Trilogia Emiliani
Enviado por asdass • 24 de Enero de 2015 • 2.088 Palabras (9 Páginas) • 1.210 Visitas
Trilogía de San Jerónimo Emiliani
Jerónimo o Girolamo Emiliani nació en Venecia, 1486 – Somasca, y falleció en el año de 1537 hijo de Leonora Morosini y de su padre Ángelo Emiliani siendo senado de la republica de Venecia. Quedo huérfano de padre a los diez años. Fue un Religioso italiano, fundador de la Congregación Somasca. Es considerado padre de los huérfanos y protector de la juventud desamparada.
Según San Jerónimo y sus enseñanzas nos dejo su trilogía de vida, son con las que San Jerónimo Emiliani toma como base para su vida que son: devoción, caridad y trabajo.
San Jerónimo tras pasar por muchos problemas los logro pasar y superar con la ayuda de Dios, resalto tres virtudes que con que siguió los pasos de Jesús.
Devoción
La devoción es la entrega total a una experiencia, por lo general de carácter místico. Es también la irresistible atracción hacia una idea, una persona, un rey, un santo, una persona amada o un ser vivo.
Etimología
Proviene del latín devotiones: ‘voto, consagración, dedicación’, ‘consagración a los dioses infernales’, ‘imprecación, maldición’, ‘sortilegio, maleficio’.
Devotio vítae: ‘sacrificio de la vida’.
El latín devotus (devoto), significaba: ‘consagrado a, afecto a’, ‘maldito, funesto, impío’.
Devotus alicui: ‘consagrado a la defensa de alguien, devoto de alguien’.
Devoti o devotorum: ‘gentes fieles, leales’.
Un concepto relacionado es el griego eusebes (de donde proviene el nombre español Eusebio): eu (bien) y sebomai (reverenciar). Significaba una reverencia sagrada llena de admiración que se demostraba a través de las acciones, la reverencia y la contemplación. Entre los griegos, la devoción era una forma de piedad práctica dirigida exclusivamente hacia los padres; por extensión se empezó a utilizar dirigida hacia algún dios.
Actualmente el devoto es aquel quien aplica su carácter diligentemente a alguna obra, culto o adoración relacionada con Dios.
Reconociendo que su liberación de la cárcel era un favor especialísimo de la Sma. Virgen, se dirigió ante la imagen de Nuestra Señora en Treviso y a sus pies dejó sus cadenas y sus armas de militar, como recuerdo y agradecimiento y se propuso propagar incansablemente la devoción a la Madre de Dios.
Caridad
La caridad es una de las tres virtudes teologales, junto con la esperanza y la fe. Tanto el DRAE en su primera acepción como la Iglesia católica consideran que la caridad es aquella virtud teologal por la cual se ama a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios (Catecismo de la Iglesia católica, 1822).1 2 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión (Catecismo de la Iglesia católica, 1829).2
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos.
San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus, 10, 4
La caridad se hace humana cuando Jesús da su mandamiento nuevo a los apóstoles y discípulos: Ámense unos a otros como yo los he amado (Jn 15, 12).
Toma en cuenta para llevar a cabo la acción de ese amor, el guardar los mandamientos de la ley de Dios, o 10 mandamientos. (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8_10).
Dios se coloca como único y perfecto ejemplo de amor, que salva a los que todavía no creen en él, que muere por quienes son todavía sus enemigos: (Rm 5, 10; Mt 5, 44;).
San Pablo habla del amor de Dios y deja ver cómo es la caridad, "La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (1 Co 13, 4-8). Y termina, "la caridad no dejará de existir".
La caridad es la virtud teologal más importante, y es superior a cualquier otra virtud. (1 Co 13,13).
Para San Basilio, la condición de hijos del Padre era adquirida cuando entendida como la búsqueda del bien: "O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos" (S. Basilio, reg. fus. prol. 3).
Considerada una virtud cristiana opuesta a la envidia y a la animadversión, el DRAE la define además en su acepción tercera como «limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados».1 La Iglesia católica considera la limosna hecha a los pobres como uno de los principales testimonios de la caridad fraterna, pero también una práctica de justicia (Catecismo de la Iglesia católica, 2447).3
El hombre de caridad
En 1928 Italia sufre hambruna. Mueren millares de personas. Multitudes acuden a Venecia por considerar que allí hay mas oportunidades. El gobierno no ayuda y hay muchos indigentes en las calles, entre ellos hay muchos niños.. Jerónimo esta entre un grupo de fieles cristianos que se entregan al servicio de los necesitados. En pocos días agota todo su dinero y comienza a vender, a favor de los pobres, todas sus posesiones, incluso los muebles de su casa. El mismo se dedicaba a dar de comer, vestir y hospedar. Siempre animaba a todos a confiar en Dios, aun en la hora de la muerte.
Cadáveres de víctimas aparecen por las calles. Jerónimo los carga sobre sus hombros y los lleva al cementerio. El también contrae la peste y se ve grave de muerte. Todo lo acepta con gran virtud. Aquello sirvió para gran testimonio de todos quienes le conocieron. Pero pronto se recuperó y continuó la obra.
El gozoso y contagioso entusiasmo de San Jerónimo Emiliani
en el servicio de la caridad a los más pobres entre los pobres.
El Fundador de los Clérigos Regulares de Somasca, conocidos como somascos, es el clásico ejemplo de santo atraído por otros santos, casi como una confirmación que la santidad, además de contagiosa, es ante todo fascinante y atrayente. Jerónimo Emiliani, en efecto debe su santidad a la santidad de Dios, pero el primer impulso ciertamente le vino de otro santo, bastante conocido en el siglo XV, aquel Gaetano Thiene que ya se había señalado por su amor a los pobres y enfermos. A él se debe, en efecto, la decisión
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