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EL CONDE LUCANOR, del Infante Don Juan Manuel


Enviado por   •  26 de Mayo de 2013  •  Tesis  •  2.995 Palabras (12 Páginas)  •  752 Visitas

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EL CONDE LUCANOR, del Infante Don Juan Manuel

Estructura.

El libro de Patronio está formado por dos prólogos y cinco partes bien

definidas, la más interesante es la primera, que consta de 51 "enxiemplos" o

apólogos (fábula). Cada cuento se estructura de manera idéntica: Un joven señor

feudal, el conde Lucanor, consulta a su ayo Patronio ante los muy diversos problemas

que se le plantean en el gobierno de sus estados. Patronio le responde con un cuento

o ejemplo alusivo al problema planteado y deduce una enseñanza moral. Después el

autor dice que el conde sigue el consejo de su ayo y que le va bien. Don Juan

Manuel resume la moraleja en un pareado que remata el enxiemplo.

Temas.

Los diferentes temas que aparecen a lo largo de toda la obra son muy

variados y de todos los estados y estratos sociales - ricos y pobres, nobles y

plebeyos, mercaderes, frailes, burgueses y prelados - están todos presentes

en ella. Con ello don Juan Manuel nos muestra la realidad española de la época

en toda su riqueza y complejidad.

Fuentes .

La mayor parte de los ejemplos procede en primer lugar de cuentos y

fábulas orientales.

Además, también provienen de fuentes clásicas greco-latinas, de la tradición

española y de la eclesiástica(la Biblia). Don Juan Manuel rehace estos cuentos

y los convierte en una pequeña obra maestra con un sello personal.

EL AUTOR:

Don Juan Manuel, nacido en Escalona (Toledo) en 1282 era sobrino de Alfonso

X el Sabio y nieto de Fernando III el Santo.

Instruido en el conocimiento de las artes marciales, del latín y de la historia,

intervino activamente en las luchas nobiliarias durante la minoría de edad de

Fernando IV y Alfonso XI. Expresa en su obra literaria, las intrigas políticas que

vivió intensamente y se manifiesta una fuerte contradicción: por un lado el orgullo

que sentía por su linaje, su poderío social y económico y por otro la humildad que,

como escritor, manifiesta a veces. Participa valientemente en batallas contra los

árabes y en 1348 muere y es enterrado en el monasterio de Peñafiel (Valladolid).

Don Juan Manuel es un signo más de la transformación que se estaba

produciendo en el siglo XIV, al abandonar la aristocracia su aislamiento e incultura y

hacerse cortesana y culta. Desaparece la diferenciación entre el caballero - hombre

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El cuentista

[Cuento. Texto completo]

Saki

Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño. Una tía, que pertenecía a los niños, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba ocupado por un hombre soltero que era un extraño ante aquella fiesta, pero las niñas pequeñas y el niño pequeño ocupaban, enfáticamente, el compartimiento. Tanto la tía como los niños conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que se niega a ser rechazada. La mayoría de los comentarios de la tía empezaban por «No», y casi todos los de los niños por «¿Por qué?». El hombre soltero no decía nada en voz alta.

-No, Cyril, no -exclamó la tía cuando el niño empezó a golpear los cojines del asiento, provocando una nube de polvo con cada golpe-. Ven a mirar por la ventanilla -añadió.

El niño se desplazó hacia la ventilla con desgana.

-¿Por qué sacan a esas ovejas fuera de ese campo? -preguntó.

-Supongo que las llevan a otro campo en el que hay más hierba -respondió la tía débilmente.

-Pero en ese campo hay montones de hierba -protestó el niño-; no hay otra cosa que no sea hierba. Tía, en ese campo hay montones de hierba.

-Quizá la hierba de otro campo es mejor -sugirió la tía neciamente.

-¿Por qué es mejor? -fue la inevitable y rápida pregunta.

-¡Oh, mira esas vacas! -exclamó la tía.

Casi todos los campos por los que pasaba la línea de tren tenían vacas o toros, pero ella lo dijo como si estuviera llamando la atención ante una novedad.

-¿Por qué es mejor la hierba del otro campo? -persistió Cyril.

El ceño fruncido del soltero se iba acentuando hasta estar ceñudo. La tía decidió, mentalmente, que era un hombre duro y hostil. Ella era incapaz por completo de tomar una decisión satisfactoria sobre la hierba del otro campo.

La niña más pequeña creó una forma de distracción al empezar a recitar «De camino hacia Mandalay». Sólo sabía la primera línea, pero utilizó al máximo su limitado conocimiento. Repetía la línea una y otra vez con una voz soñadora, pero decidida y muy audible; al soltero le pareció como si alguien hubiera hecho una apuesta con ella a que no era capaz de repetir la línea en voz alta dos mil veces seguidas y sin detenerse. Quienquiera que fuera que hubiera hecho la apuesta, probablemente la perdería.

-Acérquense aquí y escuchen mi historia -dijo la tía cuando el soltero la había mirado dos veces a ella y una al timbre de alarma.

Los niños se desplazaron apáticamente hacia el final del compartimiento donde estaba la tía. Evidentemente, su reputación como contadora de historias no ocupaba una alta posición, según la estimación de los niños.

Con voz baja y confidencial, interrumpida a intervalos frecuentes por preguntas malhumoradas y en voz alta de los oyentes, comenzó una historia poco animada y con una deplorable carencia de interés sobre una niña que era buena, que se hacía amiga de todos a causa de su bondad y que, al final, fue salvada de un toro enloquecido por numerosos rescatadores que admiraban su carácter moral.

-¿No la habrían salvado si no hubiera sido buena? -preguntó la mayor de las niñas.

Esa era exactamente la pregunta que había querido hacer el soltero.

-Bueno, sí -admitió la tía sin convicción-. Pero no creo que la hubieran socorrido muy deprisa si ella no les hubiera gustado mucho.

-Es la historia más tonta que he oído nunca -dijo la mayor de las niñas con una inmensa convicción.

-Después de la segunda parte no he escuchado, era demasiado tonta -dijo Cyril.

La niña más pequeña no hizo ningún

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