El Tiempo
Enviado por jj77 • 13 de Marzo de 2013 • 923 Palabras (4 Páginas) • 294 Visitas
La Carta de 1991 marcó un cambio profundo en las nuevas generaciones de colombianos.
EL TIEMPO y la Universidad de los Andes se alían para presentar una mirada de sus protagonistas y estudiosos.
1991, un momento irrepetible
El 8 de diciembre de 1990 se eligieron los 70 constituyentes que escribimos la actual Carta Magna del país, sin que participara la mayoría de los políticos tradicionales, quienes no se percataron de la importancia que la Asamblea tenía para el país. Tal circunstancia produjo un cuerpo colegiado en el que un puñado de destacados políticos estuvo acompañado de muchos profesores de derecho constitucional y ciudadanos del común.
Por primera vez en más de un siglo no había un grupo que pudiera ostentar la mayoría absoluta. El M-19, recién desmovilizado, alcanzó el 28% de los votos -y se constituyó en el resultado electoral más importante de la historia de la izquierda hasta hoy-, los liberales, otro tercio y los conservadores el restante. Los indígenas, hasta entonces jurídicamente menores de edad, tuvieron asiento; los cristianos no católicos, en un país cuya religión oficial era el catolicismo, también obtuvieron sillas; los jóvenes de la Séptima papeleta eligieron representante propio, un ex presidente fue un miembro más del cuerpo colegiado. Es realista decir que por primera vez estaba representada Colombia entera, con toda su diversidad, con toda su pluralidad.
A esa pluralidad se le debe sumar la reconciliación entre Álvaro Gómez y el M-19, que lo había secuestrado, para entender que todo en ese momento parecía posible. El espíritu de consenso y de trabajo por los intereses generales, por encima de los personales, fue la marca de fábrica de la Asamblea. Decidimos escribir una Carta para los siguientes 100 años pensando en grande y con desprendimiento.
Sus resultados más destacados son el Estado Social de Derecho, con tutela y Corte Constitucional, para que los derechos de los ciudadanos tengan primacía; la valoración y respeto de las minorías, hasta entonces ocultas y marginadas; el sello ecológico adelantado a su tiempo, en un mundo que necesita ser sostenible; la Fiscalía General, para meter en cintura a las mafias, por entonces desbordadas; la separación de poderes, que dejó atrás la negra noche del estado de sitio permanente y es hoy orgullo nacional en el ámbito latinoamericano al haber evitado un tercer período presidencial y encarcelado a más de 80 congresistas por paramilitarismo; la democracia participativa casi sin estrenar, como lo están el estatuto del trabajo y el ordenamiento territorial.
Es un cuerpo institucional moderno y democrático, impensable si quienes lo hubieran elaborado hubieran sido los políticos tradicionales.
Se le han hecho 29 reformas, la mayoría de ellas inocuas. Un par no me ha gustado: el debilitamiento de la descentralización y la reelección presidencial inmediata. Otras han sido convenientes, como la que permite reorganizar los partidos políticos serios, después de la afortunada finalización del bipartidismo excluyente. Faltan temas por lograr, como adecuados controles para la
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