Frankeinstein El Educador
Enviado por cbashz • 29 de Julio de 2013 • 891 Palabras (4 Páginas) • 448 Visitas
El libro “Frankenstein Educador”, del autor Philippe Meirieu, está centrado en la formación del educador y como este debe formar al educando con saberes específicos y significaciones.
Debemos adecuarnos a este mundo en constante cambio, debemos adquirir códigos y hábitos. Sin embargo deben intervenir en nuestra vida personas, adultos, ya que nadie ha sido adulto sin que haya intervenido otros adultos.
Esto es lo que nos diferencia de los demás animales, por ejemplo, las abejas llevan escrito en sus genes su sistema político y no lo cuestionan, en cambio los hombres han de elegir sus valores, estilo de vida, todo, el hombre llega despojado totalmente y por esto ha de ser un hombre educado.
El hombre es el único ser susceptible de educación, y como dice Kant […] Él hombre no puede hacerse hombre más que por la educación, no es más que lo que hace de él. Y observamos que no puede recibir esa educación más que por otros hombres, que a su vez la hayan recibido también.
Sin embargo a lo largo de la historia comienza el mito de la educación como fabricación: todo educador, sin duda, es siempre en alguna medida un Pigmalion, que quiere dar vida a lo que “fabrica”.
La Revolución Copérnica en pedagogía que propone Philippe Meirieu, en su libro, es que se debe cambiar la concepción de educación como fábrica, como es la que propone el doctor Frankenstein. La educación debe centrarse en la relación entre sujeto y el mundo humano que lo acoge. Su función es permitirle construirse a si mismo como “sujeto del mundo”: heredero de una historia en la que sepa que esta en juego, capaz de comprender el presente y de inventar el futuro. Pero esta tarea no es fácil, y se debe comenzar por comprender cada factor que intervienen en estas situaciones.
El autor propone siete exigencias para que se pueda realizar una verdadera Revolución Copérnica.
La primera es la renunciar a convertir la relación de filiación en una relación de causalidad o de posesión. No se trata de fabricar un ser que satisfaga todos nuestros gustos de poder o de narcisismo, sino de acoger a aquel que llega como un sujeto que esta inscrito en una historia pero que, al mismo tiempo, representa la promesa de una superación radical de esa historia.
La segunda, cosiste en reconocer a aquel que llega como una persona no puede ser moldeada a mi gusto, o que sea lo que yo nunca pude ser. Es inevitable y saludable que alguien se resiste a aquel que lo quiere “fabricar”. Es ineluctable que la obstinación del educador es someterle a su poder suscite fenómenos de rechazo que sólo pueden llevar a la exclusión o al enfrentamiento. Educar es negarse entrar en esa lógica.
La tercera, es aceptar que la transmisión de saberes y conocimientos no se realiza nunca de modo mecánico y no puede concebirse en forma de una duplicación de idénticos
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