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Filosofia


Enviado por   •  18 de Enero de 2015  •  794 Palabras (4 Páginas)  •  216 Visitas

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Este libro es el más conocido y el peor entendido de la obra de Ortega. Su lectura superficial -y, probablemente, parcial- desde un punto de vista político, ha dado lugar a los mayores malentendidos. Ortega escribe para «cabezas claras» y su lectura implica una actitud dialogante, activa y abierta. En el libro, nos expone su preocupación ante el cariz que están tomando los acontecimientos en Europa y el mundo, analizando las causas y consecuencias de este hecho. Lo primero que sorprende es constatar que se nos está describiendo una situación en 1930 que es, si cabe, más vigente en la actualidad del siglo XXI. Por un lado, se ha producido un formidable avance en la técnica, en la capacidad de producción y disfrute de objetos, una subida del «nivel histórico» que permite a las mayorías gozar de los privilegios contemplados antes para unos pocos, y aún más. Por otro lado, -y como consecuencia de lo anterior- se ha instalado en el poder un tipo de hombre -que no una clase social- que es el «hombre-masa»: «El especialista [científico, técnico, político, etc.] nos sirve para concretar enérgicamente la especie [de hombre-masa] y hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es "un hombre de ciencia" y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio». (Cap. XII, «La barbarie del "especialismo"») Hoy, el hombre medio -especialista o no- posee una enorme cantidad de información, de datos, pero, inversamente a lo que cabría imaginar, es más hermético, más inflexible en sus opiniones e ideas. Es un sabio-ignorante incapaz de «escuchar», de reconocer, de dejarse orientar por los que verdaderamente saben. Y esta esencial desorientación dirige nuestros destinos. Dice Ortega: «La vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de un condición extraña, pero inexorable, escrita en nuestra existencia. Por un lado, vivir es algo que cada cual hace por sí y para sí. Por otro lado, si esa vida mía, que sólo a mí me importa, no es entregada por mí a algo, caminará desvencijada, sin tensión y sin "forma". Estos años asistimos al gigantesco espectáculo de innumerables vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto de sí mismas por no tener a qué entregarse. [...] Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; es algo

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