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Racionalidad


Enviado por   •  21 de Enero de 2012  •  4.222 Palabras (17 Páginas)  •  803 Visitas

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Graciano González R. Arnaiz

Prof. De Ética y Racionalidad Práctica

Universidad Complutense de Madrid

La razón, de siempre, ha sido el tema de la filosofía. Todo lo que sucede es que para dar cuenta de dicho tema, la filosofía no tiene otra alternativa que acudir a la misma razón para tratar de justificarla. La razón es, así, objeto y método de un saber en el que se inscribe toda la historia del pensamiento. De manera que, de igual modo que decimos que la razón ocupa el centro de la filosofía, también cabe definir a la filosofía por la posibilidad de llevar a cabo un discurso sobre la razón, es decir, de hacer un juicio sobre la calidad racional de lo que razona.

Antes de proseguir, conviene referirse a tres momentos en los que se despliega el ejercicio y el discurso sobre la racionalidad. Y, así, es necesario establecer algunas precisiones entre los términos razón, racionalidad y razonabilidad para poder saber a qué nos referimos, cuando hablamos de racionalidad.

Por el término razón entendemos una facultad que poseen los humanos y que resulta determinante para hablar de su carácter excepcional o específico. Tal es el sentido de la definición griega del hombre como ser racional. En cambio, racionalidad se refiere, más bien, al ejercicio de esa facultad que hemos denominado razón. Es el despliegue, que en su ejercicio, la razón lleva cabo. Dicho de otra manera, la racionalidad testimonia el momento en el que la razón se pone a trabajar. La razonabilidad, se refiere, más bien, a la cualidad de razonable que tiene, o puede tener, ese ejercicio de la razón y manifiesta el hecho de la apertura de la razón a las razones que la propia razón descubre y evalúa. En este sentido, hablamos de plausabilidad, validación de los conocimientos… para describir este aspecto.

El momento central que ocupa el término racionalidad, pone bien a las claras la tensión en la que se manifiesta la razón, que sabe que tiene que abrirse a otras razones para encontrar su sentido y su justificación, y, a su vez, sabe que no puede acudir a ninguna otra instancia para convalidar dicho sentido. Por eso decimos que el ejercicio de la razón convierte a la propia razón en objeto y método del propia y específico saber de la filosofía. En ello le va la vida como razón.

1.- Los usos de la razón

De esta peculiar tensión, vive la filosofía, en el bien entendido de que el propio ejercicio de la razón ha generado dos modos de funcionamiento, dos usos de la razón, dirá Kant, en los que se expande y se contrae la historia de la propia filosofía: el uso teorético y el uso práctico. Cada uno de ellos con sus propias características que pasamos a detallar someramente.

a.- la racionalidad teorética

La racionalidad teorética es un uso de la razón que destaca la propiedad que tiene la susodicha razón para conocer la realidad. De ahí, que este uso teorético de la razón enfatice la propiedad de la misma como órgano de conocimiento.

A esta determinación de la razón como facultad de conocimiento, cabe atribuirle dos características que le son propias; a saber: su capacidad de abstracción y su capacidad de formalización.

Por la primera, la capacidad de abstracción, la propia razón se reconoce investida de un poder para ‘dar cuenta’ de la realidad; es decir, para poder explicarla en términos cada vez más generales, por ejemplo, buscando causas, principios… que le permiten la confección y el planteamiento de una visión general – metafísica - . Visión que en su última fase de generalización alcanza al Ser como referente final de Todo, abriéndose así a toda la problemática de la ontología como ‘saber del ser’. Pero, además, en todo este proceso de conocer, la razón desarrolla también su propia mecánica, en el sentido de que desarrolla un modelo de funcionamiento que garantiza un orden en dichos conocimientos en vistas a obtener un grado de certeza y seguridad. A esta denominada capacidad de formalización, encargada de la ordenación progresiva en los conocimientos, le resulta vital el doble movimiento de la razón: la inducción y la deducción, garantes de modos de pensar en los que se ventila la verdad o falsedad de la comprensión o de la adecuación con la realidad. En esta línea se sitúa la epistemología como rama de la filosofía que trata del origen, validez y límites de nuestros conocimientos y la moderna teoría del conocimiento, que completa toda esta primera rama de la filosofía.

b.- La racionalidad práctica

La racionalidad práctica, en cambio, describe un uso de la razón que destaca la propiedad que tiene esa razón para orientar y dirigir la acción. Y en la medida en que dicha orientación traduce el significado y sentido de lo que hacemos, se dice de ella que es una razón práctica.

Desde los inicios de la filosofía en los griegos se reconoce, en la razón, este uso práctico. Es más, cuando definen al ser humano como animal racional, lo que nos transmiten, a nuestro entender, es que existe una suerte de circularidad entre pensar, ser y hacer, que define la especificidad de la manera de ser hombre. De manera que la desconexión entre ellas, provoca unas disfunciones, una falta de armonía, que le hacen ser menos ser humano. Y así, dejar de pensar, es dejar de ser; y dejar de hacer, es dejar de ser y de pensar.

Inclusive, los griegos adscriben a este uso práctico un régimen peculiar; y, así, hablan de lo contingente, es decir, de lo que puede ser de otra manera, para referirse al suelo que pisa la razón en este terreno de la praxis; y de las acciones humanas como conjunto de actividades en las que se expresa dicho uso de una manera relevante y excepcional. Todo el problema viene, cuando se quiere recabar el mismo grado de certeza que daba el anterior uso teorético, pues nadie puede asegurar que uno que sabe lo que tiene que hacer, lo haga. En el terreno moral, esta experiencia es tan usual, que ha conducido a muchos sistemas filosóficos a negar valor de racionalidad a los juicios morales. Este sostenido fracaso de la razón práctica a la hora de dar cuenta del sentido de lo que hacemos, ha propiciado un desarrollo exacerbado y preeminente del saber teorético como modelo de onocimiento. Preeminencia que tiene mucho que ver con la consideración de la ética como pariente obre de la metafísica, encargada de dar el sentido desde su reconocida capacidad para sostener una visión general y que, de una u otra manera, se ha prolongado en el tiempo a pesar de las proclamas de la primacía de la razón práctica. Movimientos contemporáneos como el positivismo, que se reclama ya al margen de la metafísica, acuden al método científico como garantía de la objetividad y valía de los conocimientos; o la propia reivindicación de la formalidad de la argumentación

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