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Historia De La Educacion 1940- 1949

nenaparra245 de Marzo de 2014

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México 1940-1949

Los años cuarenta iban a estar marcados por la II Guerra Mundial, la contienda de mayores proporciones y más devastadora que ha padecido la humanidad. Los dos primeros años de guerra fueron de relativa calma para los Estados Unidos, que veían el conflicto aún lejano y propio de la vieja Europa, siempre enzarzada en disputas territoriales. Pero a finales de 1941, con el ataque japonés a la base militar en el Pacífico de Pearl Harbor, los estadounidenses entraban de lleno en el conflicto, que desde ese momento adquirió proporciones mundiales. Los efectos de la guerra y la recesión económica que trajo consigo no tardaron en hacerse sentir en todos los sectores. Además, muchos músicos fueron llamados a filas, como tantos otros jóvenes. La mayoría de los grandes locales que habían sido el hogar del swing en la década anterior cerraron sus puertas y su lugar fue ocupado por pequeños clubs que daban cobijo a pequeñas formaciones que no tenían la fama y el reconocimiento de las que le precedieron.

Hablar de la Música nos lleva a lugares del recuerdo que mueven emociones, fragancias, anécdotas y momentos que permanecen atesorados en seres especiales con un sentir único, es por ello que me doy a la tarea y escojo este tema , recapitular algunas antiguas glorias que han ayudado a edificar y proyectar los caminos por los que nuestro México va transitando, he aquí una recopilación de ello, en lo personal en casa cuando era infante mi padre entonaba varias de las melodías que hoy en este lustro analizaré, hoy al escuchar con detenimiento las letras y tener una madurez mental las disfruto, en ellas expresan vivencias y sentimientos que en alguno de los casos no podían ser expuestos directamente, sin más preámbulos comienza la investigación de los hechos ocurridos en aquella época.

Fue la década que empezó el 1 de enero de 1940 y terminó el 31 de diciembre de 1949

En los momentos más significativos de la historia del país, esto es, la Independencia, la Reforma, la Revolución y la etapa posrevolucionaria, los mexicanos han buscado su sentido de identidad en el pasado. Los diferentes grupos y clases sociales, en una lucha y juego permanente de memoria y olvido, en una guerra sin tregua por sancionar lo que debe ser recordado y reconocido como historia en contra de lo que debe ser aniquilado, han construido un discurso mítico sobre las raíces de lo propiamente mexicano a partir de una selección particular, no necesariamente consciente, de ciertas imágenes del pasado en las cuales cada clase o fracción de clase fundamenta su legitimidad, sentido de pertenencia o autoridad.

La búsqueda recurrente de nuestras raíces y la permanente pregunta sobre nuestro origen termina por recrear este discurso mítico. Así, la representación colectiva de la mexicanidad contemporánea se constituye por un conjunto de estereotipos que se materializan, de manera discontinua, en los discursos de la prensa, el cine, la radio y la televisión, y en las instituciones educativas y culturales como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) o el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), que a través de películas, programas, libros, conciertos o exposiciones, etc. contribuyen a narrar la historia mítica del México moderno desde diferentes espacios, lugares y puntos de vista.

El bolero es parte de esa construcción mítica de la historia de México; del amor y del sentimiento urbano, un saber que se narra de manera distinta en los diversos espacios, públicos o privados.

El resurgimiento del bolero como expresión propia, mexicana, nos habla de la nostalgia de la época de oro del cine nacional, de la radio, pero sobre todo y fundamentalmente de la ciudad moderna naciente. En los múltiples discursos que enmarcan la emergencia del bolero, hay una referencia permanente, implícita o explícita, a las décadas de los treinta y cuarenta, una vuelta al origen, a las raíces de la nacionalidad mexicana y al momento fundacional del Estado mexicano

Moderno posrevolucionario, de consolidación del Estado fuerte y la unidad nacional. Es decir, a esa suma de acontecimientos que se fueron configurando para la constitución definitiva del Estado-nación a partir de la Revolución Mexicana; después de la guerra de Independencia, la Reforma y de las guerras contra la invasión francesa y norteamericana que permitieron que el país delimitara su territorio y fijara las fronteras que ahora contienen al pueblo diverso y plural que constituye la nueva nación mexicana.

La nostalgia se funda en el mito del paraíso perdido, en un tiempo en que las cosas eran mejores, y la ciudad era más habitable. La noción mítica de la edad de oro de la ciudad, proviene de aquel momento de la historia nacional y de las condiciones sociales que permitían a los sujetos y colectividades vivir, expresarse y realizarse de una mejor manera, incluso en el ámbito más íntimo, privado, de la vida amorosa y sentimental que la ciudad favorecía.

Sin embargo, los mitos del "milagro mexicano" y de la "región más transparente" ocultan la realidad de miseria y explotación que ha caracterizado a nuestras sociedades; particularmente, en aquella época, la transmisión de poderes de Cárdenas a Ávila Camacho en 1940 marcó un rumbo de diferenciación social que hoy es inocultable. El triunfo precario de la burguesía se condensó en la definición de las nuevas instituciones: un Estado garante de la "paz social", la seguridad del capital y el proceso de modernización, en suma, del desarrollo capitalista. Los presidentes Avila y Alemán se caracterizaron por el proceso acelerado de industrialización; la descapitalización del campo y la inmigración a la ciudad; el crecimiento de la clase obrera y su desmovilización; la formación de las clases medias urbanas, las campañas anticomunistas y la satanización de las "ideas exóticas" (forma como los políticos de la época solían calificar al socialismo y al comunismo); el recrudecimiento del moralismo y la censura.

Otra marca importante de dicha época fue la preocupación por la determinación de los rasgos fundamentales de la identidad nacional; la formulación reiterada de la pregunta sobre lo que nos caracteriza y constituye; la búsqueda de las raíces y de las razones de la manera de ser mexicanos. Medios de comunicación, artistas, políticos e intelectuales se empeñaron en definir lo propio, lo nuestro, lo mexicano. Los trazos y primeras aproximaciones de nuestra identidad quedaron plasmados en la plástica, la poesía, la novela, la música, la radio y el cine, según los distintas miradas, lenguajes, registros y materialidades de la cultura culta y de la cultura de masas. Desde el muralismo de Rivera, Orozco y Siqueiros y la novela de la Revolución, hasta el bolero y la canción ranchera, pasando por la poesía de Cuesta, Novo y Villaurrutia se perfiló el espectro social y la fisonomía del ser nacional. Imágenes diversas y contradictorias resumen la expresión de la lucha entre clases, razas, sexos, etc.

Hoy la nostalgia de esa edad particular , mito de la modernidad y el cosmopolitismo

A partir de los años treinta la radio y el cine colaboraron con la educación pública en la construcción de la unidad nacional y en la definición de los rasgos fundamentales de identificación de "lo propiamente mexicano", no sólo contribuyeron como elementos de cohesión interna del país sino como estrategia de comunicación con el exterior.

Ahora el afán de nacionalismo adquiere un sentido de cultura netamente mexicana. Nuestra música, nuestras canciones son nuestras y tienen contenido de nuestro propio espíritu. Y si manifiesta lo que nuestro espíritu es, es necesario que vaya más allá de nuestras fronteras. Es necesario que se diga en otros pueblos: “Así canta el alma torturada de México”

En aquel momento las industrias culturales nacientes: la radio, el cine y las disqueras explotaron fundamentalmente dos géneros musicales: la canción ranchera y la música romántica, en particular el bolero, que a su vez dieron a la cinematografía temas musicales y argumentos para sus películas.

La canción y el cine de género ranchero representan la nostalgia de la vida en el campo, la hacienda, el México colonial-feudal, la bola y el México revolucionario, bárbaro, y violento, en donde "la vida no vale nada", los conflictos se resuelven a balazos y a las mujeres no se las seduce sino que se les roba. Sus objetos son: el caballo, la carabina; los personajes: el charro cantor y su china poblana, el revolucionario, y sus modalidades de decir el amor se enmarcan en un estilo bronco, salvaje y agresivo, en el que los hombres se matan unos a otros por el amor de una mujer y la traición se paga con la muerte o el desprecio. En este estilo no cabe la melancolía o la tristeza como en el bolero. Aquí, la agresividad se vuelca hacia afuera y se privilegia el homicidio sobre el suicidio como salida al dolor que produce el abandono.

Aunque también acudimos a otra representación romántica e idílica de la vida en el campo, que en la década de los cuarenta:

Termina el monopolio de las canciones donde la lírica campirana enmarca novios castos y animales plácidos y, entre aplausos unánimes en el teatro

Por su parte, desde 1930, el bolero fue uno de los personajes centrales del cine nacional, tema de múltiples películas, algunas de las cuales llevaron por título el de algún bolero como "Santa" (1930) de Agustín Lara; "Negra consentida" (1933) de Joaquín Pardavé tema de La calandria,

“Negra negra consentida negra de mi vida quien te quiere a ti... “

"Perjura"

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