La Educacion En Colombia

La educación en Colombia ha sufrido variados cambios, buenos o tal vez malos, eso depende de la óptica con que se mire, solo puedo decir que como cambia el mundo y gira sin poderse detener, así mismo cambian las culturas, las ciudades, la gente y claro, también la forma de educar.

De esto nos da cuenta Oscar Saldarriaga en su libro “Del Oficio del Maestro, Prácticas y Teorías de la Pedagogía Moderna en Colombia”, quien nos muestra en el Capítulo tercero la evolución o mejor los diferentes modelos pedagógicos que acompañaron a profesores y estudiantes durante los siglos XIX y XX, desde una escuela antigua de modelo pedagógico Lancasteriano, pasando por un modelo de enseñanza simultánea, hasta llegar a la escuela activa, donde se dan funciones para la escuela tanto colectivizantes como individualizantes.

Los modelos pedagógicos que se empezaron a utilizar en nuestro país tiene su origen en el siglo XVII, donde se buscaba tener ocupados a los hijos de los trabajadores y se denominaron “escuelas para pobres”, donde se debía tener un gran número de niños con pocos profesores, de modo que nace el reglamento escolar que busca encauzar la disciplina de las escuelas, así va transcurriendo el tiempo y a Colombia le va llegando el momento de transformar su educación, a la que solo tenían derecho unos pocos por tratarse de un privilegio para los “nobles”, para la gente más pudiente y prestante; de tal manera que al llegar el momento de la liberación del yugo español, también llega el momento de tratar de implementar una escuela diferente, que atienda las necesidades de la población, el método antiguo, creado en Inglaterra e India llega a nuestro país hacia 1822 promovido por Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, quienes la veían como la “Máquina escolar perfecta”, pues un solo maestro podía enseñar a mil niños al tiempo.

La enseñanza básica estaba dada en rudimentos de la moral, la escritura y el cálculo y su principal objetivo era el de moralizar a las clases pobres. Es este el escenario donde nacen los monitores y la lucha por ver quién es el mejor para obtener los mayores beneficios, este método se basó en la repetición y corrección, sobre todo en lo referente con la lectura y la escritura, donde el papel del maestro es de observador, vigilante, animador imparcial y distante, ya que los estudiantes son formados para seguir ordenes, es decir, para la obediencia a un jefe y así de jerarquía en jerarquía dependiendo de los conocimientos que manejasen los monitores, el espacio para la enseñanza era un gran salón con bancos largos dispuestos en toda la sala, donde el monitor decía la letra que se debía escribir y los alumnos debían escribirla con un palito en la arena, hacerlo mal daba castigo, que era físico y hacerlo bien significaba subir de nivel, no había libros ni cuadernos individuales, y el castigo era humillante, desde golpes hasta portar gorros con la palabra de la falta, la esencia de este modelo pedagógico se puede resumir en dos frases: “La letra con sangre entra y la labor con dolor” y “Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”.

Luego se paso a una educación cristiana a fines del siglo XIX, pues se dijo que el modelo pedagógico Lancasteriano era inhumano, que solo hacía que los estudiantes se convirtieran en seres serviles y rebeldes, donde la disciplina era superficial y se presentaba el apocamiento interior, de modo que los católicos proponen un sistema de enseñanza simultánea, donde el horizonte pedagógico era “el amor al bien", donde se pretendía que el alumno aceptara la ley a partir de su interior, también se tenían premios y castigos, aunque estos no eran físicos, el castigo se torno en arte de modo que los discípulos sintieran respeto y cariño hacia el maestro, para que se apartaran de lo malo y practicaran lo bueno. Había una serie de sanciones morales que iban desde amonestaciones en listados públicos y no salir a recreo entre otros,

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