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TESIS TOMISTAS 18,19,20 Y 21


Enviado por   •  25 de Julio de 2017  •  Reseña  •  1.674 Palabras (7 Páginas)  •  381 Visitas

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  Ismael Cedeño Aranda

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25/07/16

TESIS XVIII

“La intelectualidad sigue necesariamente a la inmaterialidad, y de tal suerte, que los grados de intelectualidad se computan por los de alejamiento de la materia. Es objeto adecuado de la intelección el ser en sí mismo y en general; mas el objeto propio del entendimiento humano, en el estado actual de unión, se circunscribe a las esencias abstraídas de las condiciones materiales”.

Esta tesis nos habla principalmente del conocimiento e inmaterialidad, el cómo se halla en razón directa uno con otro. Podemos comenzar definiendo al conocimiento, el cual se denomina como la capacidad de recibir en nosotros la forma de un objeto extraño, sin perder nuestra propia forma. En otras palabras, podemos definir al conocimiento como un conjunto de información que nosotros, los seres humanos, almacenamos mediante una experiencia o aprendizaje, esto sin ser afectados. Por ejemplo, cuando conozco una manzana, puedo identificar su forma o representación sin perder algo en absoluto. Sin embargo, los seres humanos ponemos en acto el conocimiento a través de los sentidos internos y externos, lo cual nos limita a lo superficial y, por consecuencia, con un conocimiento incompleto. Además, el hombre posee una  facultad que no depende de la materia. Esta facultad completa al conocimiento y se llama inteligencia. La inteligencia también se conoce como intelección y básicamente se encarga del conocimiento a profundidad, de manera detallada y concreta. Cabe destacar que la inteligencia es la base del conocimiento, tiene una relación directa con la inmaterialidad debido a que es la propiedad del alma.

Por otra parte, los animales y los seres vegetativos, o plantas, llevan a cabos su conocimiento únicamente por medio de los sentidos externos y movimientos que ellos mismos generan, por lo cual se limitan al contacto físico y causa la dependencia absoluta de la materia. Con esto podemos concluir que los animales y seres vegetativos no tienen conocimiento, no poseen la facultad de la inteligencia.

Añadimos también el objeto adecuado y el objeto propio. Los objetos adecuados de una facultad designan todo lo que esta puede alcanzar, ya sea directa o indirectamente. Por ejemplo, el oído tiene la capacidad de escuchar todo aquel ruido o sonido que se encuentre dentro de cierto rango de frecuencia. El ojo tiene la capacidad de percibir únicamente los objetos que se encuentren dentro de cierto rango de distancia, de manera directa. Finalmente, podemos definir al objeto propio como lo que corresponde a la naturaleza del sujeto cognoscente y que le viene enteramente medido y proporcionado dentro del mismo orden de inmaterialidad. Corresponde a la esencia en el ser humano. En Dios, el objeto propio corresponde al acto en sí mismo, o esencia infinita.

TESIS XIX

“Recibimos, pues, nuestro conocimiento de las cosas sensibles. Mas como lo sensible no es inteligente en acto, hay que admitir en el alma, además del entendimiento formalmente inteligente, una virtud activa que abstraiga de los fantasmas las especies inteligibles.”

Podemos establecer que nuestro conocimiento viene de objetos exteriores por mediación de los sentidos. Existen dos hechos experimentales. Primer dato: siempre que tratamos de comprender alguna cosa, recurrimos a la información de imágenes por vía de ensayo o a modo de ejemplos. Podríamos decir que la imagen tiene que estar complementando a la idea. Concepto e imagen forman una pareja estrechamente unida. Es indispensable recurrir a las imágenes, ya que de ahí surgen las ideas.

Segundo dato de la experiencia: cuando alguna lesión orgánica impide el ejercicio normal de la imaginación, como sucede en los casos muy frecuentes de alienación mental, o cuando se encuentra atada la memoria, por ejemplo, durante la letargia, el trabajo intelectual será suspendido.

Se destaca una frase muy importante, relacionada con los hechos experimentales mencionados, que dice: “Sin imágenes, no hay conceptos; esa es la ley del conocimiento humano. Ley muy natural, porque lo contenido en el concepto es una abstracción de la experiencia, y si en cuanto abstracción se opone a la experiencia, no cesa de recurrir a ella hasta justificarse plenamente”.

Podemos concluir, pues, que el alma tiene necesidad del cuerpo para adquirir las ideas, ya que si las adquiriéramos independientemente de los sentidos, lo habría razón de ser la unión del alma con el cuerpo.

Sin embargo, no bastan por si solos los sentidos. Nuestros conocimientos deben ajustarse y conformarse a su objeto para ser verdaderos. Existen dos virtudes distintas que se distinguen en la parte intelectual de nuestra alma: una, pasiva, que suponga ya su objeto y se adapte a él, a la que pertenece el acto cognoscitivo; y otra, activa, que eleve y transforme el objeto de la imaginación, que es formalmente inteligente debido a que realiza el acto del conocimiento intelectual. La primera virtud se llama entendimiento posible, ya que puede llegar a ser todas las cosas mediante la representación inmaterial de todos los objetos. La segunda virtud se llama entendimiento activo debido a que su oficio, meramente activo, consiste en extraer el universal de las condiciones materiales en que está envuelto.

El objeto del entendimiento es abstraer e iluminar. En los fenómenos imaginativos, el entendimiento no mira a otra cosa más que a la esencia del objeto. Esto es tal cual como cuando nosotros observamos una manzana, la vista analiza únicamente el color, así como el gusto analiza únicamente el sabor.

Existe también otra representación aún más perfecta, más viva, más actual, llamada verbo mental, y se refiere al objeto hablado, expresado, conocido también como especie expresa. Cada vez que comprendemos algo concluimos en cuatro cosas completamente diferentes: una facultad intelectiva, una especie impresa, un acto peculiar del entendimiento y, finalmente, el verbo mental.

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