seguir en tu trabajo el ritmo regular del horario de la audiencia y sentir a tu alrededor, cuando trabajas, el sedante respeto de la sala o el secreto recogimiento de la Cámara de Consejo. Cuando entras, la Corte calla el murmullo. Tu obra se desarrolla, sin acontecimientos imprevistos ni precipitaciones; tú ignoras el deseo de improvisar, las sorpresas de la última hora; tu no tienes que fatigarte para encontrar argumentos, porque estás llamado solamente a escoger entre los buscados por nosotros, los abogados, que realizamos por ti el duro trabajo de excavar; y para mejor meditar tu elección, tienes el deber de sentarte en tu cómodo sillón; y tan es así que, mientras los demás hombres se sientan para descansar, “sesión” se llama para ti el periodo de máximo trabajo. En cambio, la fatiga del abogado no conoce horario ni tregua; cada proceso abre un nuevo camino, cada cliente suscita un nuevo enigma. El abogado tiene que estar presente, al mismo tiempo, en cien sitios distintos, de la misma manera que su espíritu debe seguir cien pistas a la vez. A los clientes, y no a ti, les pertenecen también sus horas nocturnas, que son aquellas en que él, tormentosamente, elabora para ellos los más preciosos argumentos. El es, material y espiritualmente, la proteiforme inquietud que vigila alerta, como tú eres, ¡oh juez ! la olímpica inmovilidad que, sin prisa, espera.
EL JUEZ.- Pero tú no sabes, ¡oh abogado! qué tumulto de peticiones, qué fluctuar de incertidumbres se agitan a veces dentro de la aparente inmovilidad del magistrado sentado. Si a menudo, durante la noche, sientes llamar a tu puerta al importuno cliente, más a menudo siento yo, hasta el alba, en medio del insomnio, martillar en mi corazón la angustia de la duda. ¿Qué juez podrá dormir la víspera de una sentencia de muerte? Y, además, el peso de la condena pronunciada recae, todo él, sobre el juez; el temor del error, el angustioso pensamiento de haber acaso encadenado la inocencia, le obsesiona y le abate. Los jueces no saben ya reír, porque sobre su rostro se imprime con los autos, como en una careta, el espasmo de la piedad que combate con el rigor. Una vez que con tu defensa has cumplido tu deber, puedes tú, abogado, esperar sereno los acontecimientos; pero el juez, si consigue estar impasible, no consigue estar sereno.
- EL ABOGADO.- ¿Sereno crees tú al abogado? ¿No adviertes, desde tu alto sitial, cómo los abogados encanecen precozmente y pasan por la vida más de prisa que tú? El abogado vive cien existencias en una; le consumen juntos los cuidados de cien diversos destinos. Aun en el sentido de que,
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