Los Cuatro Acuerdos
Enviado por alejandromass • 1 de Julio de 2013 • 22.933 Palabras (92 Páginas) • 373 Visitas
Miguel Ruiz
Los Cuatro Acuerdos
LA DOMESTICACION Y EL SUEÑO DEL PLANETA.
Lo que vez y escuchas ahora mismo no es mas que un sueño. En este mismo momento estas soñando. Sueñas con el cerebro despierto.
Soñar es la función principal de la mente, y la mente sueña 24 horas al día. Sueña cuando el cerebro esta despierto y también cuando esta dormido. La diferencia estriba en que, cuando el cerebro esta despierto, hay un marco material que nos hace percibir las cosas de una forma lineal. Cuando dormimos no tenemos ese marco, y el sueño no tiende a cambiar constantemente.
Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el sueño del planeta. El sueño del planeta es el sueño colectivo hecho de miles de millones de sueños mas pequeños, de sueños personales que, unidos, crean un sueño de la familia, un sueño de una comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño de un país, y finalmente, un sueño de toda la humanidad. El sueño del planeta incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones.
Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a papa y mama, la escuela y la religión para enseñarnos a soñar.
La atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir. Percibimos millones de cosas simultáneamente, pero utilizamos nuestra atención para retener en el primer plano de nuestra mente lo que nos interesa. Los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y, por medio de la repetición introdujeron información en nuestra mente. Así es como aprendimos todo lo que sabemos.
Utilizando nuestra atención aprendimos una realidad completa, un sueño completo. Aprendimos como comportarnos en sociedad: que creer y que no creer; que es aceptable y que no lo es; que es bueno y que es malo; que es bello y que es feo; que es correcto y que es incorrecto. Ya estaba todo ahí: todo el conocimiento, todo el concepto y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el mundo.
Cuando íbamos al colegio, nos sentábamos en una silla pequeña y prestábamos atención a lo que el maestro nos enseñaba. Cuando íbamos a la iglesia, prestábamos atención a lo que el sacerdote o el pastor nos decía. La misma dinámica funcionaba con papa y mama, y con nuestros hermanos y hermanas. Todos intentaban captar nuestra atención. También aprendimos a captar la atención de otros seres humanos y desarrollar una necesidad de atención que siempre acaba siendo muy competitiva. Los niños compiten por la atención de sus padres, profesores, sus amigos: ¡ Mírame ¡ ¡Mira lo que hago ¡ ¡Eh que estoy aquí¡ La necesidad de atención se vuelve muy fuerte y continua en la edad adulta.
El sueño externo capta nuestra atención y nos enseña a creer, empezando por la lengua que hablamos. El lenguaje es el código que utilizamos los seres humanos para comprendernos y comunicarnos. Cada letra, cada palabra de cada lengua, es un acuerdo. Llamamos a esto una página de un libro; la página es un acuerdo que comprendemos. Una vez entendemos el código, nuestra atención queda atrapada y la energía de transfiere de una persona a otra.
Tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaba ahí antes de que nacieras. Nunca tuvimos la oportunidad de elegir que creer y que no creer. Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre.
De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron del sueño del planeta. La única forma de almacenar información es por acuerdo. El sueño externo capta nuestra atención, pero si no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa información. Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo creemos, y a eso lo llamamos <<fe>>. Tener fe es creer incondicionalmente.
Así es como aprendimos cuando éramos niños. Los niños creen todo lo que dicen los adultos. Estábamos de acuerdo con ellos, y nuestra fe era tan fuerte, que el sistema de creencias que se nos había transmitido controlaba totalmente el sueño de nuestra vida. No escogimos estas creencias, y aunque quizás nos rebelamos contra ellas, no éramos lo bastante fuertes para que nuestra rebelión triunfase. El resultado es que nos rendimos a las creencias mediante nuestro acuerdo.
Llamo a este proceso <<la domesticación de los seres humanos>> A través de esta domesticación aprendemos a vivir y a soñar. En la domesticación humana, la información del sueño externo se transfiere al sueño interno y crea todo nuestro sistema de creencias. En primer lugar, al niño se le enseña el nombre de las cosas: mama, papa, leche, botella… Día a día, en casa, en la escuela, en la iglesia y desde la televisión, nos dicen como hemos de vivir, que tipo de comportamiento es aceptable. El sueño externo nos enseña como ser seres humanos. Tenemos todo un concepto de lo que es una <<mujer>> y de lo que es un <<hombre>>. Y también aprendemos a juzgar: Nos juzgamos a nosotros mismos, juzgamos a otras personas, juzgamos a nuestros vecinos…
Domesticamos a los niños de la misma manera en que domesticamos a un perro, un gato o cualquier otro animal. Para enseñar a un perro, lo castigamos y recompensamos. Adiestramos a nuestros niños, a quien tanto queremos, de la misma forma en que adiestramos a cualquier animal domestico: con un sistema de premios y castigos. Nos decían: <<eres un niño bueno>> o <<eres una niña buena>> cuando hacíamos lo que papa y mama querían que hiciéramos. Cuando no lo hacíamos, éramos <<una niña mala>> o <<un niño malo>>
Cuando no acatábamos las reglas, nos castigaban; cuando las cumplíamos, nos premiaban. Nos castigaban y nos premiaban muchas veces al día. Pronto empezamos a tener miedo de ser castigados y también de no recibir la recompensa, es decir, la atención de nuestros padres o de otras personas como hermanos, profesores y amigos. Con el tiempo la necesidad de llamar la atención de los demás para conseguir nuestra recompensa.
Cuando
...