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Atahualpa


Enviado por   •  29 de Junio de 2013  •  1.627 Palabras (7 Páginas)  •  375 Visitas

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Atahualpa

Existen figuras de especial significación en la historia precolonial de América Latina, muchos caciques y guerreros dieron realce a este periodo de la historia de nuestro continente, pero es de nuestra especial atención el último emperador o Inca del Imperio del Tahuantinsuyo.

Nacido a principios del siglo XVI, hijo de Huayna Capac, Inca conquistador y de la Princesa Paccha, hija de Cacha, último Shyri soberano del pueblo de los Quitus. Esta unión se había dado al final de la conquista del Reino de Quito y en parte como tributo al vencedor Inca, pero más que por conquista guerrera, por una alianza de amor. Por eso Atahualpa, o Atabalipa era además del sucesor del abuelo rey de los Quitus, fundamentalmente un Inca, y el hijo del más grande emperador del Imperio, preferido y educado por él. Su compañero de largas horas y días, testigo de sus obras de civilización y construcción.

Recibió una cultura y educación superiores, esmeradas y sólida, además de recia y viril. Cuando Atahualpa tenía alrededor de 13 años, su padre Huayna-Capac, le contaba como compañero inseparable en sus viajes, a través de todo el basto Imperio, los más sabios amautas para maestros de su hijo. Y en los días de descanso entre batallas y en las horas libres de las marchas, el príncipe Atahualpa, en presencia de su padre, recibía lecciones de aquellos maestros ilustres y claros, en todos los conocimientos de la tierra, de los hombres y del So1. Largas travesías de descubrimiento a temprana edad, exploraciones en la fría tierra de los Andes, sus altas cordilleras, sus misteriosas montañas, eran parte de la inspiración que iba formando su carácter, así como las largas y aleccionadoras caminatas por profundas selvas, inquietos senderos y cuevas misteriosas.

Al mismo tiempo bajo la especial vigilancia del rígido y adusto Rumiñahui ( el más intrépido y temerario de los generales del Imperio) Atahualpa recibía la más rigurosa y severa educación para la guerra. A este respecto se cuenta que se le adiestró como un simple soldado, y como ellos, cada indio en buenas condiciones físicas estaba obligado a prestar servicio militar. Se lo adiestraba en el manejo de las armas, existentes en esa época, se les exigía pericia en el tiro de la honda, en el lanzamiento de la flecha, en el manejo de la lanza y del hacha de pedernal, debía adquirir fuerza y precisión para el disparo de la cerbatana. En las largas marchas a través de los caminos y lugares del Tahuantinsuyo, se le hizo caminar a pie, al igual que los cadetes de la Academia Real, dentro de la cual se educaban la oficialidad noble y el Inca durante su adolescencia, y para su graduación tuvo que viajar y estudiar la tierra y sus elementos, por las escarpaduras de las sierras, y por los arenales o manglares encendidos de fuego de las llanuras; para conseguir que el príncipe Atahualpa, adquiera agilidad, fuerza y resistencia y al propio tiempo, el amor y respeto de soldados y jefes. Hacia esa época, toda su educación le había llevado por casi todos los senderos del Imperio de su padre, que hoy constituyen tierras desde el norte del Ecuador hasta el sur de Perú, incluyendo Bolivia y buena parte de la selva amazónica.

Desde que fue hombre para llevar armas, Atahualpa tomo parte en las acciones bélicas y tuvo ocasión de probar los resultados de su aprendizaje y de dar inequívocas pruebas de intrepidez y arrojo que colmaban de orgullo al Inca.

El momento que asumió la regencia de su pueblo, Atahualpa unía a su cultura, a su preparación militar y política, un gran prestigio, que la fantasía y la superstición de los indígenas habían agrandado hasta convertirla en leyenda.

Atahualpa era un ejemplar rudo y fuerte de la mezcla de dos estirpes: la de los Quitus y la de los Incas. Su nacimiento y su vivencia en la dura serranía del Pichincha le había dado fortaleza de músculo, agilidad y poder para el camino; las heladas del páramo inhumano habían curtido su piel. Era ancho y bien formado de hombros; de estatura más bien alta. Tenía el rostro grande hermoso y feroz, pero era de una impasividad de piedra. Habituado al legislar sabio y al sentenciar justo e inapelable de su padre, Atahualpa había adquirido el hablar grave, trascendental, reposado. Sus razonamientos eran sagaces y profundos y la sutilidad de su discurrir eran tan fina y segura, que hacía caer en sus redes aun a los más perspicaces. Tenía el proyectar y el resolver rectilíneos por ello su llegada a las llactas no eran esperada ansiosamente por todos, como señal de fiesta, eran mas bien temidas, porque llegaba siempre para el trabajo, para la guerra o para la justicia.

Al morir Huayna-Capac, dividió el Tahuantinsuyo, asignando a su heredero primogénito y legal, Huáscar que residía en el Cuzco, todo el imperio en su parte anterior a la conquista el Reino de Quito y este último territorio fue asignado a su Hijo Atahualpa, que nació de su matrimonio con la Princesa Paccha, heredera que de ese Reino, es decir devolvió

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