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Ser Libre


Enviado por   •  28 de Junio de 2012  •  3.214 Palabras (13 Páginas)  •  2.831 Visitas

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SER LIBRE

Por José Ramón Ayllón

¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. El ser que ha inventado las cámaras de gas y al mismo tiempo ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración. (Viktor Frankl)

Ser humano es ser libre

En boca de ese hombre íntegro que es don Quijote, emociona escuchar su apasionado elogio de la libertad, "uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida". Miguel de Cervantes sabía lo que decía, hablaba por experiencia propia. Más que literatura, nos muestra en esta frase una de las cicatrices de su alma, tras largos años de cautiverio en Argel.

La historia de la humanidad, desde Altamira y Atapuerca, es la historia de la libertad. Porque la diferencia fundamental entre un ser humano y cualquier otro animal no es morfológica: es la libertad inteligente. Gracias a ella el hombre posee la admirable posibilidad de ser causa de sí mismo. Y la posee en exclusiva. La oveja siempre temerá al lobo, y la ardilla siempre vivirá en las copas de los árboles. Sólo saben desempeñar, como cualquier otro animal, un papel necesariamente específico, invariablemente repetido por los millones de individuos que componen la especie, quizá durante millones de años. El hombre, por el contrario, elige su propio papel, lo escribe a su medida con los matices más propios y personales, y lo lleva a cabo con la misma libertad con que lo concibió: por eso progresa y tiene historia. Visto un león, decía Gracián, están vistos todos, pero visto un hombre, sólo está visto uno, y además mal conocido.

El desarrollo fisiológico de cada hombre está contenido en sus genes desde el principio, pero en sus genes no está escrita su libertad. Los genes establecen cómo será el color de su piel y de sus ojos, su estatura, su grupo sanguíneo y mil cualidades más. Pero nada dirán sobre sus ilusiones, sus proyectos o su cultura, ni qué amigos tendrá o qué ciudad escogerá para vivir. Está claro que ser hombre es ser libre. Y que la libertad es la capacidad que posee el ser humano de decidir por sí mismo. Por ello, en último término, toda decisión libre es impredecible. En la isla de la ninfa Calipso, Ulises vivía amado por la diosa y hubiera sido inmortal, pero escogió regresar junto a Penélope. Éstas son sus razones: "Venerable diosa, no te enfades conmigo, que sé muy bien cuánto te es inferior la discreta Penélope en figura y en estatura, pues ella es mortal y tú inmortal sin vejez. Pero aun así quiero y deseo todos los días marcharme a mi casa y ver el día de mi regreso".

La libertad se define como el poder de dirigir y dominar los propios actos, la capacidad de proponerse una meta y encaminarse hacia ella, el autodominio con el que los hombres gobernamos nuestras acciones. En el acto libre entran en juego las dos facultades superiores del psiquismo humano: la inteligencia y la voluntad. La voluntad elige lo que previamente ha sido conocido por la inteligencia. Antes de elegir es preciso deliberar, hacer circular por la mente las diversas posibilidades, con sus diferentes ventajas e inconvenientes. La decisión es el corte de esa rotación mental de posibilidades. Me decido cuando elijo una de las posibilidades debatidas; pero no es ella misma la que me obliga a tomarla; soy yo quien la hago salir del campo de lo posible. Por eso Ulises, aunque reconoce que la ninfa Calipso le acogió gentilmente, le alimentó y le prometió hacerle inmortal y libre de vejez para siempre, agrega que "no logró convencer mi corazón dentro del pecho". El héroe griego prefirió no ser un dios, rechazó el amor de una diosa y eligió a su mujer Penélope.

En la elección libre, la posibilidad favorecida se hace mía de un modo definitivo no porque las demás me sean totalmente ajenas -como si no ejercieran sobre mí ninguna sugestión-, sino porque íntima y originariamente doto a ésta de un valor conclusivo. Y eso es lo que se aprecia en la decisión firme de Ulises: es libre porque puede preferir lo objetivamente inferior.

Hay una libertad física que equivale a la libertad de movimiento: poder ir y venir, entrar o salir, subir o bajar, hacer esto o aquello. Pero hemos dicho que la raíz de la libertad está en la voluntad, y la acción voluntaria es, ante todo, una decisión interior. Esto es sumamente importante pues significa que el hombre privado de libertad física sigue siendo libre: conserva la libertad psicológica. De hecho, al hombre se le puede arrebatar todo salvo la última libertad: la elección de su propio talante interior, de su forma de ver la vida y estimar determinadas ideas o personas. Ningún poder humano está legitimado para asaltar ese reducto último de la personalidad, y sólo podrá intentarlo por la tortura. Ricardo Yepes ha escrito que la tortura es la violencia encaminada al quebranto de la libertad interior. Los cañonazos podrán reducir a una ciudad a polvo y cenizas, pero nunca matarán el derecho y la aspiración a la libertad. Los mártires prefieren la muerte a la pérdida de su íntima libertad, y muchos perseguidos por sus ideales se reafirman en ellos.

La libertad interior es la base de los derechos humanos. De ella brota el derecho a la libertad de opinión y expresión, a la libertad de conciencia y a vivir según las propias convicciones. Así entendida, la libertad es un ideal irrenunciable. Pero se impone un uso inteligente de la misma, y no un abuso torpe. No somos pedruscos, ni árboles, ni máquinas, sino seres dotados de una indeterminación que nos obliga a sopesar, y escoger. Además, sabemos que podemos triunfar o fracasar porque conocemos, como nos recuerda José Antonio Marina, "las lecciones de la historia, el ejemplo de los héroes, el recuerdo de las víctimas, los análisis de los filósofos, las propuestas de los grandes creadores morales, los problemas de la vida cotidiana; nuestro desamparo y nuestro miedo, también nuestra benevolencia y nuestro ánimo, los descubrimientos de la ciencia y, sobre todo, la no desalentada esperanza de ser felices y la capacidad creadora de la inteligencia".

Libertad limitada

El hombre no es un ser absoluto porque ninguna de sus facultades lo es. La limitación es triple: física, psicológica y moral. Necesita nutrirse y respirar para conservar la vida; no es capaz de conocer y querer todo; y respecto a la moralidad de sus actos, sabe con seguridad que hay acciones que puede pero no debe realizar. Estos tres aspectos limitan el campo de la libertad humana y orientan sus elecciones. Pero ello no debe considerarse como algo negativo: parece lógico que a

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