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Meditaciones Metafisicas


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2012  •  1.242 Palabras (5 Páginas)  •  1.422 Visitas

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Meditaciones metafísicas

Carátula de la versión en latín.

Las Meditaciones metafísicas, cuyo título completo es Meditaciones metafísicas en las que la existencia de Dios y la distinción real entre la mente y el cuerpo son demostradas, es una obra escrita por René Descartes y publicada por primera vez en 1641. En ella se elabora el sistema filosófico que había introducido en 1637, en la 4a. parte del Discurso del método.

Contenido

• 1 Primera meditación

• 2 Segunda meditación

• 3 Tercera meditación

• 4 Cuarta meditación

• 5 Quinta meditación

• 6 Sexta meditación

• 7 Véase también

• 8 Enlaces externos

Primera meditación

La primera meditación revela cuatro situaciones que tienen el potencial de confundir nuestras percepciones lo suficiente como para invalidar una serie de enunciados sobre el conocimiento. El más importante de los argumentos invalidadores que Descartes presenta es el genio maligno, que tiene la capacidad de confundirnos en nuestras percepciones y arroja dudas sobre todo lo que podemos conocer acerca del mundo y de sus propiedades. Sin embargo, aunque el engañador puede falsear nuestras percepciones, no tiene la capacidad de falsear lo que "creemos" percibir. Descartes también concluye que el poder de pensar y existir no pueden ser corrompidos por el engañador.

Segunda meditación

La segunda meditación contiene el argumento de Descartes sobre la certeza de la propia existencia, incluso ante la duda de todo lo demás:

Me he convencido de que no hay nada en el mundo, ni cielo, ni tierra, ni mente, ni cuerpo. ¿Implica ello que yo tampoco exista? No: si hay algo de lo que esté realmente convencido es de mi propia existencia. Pero hay un engañador de poder y astucia supremos que me está confundiendo deliberada y constantemente. En ese caso, y aunque el engañador me confunda, sin duda, yo también debo existir... la proposición "yo soy", "yo existo", es necesariamente cierta para que yo la exprese o algo confunda mi mente.

En otras palabras, la conciencia implica la existencia. En una de las réplicas a las objeciones del libro, Descartes resumió este pasaje en su ahora famosa sentencia: pienso, luego existo (en latín cogito ergo sum ("pienso, luego soy"). Sería absurdo pensar que cuando vemos y sentimos en realidad no sabemos ni sentimos que estamos viendo y sintiendo: puedo pensar y dudar de si el mundo existe o no, pero está claro que cuando pienso eso mi pensamiento efectivamente existe. Por tanto "pienso (dudo), luego existo" De todo lo dicho por René podemos concluir que primero se piensa para existir, porque cuando pienso sé que existo.

Tercera meditación

En la tercera meditación, Descartes provee dos pruebas de la existencia de Dios. Su estrategia es que Dios actúe como garante de la veracidad de sus juicios. Es decir, Descartes planea justificar su creencia en la existencia del mundo exterior, apelando a que Dios no permitiría que se engañe sistemáticamente sobre lo que percibe.

En esta tercera meditación, Descartes demuestra la existencia de Dios. ¿Cómo demostramos su existencia? Los humanos son una sustancia, pero una sustancia pensante, una sustancia que desea, si desea es porque le falta algo, si le falta algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. ¿Cómo sabemos que nosotros no somos seres perfectos? Porque nosotros, aunque captemos las cualidades de los objetos, no sabemos si realmente estas cualidades son las auténticas o si simplemente son aproximaciones nuestras, distintas seguramente a las que realmente son de su naturaleza; Descartes distingue entre dos tipos de cualidades: las primarias y las secundarias. Las primarias son las que captamos a través de la razón y las secundarias a través de los sentidos; por lo tanto, las cualidades primarias son claras

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