Cazadores De Microbios

Esta libro nos narra cómo se fueron desarrollando los conocimientos sobre los microorganismos y nos da un panorama de cómo se realizaban las investigaciones por parte de las personas sin la tecnología con la cual contamos ahora, además de las cuales eran las herramientas que utilizaban para la investigación.

Empieza narrando la historia de Leewenhoek, el cual fue el primero en adentrarse a un nuevo universo poblado de especies de seres pequeñísimos. Cuando nació Leewenhoek no existían microscopios sino simples instrumentos como lupas o cristales de aumento. Tiempo después observo mediante su lente de juguete montada en oro, una pequeña gota de agua de lluvia, en la cual observo asombrado unos bichitos los cuales nadaban y daban vueltas, los cuales eran mil veces más pequeños que cualquiera de los bichos que podemos ver a simple vista. No conformándose con ese hallazgo decidió volverlo a realizar pero ahora encontró a otros seres más grandes que los primeros que había observado anteriormente, los cuales se movían con mayor agilidad.

EL sucesor de Leeuwenhoek fue Spallanzazani, el cual estaba decidido a averiguar todos los misterios que tiene la naturaleza poniendo a prueba toda clase de teorías. Spallanzazani tenía la certeza de que todos los animales, aun los más pequeños procedían de otros que a su vez, han tenido existencia anteriormente; también tenía la convicción de que un diminuto microbio seguía perteneciendo siempre a la misma especie.

Uno de los personajes que sobresalen del texto es Pasteur el cual después de mucho examinar montones de diminutos cristales, descubrió que había cuatro clases de ácidos tartáricos y no solamente dos y que en la naturaleza hay variedad de compuestos extraños exactamente iguales. El experimento que había realizado con los bastoncitos productores del ácido láctico le había convencido de otras especies de seres microscópicos ya que eran capaces de ejecutar un millar de cosas gigantescas, útiles y tal vez peligrosas. Ya que los fermentos que se habían revelado en el microscopio en las cubas de fermentación sanas, son los que transforman el azúcar en alcohol, la cebada en cerveza y las uvas en vino, aunque no estaba seguro de ello porque no lo había podido demostrar, el se sentía confiado y lo aseguraba.

Un día Pasteur, en uno de los matraces cuyo contenido se había estropeado, notó la presencia de otra especie de diminutos animalillos que nadaban alrededor de unos pocos bastoncitos que se movían desalentados, de esos bastoncitos que debían estar presentes a millones. Eran mucho mayores que los bastoncitos y no se limitan a vibrar, sino que nadaban como si fueran peces, los contemplo sin entender porque esos seres estaban ahí ya que para él no tenía sentido que estuvieran ahí. Estos seres formaban procesiones enganchados unos con otros, evidentemente, estos bichos de nueva especie eran otra clase de fermentos que transformaban el azúcar en ácido butírico. Al ver esto noto que en el centro de la gota se movían en todas las direcciones, pero que al correr suavemente la preparación hasta que el borde de la gota quedase bajo el objetivo no se movían estaban quietos. Sucedió lo mismo en cuantas preparaciones observó, él pensaba que los mata el aire, y con esto aseguraba haber hecho un gran descubrimiento.

Siguió investigando ya que el creía que los fermentos, los bastoncitos y los animalillos procedían del aire, por lo cual se imaginaba que estaba conviviendo con miles de seres invisibles. Pasteur ideó aparatos complicados para demostrarlo. Atascó de algodón pólvora delgados tubos

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