El Teorema Del Loro
Enviado por elmonge32 • 25 de Julio de 2013 • 1.894 Palabras (8 Páginas) • 433 Visitas
l teorema del loro
A Bertrand Marchadier
Gracias a Brigitte, Jacques Binsztok, Jean Brette, Christian
Houzel, Jean-Marc Lévy-Leblond e Isabelle Stengers.
El teorema del Loro
1. SINFUTURO
Como todos los sábados, Max se había dado un garbeo por las Pulgas
de Clignancourt; había ido a pie por el norte de la colina de Montmartre.
Después de revolver en el tenderete del vendedor a quien Léa había
cambiado las Nike manchadas que Perrette le había regalado la semana
anterior, entró en el gran almacén de excedentes coloniales y se puso a
escarbar en un montón de objetos heterogéneos cuando divisó, hacia el
fondo del local, a dos tipos elegantones muy excitados. Pensó que se
pegaban. No era asunto suyo. Entonces vio al loro; los dos tipos
intentaban capturarlo.
Eso sí lo convertía en asunto suyo.
El loro se defendía a picotazo limpio. El más bajo de los dos hombres
le agarró un extremo del ala. Rápido como el rayo, el loro se dio la vuelta
y le picó el dedo hasta hacerle sangre. Max vio que el individuo abría la
boca gritando de dolor. El otro, el más alto, furioso, asestó un puñetazo a
la cabeza del loro. Max se aproximó, creyó oír al loro aturdido que
chillaba: «Asesi... Asesi...» Uno de los dos individuos sacó un bozal.
¡Poner un bozal a un loro! Max arremetió contra ellos.
En ese mismo instante, en la calle Ravignan, Perrette, que contenía la
respiración a causa del fuerte olor a aceite de motor, entró en el garaje habitación. Separó las cortinas de la cama con baldaquín y alargó una
carta a Ruche. Un sello del tamaño de un boniato coloreaba el sobre. ¡Un
sello de Brasil! Perrette observó que la carta había sido echada al correo
hacía bastantes semanas. El matasellos informaba que venía de Manaos.
Pero Ruche no conocía a nadie en Brasil y mucho menos en Manaos.
Monsieur Pierre Ruche 1001 Hojas Calle Ravignan París XVIII
Francia
Las señas de la carta eran correctas, aunque faltaba el número de la
calle y la razón comercial estaba escrita de forma curiosa: «1001» en
lugar de «Mil y Una».
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El teorema del Loro
Manaos, agosto de 1992
Querido πR:
La manera de escribir tu nombre te revelará quién soy.
No te desmayes, soy yo, tu viejo amigo Elgar a quien no ves
desde hace... medio siglo, sí, sí, lo tengo contado. Nos
separamos después de habernos escapado, ¿recuerdas?,
era en 1941. Querías marcharte, me decías, para seguir
luchando en una guerra que tú aún no habías empezado.
Yo quería abandonar Europa para dejar atrás la que, en mi
opinión, había durado demasiado. Y eso es lo que hice.
Cuando nos separamos embarqué hacia la Amazonia,
donde resido desde entonces. Vivo cerca de la ciudad de
Manaos. Habrás oído hablar seguramente de ella, la famosa
capital del caucho, ahora venida a menos.
Te preguntarás por qué te escribo después de tantos
años. Pues para avisarte de que vas a recibir un
cargamento de libros. ¿Por qué tú? Porque éramos los
mejores amigos del mundo y tú eres el único librero que
conozco. Voy a mandarte mi biblioteca. Todos mis libros:
varios cientos de kilos de libros de matemáticas.
Ahí están todas las joyas de ese tipo de literat ura.
Seguramente te extrañará que al referirme a matemáticas
hable de literatura. Te garantizo que hay en estas obras
historias que valen tanto como las de nuestros mejores
novelistas. Historias de matemáticos como, por ejemplo, y
cito a voleo, las de los persas Ornar al-Jayyam o al-Tusi, el
italiano Niccolò Fontana Tartaglia, el francés Pierre Fermat o
el suizo Léonhard Euler. Y muchos otros. Historias de
matemáticos, pero también de matemáticas. No tienes por
qué compartir mi punto de vista. En eso serías como tantos,
infinitos, que no ven en ese saber más que un montón de
verdades tristemente aburridas. Si algún día se te ocurriera
abrir uno de esos libros, hazme el favor, amigo mío, de
hacerte esta pregunta: « ¿Qué me cuentan estas páginas?»
Estoy seguro de que entonces verás esas matemáticas
tristes y opacas bajo otra luz, que te satisfará, insaciable
lector de las mejores novelas. Dejémoslo aquí.
En los paquetes que no tardarás en recibir está lo que, a
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El teorema del Loro
mis ojos, constituye el súmmum del opus matemático de
todos los tiempos. Está todo.
No lo dudes: es la colección privada de obras de
matemáticas más completa que se ha reunido jamás.
¿Cómo he podido hacerlo? Cuando las veas, enseguida
comprenderás, como experto librero que eres, cuánto me ha
costado. En tiempo, en energía y en dinero, por supuesto:
¡una fortuna! Descubrirás entre ellas originales, a veces de
hace cinco siglos, que he podido conseguir muchas veces
tras años de... cacería, ésa es la palabra. ¿Cómo las he
podido comprar? Comprenderás que guarde un púdico
silencio sobre ese tema. No siempre he seguido los caminos
más honestos ni he usado los medios más lícitos, pero
quiero que sepas que ninguna de esas obras está
manchada de sangre. Puede ser que, aquí y allá, solamente
algunas gotas de alcohol, y turbios compromisos.
Esos libros que yo mismo he escogido uno a uno, y que
he tardado decenios en reunir, eran para mí, sólo para mí.
Cada tarde escogía aquellos con los que iba a pasar una
larga noche en vela. Noches voluptuosas, tórridas y
húmedas del ecuador. Eran perfectamente comparables,
créeme, a aquellas noches ardientes que nosotros vivimos
en las pensiones de los alrededores de la vieja Sorbona.
Pero me estoy desviando del tema.
Una palabra más. Si tú no has cambiado, como
...