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TOUREINE NOTAS SOBRE «CRITICA DE LA MODERNIDAD», DE ALAIN TOURAINE RESUMEN


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2015  •  Ensayo  •  1.951 Palabras (8 Páginas)  •  917 Visitas

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NOTAS SOBRE «CRITICA DE LA MODERNIDAD», DE ALAIN TOURAINE RESUMEN

 En su libro «Crítica de la modernidad», el sociólogo francés Aiain Touraine ofrece una revisión crítica de la idea de modernidad, destacando las consecuencias de la plasmación histórica de una determinada concepción de la misma. El autor aboga por una reinterpretación de la modernidad que subraye la noción de sujeto, y vincule a éste a los nuevos movimientos sociales que luchan por la satisfacción de necesidades y la emancipación de individuos y colectivos humanos. En su análisis histórico de la idea de modernidad, Alain Touraine presenta una revisión de ésta a lo largo de los siglos, aportando al mismo tiempo reflexiones sobre la idea de sujeto y la construcción del mismo como ser social. Estas notas se centrarán sobre algunos de los rasgos más destacados del concepto de modernidad según Touraine, y sobre cómo él mismo sugiere su reinterpretación, mostrándose a favor de una aproximación que sitúe al sujeto en un plano de libertad del que ningún requerimiento colectivo habría de apearlo. En su «Crítica de la modernidad» Touraine plantea la necesidad de una reinterpretación de la idea de modernidad que haga posible una relación armoniosa entre razón y sujeto, ciencia y libertad, superando desentendimientos históricos

. El soció- logo francés, critica el modernismo como «reducción de la modernidad a la racionalización que, en esencia, apostó por el triunfo de la razón como instrumento que habría de hacer posible el desarrollo de la ciencia y de un nuevo orden social, haciendo avanzar a la humanidad hacia la abundancia, la libertad y la felicidad». Para el autor, la idea de modernidad ha perdido su fuerza creativa. La fuerza de la idea de modernidad se agota a medida que triunfa. No funciona como utopía positiva. «Introdujo el espíritu científico y crítico, pero creó métodos de organización del trabajo y sistemas sociales, que han provocado desencanto y totalitarismos, creó sistemas que propician la normalización y la estandarización sea ésta ejercida de forma liberal o autoritaria». REINTERPRETAR LA MODERNIDAD Para Touraine la situación actual del mundo, con su profunda y creciente brecha entre paises avanzados y empobrecidos, el deterioro medioambiental, el desencanto de amplios sectores de población respecto al modelo político y social del que se han dotado las principales sociedades, el hambre, los conflictos armados regionales, etc., es tal, que debe propiciar una revisión de los valores que han orientado a la civilización humana y han hecho posible este estado de cosas. «El mundo es hoy más único que nunca, pero nunca estuvo tan dramáticamente fragmentado. La proximidad que la inmediatez propiciada por los medios de comunicación parece dar, es sólo un espejismo». La humanidad se enfrenta asi al verdadero desafío fundamental: «integrar el universo mayoritariamente técnico y económico de los países ricos, con la lucha por la supervivencia, el bienestar y la identidad cultural, por parte de los países empobrecidos». Ese desafío debe permitir, a juicio de Touraine, recomponer la idea de modernidad. La imagen de la modernidad podría ser representada hoy por «una economía fluida, un poder sin centro,..., una sociedad sin actores». «Las nuevas coordenadas serían, de un lado, la tutela de centros de gestión económica, política y militar, y de otro lado, el universo privado de la necesidad». Lo privado ha adquirido importancia creciente, convirtiéndose en el refugio delimitado por el ámbito del propio interés. Para poder hablar de una reinterpretación de la modernidad, hay que buscar un principio de integración que restablezca la cohesión entre individuo y colectividad, vida y consumo, y de todo ello con la racionalidad instrumental. «Se trata, por tan-to, de superar el énfasis hecho en la modernidad como mera racionalización y buscar un nuevo equilibrio entre ésta y la defensa de la identidad del sujeto y de su libertad personal, frente al poder absoluto de la sociedad». Tras períodos históricos en los que los modelos políticos se presentaban a sí mismos como agentes del progreso y siglos en los que las civilizaciones descansaban sobre fundamentos religiosos, hoy Touraine describe un mundo frágil en el que no hay fuerza superior ni instancia de arbitraje que haga posible la interdependencia entre racionalización y subjetivación. «Crítica de la modernidad» plantea el peligro de una disociación completa entre el sistema y los actores. «¿Cómo reinventar la vida social y en particular la vida política, cuya descomposición actual,..., es el producto de esa disociación de los instrumentos y del sentido, de los medios y de los fines? ¿Cómo superar el vacío creciente entre vida pública y vida privada, evitando que se produzca un definitivo repliegue de la mayoría al espacio privado, lo que dejaría un hueco donde se encontraba el espacio público, social y político en el que nacieron las democracias modernas?». LA SOCIEDAD PROGRAMADA Alain Touraine define de esta manera a la sociedad postindustrial, basándose en el hecho de que es la producción y difusión masiva de conocimientos, cuidados mé- dicos y de información, la que define a esta sociedad, y son por tanto la educación, la salud y los medios de comunicación de masas —denominados bienes culturales—, los que caracterizan a esta civilización, como la producción de bienes materiales —metalurgia, textil, química, eléctrica,...—, lo hizo a la civilización industrial. En esta sociedad, y en particular en el ámbito de la salud, la educación y la información, adquiere creciente importancia la defensa de una cierta concepción de la libertad de cada sujeto, de la capacidad de dar sentido a la vida. Así se observa, por ejemplo, en los debates más actuales en el mundo de la salud, con su énfasis en la persona del enfermo, que adquiere rango de sujeto —con derecho a estar informado y a elegir entre los cuidados que le puedan ser de aplicación—, no mero objeto de atención de las lógicas profesionales, financieras, administrativas o corporativas, de los hospitales y sistemas de salud. Asimismo son de extrema actualidad en el mundo educativo, los debates acerca del sentido de una formación funcionalmente orientada al empleo, frente a una aproximación más integral a la persona que se educa y sus demandas globales. De modo similar se constata una cada vez mayor preocupación por los derechos del consumidor, receptor de cantidades de información sin precedentes a través de los medios de comunicación de masas, que en tantas ocasiones no respetan criterios mínimos de calidad y adecuación de los contenidos de sus programaciones a los diferentes públicos-objetivo a los que se dirigen. Surgen asi autoregulaciones de carácter ético, consensuadas entre los propios agentes de comunicación, o impuestas por otras instancias, pero que aun se muestran claramente insuficientes. En la sociedad actual se ha producido, según Touraine, «un gran vuelco de la acción colectiva hacia los temas personales o morales». En efecto, hoy en día interesa más preguntarse por las finalidades de 5 esas «industrias culturales» que son la educación, los cuidados médicos y la información de masas, que enfrentarse por la dirección de esos medios de producción. De esta manera, los movimientos sociales intentan más que «la toma del poder», «cambiar la vida». La preocupación se desplaza por tanto «hacia la lucha por los derechos humanos, en todas las latitudes, y el derecho a la vida de aquéllos a los que amenaza el hambre y el exterminio», porque «la conciencia moral que está en el corazón de los nuevos movimientos sociales» —constituidos en verdaderos movimientos intemacionalistas— «se identifica especialmente con la defensa de la identidad de aquellos seres humanos que luchan contra una opresión extrema o contra la miseria». Simultáneamente, en particular en la juventud, se constata una disminución de su capacidad de sentirse atraída por «las estrategias políticosociales de sindicatos o grupos de presión que forman parte del sistema de decisión de los países más ricos». «Antiguos movimientos sociales, como el sindicalismo obrero, se degradan, bien en grupos de presión política, bien en agencias de defensa corporativa de sectores de la nueva clase media asalariada antes que de las categorías más desfavorecidas», esforzándose, en todo caso, por llevar a cabo su propia redefinición en un contexto rapidamente cambiante. Asimismo, «está en crisis el papel de los partidos políticos como representantes de la necesidad histórica» constatándose sus limitaciones para «atraer el interés de amplios sectores de la población», lo que explicaría su estrategia de apertura a la sociedad. Por su parte, los nuevos movimientos sociales «movilizan principios y sentimientos», «mientras se produce la descomposición de las fuerzas y las instituciones políticas venidas de la sociedad industrial, que ya no expresan demandas sociales fuertes y se transforman en agencias de comunicación política». En este nuevo escenario, Touraine aboga por una nueva ética, que propugna «la asociación estrecha de la construcción del sujeto personal y del movimiento social», subrayando que «no hay movimiento social sin apelación directa a la libertad y a la responsabilidad del sujeto». EL RESURGIMIENTO DE LO SOCIAL Desde 1968 vivimos la descomposición de la sociedad industrial, de sus actores sociales, de su forma de acción política. Desde comienzos de la década de los ochenta las desigualdades se han incrementado notablemente en el mundo. Touraine llama la atención sobre el hecho de que «cuando las desigualdades sociales son tan grandes que los habitantes no tienen el sentimiento de un bien común, la democracia carece de fundamento», reflexión ésta de gran calado si se analiza la situación del planeta en su conjunto. El autor francés subraya el riesgo de la sumisión de la sociedad al Estado, que debilita la democracia. Por el contrario, aboga por «una sociedad civil fuertemente estructurada, asociada a una sociedad política integrada», ambas a su vez independientes del Estado. Para Touraine, «se puede prever e incluso observar el resurgimiento de lo social». Nuevos actores, nuevos movimientos sociales que surgen en un siglo marcado por la resistencia al totalitarismo de uno y otro signo. La construcción del sujeto personal, en opinión de Touraine, debe hacerse en estrecha conexión con el movimiento social. En la sociedad postindustrial, junto a movimientos sociales ya establecidos, aparecen nuevos problemas sociales, nuevos debates, que generan nuevos movimientos sociales. La defensa de la naturaleza, el movimiento pacifista, la defensa de los derechos humanos, la lucha por la igualdad de la mujer o contra el racismo, la cooperación al desarrollo, son manifestaciones de la capacidad de convocatoria de lo que se ha dado en denominar la sociedad civil. «El movimiento social haría posible la transformación de la defensa personal y cultural del sujeto en una acción colectiva dirigida contra el poder que somete la razón a sus intereses». En ese empeño, el autor nos invita »a no preferir nada a la libertad» y nos previene contra todo totalitarismo, «este siglo ha sido demasiado violento para que confiemos en la historia o en el progreso». La redefinición de modernidad que Touraine propone, unida inseparablemente a la idea de esperanza apoyada en la razón y en la capacidad de cada individuo libre de vivir cada vez más como sujeto, aleja a este concepto del mero progreso de las técnicas y del individualismo de los consumidores, para vincularlo a la exigencia de libertad y a la lucha contra todo aquéllo que «transforme al ser humano en instrumento, en objeto o en extranjero absoluto». Podemos concluir, con Touraine, añadiendo que aunque pudiera parecer para- 6 dójico, cuanto más se parece la sociedad a una empresa que lucha por sobrevivir en un mercado internacional, más se difunde la obsesión por la identidad, tanto individual como colectiva. Se trata, en su opinión, «de la identidad de un sujeto emancipado e inevitablemente social, que orientado por principios éticos, sea capaz de llevar a cabo el diálogo entre la racionalización y la subjetivación». A través de tal diálogo, Touraine se muestra razonablemente esperanzado ante un fin de siglo que abriría un nuevo espacio a los principios éticos y a los movimientos sociales.

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