Las epidemias de fiebre amarilla en Buenos Aires
bacabaconTutorial26 de Abril de 2013
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Las epidemias de fiebre amarilla en Buenos Aires tuvieron lugar en los años 1852, 1858, 1870 y 1871.2 Esta última fue un desastre que mató aproximadamente al 8% de los porteños: en una urbe donde normalmente el índice de fallecimientos diarios no llegaba a 20, hubo días en los que murieron más de 500 personas,3 y se pudo contabilizar un total aproximado de 14 000 muertos por esa causa.4
En numerosas ocasiones la enfermedad había llegado a la ciudad por medio de los barcos que arribaban desde la costa del Brasil, donde era endémica.2 No obstante, la epidemia de 1871 se cree que habría provenido de Asunción del Paraguay, portada por los soldados argentinos que regresaban de la Guerra de la Triple Alianza;5 ya que previamente se había propagado en la ciudad de Corrientes.6 En su peor momento, la población porteña se redujo a menos de la tercera parte, debido al éxodo de quienes abandonaron la ciudad para intentar escapar del flagelo.2
Algunas de las principales causas de la propagación de esta enfermedad, transmitida por el mosquito Aedes aegypti, fueron:7
la provisión insuficiente de agua potable;
la contaminación de las napas de agua por los desechos humanos;
el clima cálido y húmedo en el verano;
el hacinamiento en que vivían, sin que se tomaran medidas sanitarias para ellos, las personas negras y, especialmente en la epidemia de 1871, los inmigrantes europeos humildes que ingresaban en forma incesante a la zona más sureña de la ciudad;
los saladeros que contaminaban el Riachuelo —límite sur de la ciudad—, el relleno de terrenos bajos con residuos y los riachos —denominados «zanjones»— que recorrían la urbe infectados por lo que la población arrojaba en ellos.
La plaga de 1871 hizo tomar conciencia a las autoridades de la urgente necesidad de mejorar las condiciones de higiene de la ciudad, de establecer una red de distribución de agua potable y de construir cloacas y desagües.8
Un testigo de esta catástrofe, de nombre Mardoqueo (Mordejai) Navarro, escribió el 9 de abril, la siguiente descripción en su diario personal:9
«... Los negocios cerrados, calles desiertas. Faltan médicos, muertos sin asistencia. Huye el que puede. Heroísmo de la Comisión Popular...».
Índice [ocultar]
1 Brotes de fiebre amarilla anteriores a 1871
2 La gran epidemia de 1871
2.1 Contexto
2.2 Antecedentes inmediatos
2.3 Los sucesos
2.3.1 Inicio de la epidemia
2.3.2 La Comisión Popular
2.3.3 Síntomas y tratamiento
2.3.4 La actuación de la Iglesia Católica y de los médicos
2.3.5 Entierro de las víctimas
2.3.6 El pico de la epidemia
2.3.7 Últimos casos
2.4 Cifras finales
2.5 Consecuencias
2.5.1 Mejoras sanitarias en Buenos Aires
2.6 Expresiones artísticas sobre la gran epidemia
3 Referencias
4 Notas
5 Fuentes consultadas
[editar]Brotes de fiebre amarilla anteriores a 1871
Mosquito Aedes aegypti.
Desde 1881, gracias a las investigaciones del cubano Carlos Juan Finlay, se sabe que el agente transmisor de la fiebre amarilla es el mosquito Aedes aegypti. Antes de esa fecha, los médicos atribuían la causa de muchas epidemias a lo que llamaban miasmas, emanaciones fétidas de aguas impuras que se suponía flotaban en el ambiente.10
Los primeros casos de esta enfermedad —a la que se le solía llamar «vómito negro» debido a las hemorragias que produce a nivel gastrointestinal— aparecieron en la región del Río de la Plata a mediados de la década de 1850: en 1852 provocó una epidemia en Buenos Aires. Sin embargo, por una nota dirigida al practicante Soler, se sabe que hubo brotes antes de ese año;2 de hecho, la primera mención de una posible infección de esta enfermedad data del año 1798.11
Según algunas fuentes, en el año 1857 una tercera parte de la población de Montevideo sufrió el contagio del virus, transportado por barcos provenientes de Brasil.12 En 1858, esa epidemia se trasladó con menor intensidad a Buenos Aires, sin dejar víctimas fatales.13
La prensa porteña solía manifestar su preocupación por el arribo de los buques brasileños14 debido a los antecedentes citados y a que la fiebre era una enfermedad costera con carácter endémico en los puertos cariocas, entre ellos Río de Janeiro, por aquella época capital del Imperio del Brasil. La Historia de la Universidad de Buenos Aires y su influencia en la Cultura Argentina (La Facultad de Medicina y sus Escuelas), de Eliseo Cantón, exponía que la epidemia era llevada por los navíos mercantes del Imperio al sur. Agregaba que en el mes de febrero de 1870 —verano en el hemisferio sur— se había localizado un caso en el Hotel Roma —ubicado en la calle Cangallo, en pleno centro de la ciudad— traída por un pasajero enfermo del vapor Piutou; y habían llegado a morir por la enfermedad unas 100 personas.2
[editar]La gran epidemia de 1871
[editar]Contexto
Plano de Buenos Aires en 1870.
En 1871 convivían en la ciudad de Buenos Aires el Gobierno Nacional, presidido por Domingo Faustino Sarmiento, el de la Provincia de Buenos Aires, con el gobernador Emilio Castro, y el municipal, presidido por Narciso Martínez de Hoz: no existía aún el cargo de Intendente, creado 9 años después al federalizarse la ciudad; estos tres gobiernos tenían enfrentamientos políticos y jurisdiccionales.15
Situada sobre una llanura, la ciudad no tenía sistema de drenaje, salvo el caso particular de unos pocos miles de habitantes que obtenían agua sin impurezas gracias a que en 1856, ante una propuesta de Eduardo Madero, el Ferrocarril Oeste decidió aumentar el calibre del caño que transportaba agua desde la Recoleta, donde estaban los filtros que servían para quitar las impurezas del agua que se utilizaba para el buen funcionamiento de las locomotoras a vapor, hasta la Estación del Parque, para poder así satisfacer también la demanda de agua de los vecinos.7 Para el resto de la población, la situación era muy precaria en lo sanitario y existían muchos focos infecciosos, como por ejemplo los conventillos, generalmente habitados por inmigrantes pobres venidos de Europa o afroargentinos, que se hacinaban en su interior y carecían de las normas de higiene más elementales. Otro foco infeccioso era el Riachuelo —límite sur de la ciudad— convertido en sumidero de aguas servidas y de desperdicios arrojados por los saladeros y mataderos situados en sus costas. Dado que se carecía de un sistema de cloacas, los desechos humanos acababan en los pozos negros, que contaminaban las napas de agua y en consecuencia los pozos, que constituían una de las dos principales fuentes del vital elemento para la mayoría de la población.7 La otra fuente era el Río de La Plata, de donde el agua se extraía cerca de la ribera contaminada y se distribuía por medio de carros aguateros, sin ningún saneamiento previo.7
Por añadidura, los residuos de todo tipo se utilizaban para nivelar terrenos y calles.16 Éstas eran muy angostas, no existían avenidas —la primera fue la Avenida de Mayo, inaugurada en el año 1894— y las plazas eran pocas, casi desprovistas de vegetación.17
La ciudad crecía vertiginosamente debido principalmente a la gran inmigración extranjera: para esa época vivían tantos argentinos como extranjeros, y estos últimos sobrepasarían a los criollos pocos años más tarde. El primer censo argentino de 1869 registró en la Ciudad de Buenos Aires 177 787 habitantes, de los cuales 88 126 (49,6 %) eran extranjeros; de estos 44 233 —la mitad de los extranjeros— eran italianos y 14 609 españoles. Además de los conventillos mencionados, sobre 19 000 viviendas urbanas, 2 300 eran de madera o barro y paja.18
Además de las epidemias de fiebre amarilla, en 1867 y 1868 se habían producido varios brotes de cólera, que habían costado la vida a centenares de personas y también estaban relacionados con la Guerra de la Triple Alianza, entre cuyos combatientes había causado varios miles de muertes.19
Frente a esa situación, el censo antes citado indicaba que en Buenos Aires había apenas 160 médicos, menos de uno por cada 100 habitantes.20
Las instituciones públicas no estaban preparadas para hacer frente a las consecuencias de las deplorables condiciones higiénicas en que se encontraba la ciudad. Al respecto, en marzo de 1870 la prensa comentó con preocupación una nota enviada por la Municipalidad al Ministerio de Hacienda de la Provincia de Buenos Aires, en la que informaba de su carencia de recursos. El 2 de abril del mismo año, el diario La Prensa comentaba en su editorial, bajo el título Desorganización de la Municipalidad, lo siguiente:
«Los amagos de fiebre amarilla, las recientes inundaciones, alarmando justamente al pueblo, le han impulsado a dirigir su voz a la Corporación pidiendo se tomen las medidas necesarias y urgentes para remediar los funestos males de que está amenazado, y la Municipalidad fijando la vista en sus arcas, tiene que cruzar los brazos y permanecer impasible y sorda hasta el clamor que hasta a ella llega...».21
[editar]Antecedentes inmediatos
Desde principios del año 1870 se había tenido noticias en Buenos Aires de un recrudecimiento de la fiebre amarilla en Río de Janeiro. En el mes de febrero —y nuevamente en marzo— se logró evitar el desembarco de pasajeros infectados que llegaron en dos vapores desde esa ciudad. No obstante, el presidente Sarmiento vetó el proyecto de extender la cuarentena a todos los buques procedentes de esa ciudad y en una oportunidad ordenó autorizar el desembarco de
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