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Problemas de seguridad pública


Enviado por   •  20 de Mayo de 2014  •  2.399 Palabras (10 Páginas)  •  213 Visitas

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Los que suscriben tienen el deber de precaver a la Oficialidad contra la propaganda que, en breve plazo intensificarán elementos que han visto derrumbarse sus ambiciones de predominio sectario. Esa propaganda será hecha directamente o por personas interpuestas, y tendrá su fuente en elementos extremistas que no vacilarán en llegar hasta la calumnia para crear un ambiente de confusionismo que sirva a sus fines. Por ello es indispensable que los jefes y Oficiales estén compenetrados con hechos que son bien conocidos, pero que es necesario tener presentes, para que en ningún momento, pueda ser sorprendida su buena fe.

Estos hechos históricos pueden resumirse así: en el año de 1945, como consecuencia de la desinteresada intervención que hicieron las Fuerzas Armadas, llegó al Poder el Partido Acción Democrática. Ningún pacto político existía entre militares y civiles. Se estaba en conversaciones preliminares y apenas se habían efectuado dos o tres reuniones, en las cuales se había discutido entre el grupo militar y el civil generalidades que no tenían matiz conspirativo, cuando la acción brusca del Gobierno suscitó un movimiento en defensa de los militares, que produjo el derrumbamiento de aquél. El Partido Acción Democrática aprovechó desde el principio el que las Fuerzas Armadas tenían toda su atención puesta en cuestiones de Seguridad Pública, en evitar violencias y en resolver problemas profesionales, para infiltrarse en todos los puntos claves de la armazón estatal. Poco sabían el país y las Fuerzas Armadas, para aquel entonces, de ese Partido, sino que desde la oposición ofrecía realizaciones morales y materiales que engañaron a muchos venezolanos de buena fe. Fue constituido, en aquel año, un Gobierno con mayoría civil, pero por desgracia, con abrumadora mayoría de hombres de un solo Partido.

Poco tiempo después se empezó a sentir que el país repudiaba esa forma de hegemonía por un grupo político que había alcanzado el Poder, no mediante su propia fuerza, sino amparado en el generoso desprendimiento de la Institución Armada. Se presintió igualmente que el Gobierno monopartidista, haría aprovechamiento en su favor del proceso electoral. Ante ese temor fue categóricamente expuesta por los Miembros Militares de la junta revolucionaria de Gobierno al Presidente de la misma, la necesidad de que no permaneciera al frente del Ministerio de Relaciones Interiores un hombre del Partido. A regañadientes fue aceptada la fórmula de remover a Valmore Rodríguez del Ministerio de Relaciones Interiores, no sin que antes se hubiese esbozado la maniobra, a título de compensación, de que el Teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud abandonase el Ministerio de la Defensa Nacional, ya que no se le consideraba persona grata al Partido.

Al avecinarse la fecha prevista para las elecciones a Constituyente, pareció que no era bastante garantía de imparcialidad el hecho de que fuese políticamente independiente el Ministro del Interior, y se pensó en la fórmula de que presidiese el Gobierno un civil sin compromisos de Partido o un militar, sin que tal solución pudiese ser lograda por múltiples razones, siendo una de ellas, inclusive, la inhabilitación física en que llegaron a encontrarse en un momento dado los Miembros Militares de la junta Revolucionaria pues puede recordarse que para aquella fecha el Ministro de la Defensa sufrió un grave accidente de equitación y que el Ministro del Interior ya padecía serios quebrantos de salud que de vez en cuando hacían crisis.

Las sucesivas sugestiones hechas a los hombres del Partido, y en particular las que se hicieron a raíz de los acontecimientos del 11 de diciembre de 1946, encontrándose ausente el titular del Ministerio de Relaciones Interiores, en el sentido de lograr una ampliación del Gobierno, eran contestadas con medidas a medias, con promesas y maniobras dilatorias. Pero repugnaba al Alto Mando Militar lograr por la fuerzas de las Armas esas rectificaciones que siempre consideró necesarias para el bien nacional.

Por otra parte, Acción Democrática, habilidosamente, se dio a la tarea de tratar de dividir a las Fuerzas Armadas, sin lograrlo nunca de modo permanente y, apoyada materialmente en el despilfarro de los fondos públicos, desarrolló una política de demagogia desenfrenada que le dio a su régimen la apariencia de tener fuerte apoyo popular. A esta circunstancia debe, agregarse que se tenía la evidencia de que altos dirigentes de Acción Democrática propiciaban una situación que dividiera a las Fuerzas Armadas en dos bandos y, por ende, al país, pues consideraban que así vería nacer una montonera armada que respaldaría su instalación indefinida en el Poder.

Ante tal situación, quienes teníamos la delicada misión de velar porque la Institución se mantuviera cohesionada e intacta como Fuerza Nacional, nos dedicamos por entero a luchar contra toda división; a preservar a la Oficialidad de ser víctima de las insidias de los políticos e instrumento de intereses de grupo; a castigar cuando era necesario y cada vez que se infringían las directivas u órdenes del Alto Mando Militar, y a impedir, mediante la prédica constante y el ejemplo, que ninguno de sus integrantes fuese conquistado por ideologías partidistas. Se sostuvo igualmente el principio de que las Fuerzas Armadas no debían intervenir en política, pero también se explicaba muy claramente que las personas extrañas a la Institución, políticos o no, debían (y deben) abstenerse de pretender transformarla en Fuerza parcializada.

Se predicaban así, de buena fe, sanos principios, que sólo eran cumplidos unilateralmente. Entonces se alentaron esperan. zas de que llegada la constitucionalidad, el Presidente Electo, gracias a la alta autoridad que le confería la Constitución, lograría preservar a las Fuerzas Armadas de la continua presión que sobre ellas pretendía ejercer el Partido de Gobierno, y cesaría la acción de hostilidad sistemática que señalados dirigentes del mismo, tenían hacia el Alto Mando Militar, hostilidad ésta manifestada alternadamente ya contra uno o contra otro de los jefes que hoy integran la junta Militar de Gobierno, habiendo sido planeada la eliminación de uno cualquiera de ellos, utilizando a Oficiales de las Fuerzas Armadas como instrumento, y llegando hasta el extremo de comisionar a elementos civiles para que hiciesen entre la oficialidad propaganda tendiente a menoscabar la autoridad Ministerial.

Se alentó igualmente la esperanza de que el Presidente Electo gobernaría como Primer Magistrado de los venezolanos y no como instrumento de parcialidad política. Fueron esperanzas fallidas. Desde el comienzo de su mandato, el señor Gallegos en vez de considerar a las Fuerzas Armadas como sólida garantía de su independencia en la Primera Magistradura,

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