El Sueño De Pongo
Enviado por 15061998 • 25 de Noviembre de 2012 • 1.060 Palabras (5 Páginas) • 585 Visitas
El sueño de pongo
José María Arguedas.
Introducción:
Arguedas cuenta que escuchó el cuento en Lima, de boca de un comunero indio de Qatqa, Qashqa o Ccatca, en la provincia de Quispicanchi, departamento del Cuzco. Dice también que no pudo precisar si se trataba de un cuento de tema quechua original y menciona que había una versión muy diferente del mismo tema, contada por el antropólogo cuzqueño Óscar Núñez de Prado. En todo, Arguedas deja en claro que su intención era publicarlo solo por su valor literario, social y lingüístico, lo que hizo en 1965, año muy movido y difícil para el escritor. Al año siguiente ocurrió su primer intento de suicidio.
Datos del Autor:
El autor de esta obra es José María Arguedas, escritor peruano (18 de enero de 1911-2 de diciembre de 1969).
Exposición:
Un siervo indio se dirige a la casa hacienda para cumplir su turno de pongo o sirviente. Era un hombrecito de cuerpo miserable y con ropas viejas. Solo con verle, el patrón se burló de su aspecto y de inmediato le ordenó hacer la limpieza. El pongo se portaba muy servicial; no hablaba con nadie; trabajaba callado y comía solo. El patrón tomó la costumbre de maltratarlo y fastidiarlo delante de toda la servidumbre, cuando esta se reunía de noche en el corredor de la hacienda para rezar el Ave María. El patrón obligaba al pongo a que imitara a un perro o a una vizcacha; el pongo hacía todo lo que le ordenaba, lo que provocaba la risa del patrón, quien luego lo pateaba y lo revolcaba en el suelo. Incluso los demás siervos no podían contener la risa al ver tal espectáculo. Y así pasaron varios días, hasta que una tarde, a la hora del rezo habitual, cuando el corredor estaba repleto de la gente de la hacienda, el pongo le dijo a su patrón: "Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte". El patrón, asombrado de que el hombrecito se atreviera a dirigirle la palabra, le dio permiso, curioso por saber qué cosas diría. Entonces el pongo empezó a contarle al patrón lo que había soñado la noche anterior: ambos habían muerto y se encontraron desnudos ante los ojos de San Francisco, quien examinó los corazones de los dos. Luego, el santo ordenó que viniera un ángel mayor acompañado de otro menor que trajera una copa de oro llena de miel. El ángel mayor, levantando la copa, derramó la miel en el cuerpo del hacendado y lo enlució con ella desde la cabeza hasta los pies. Cuando le tocó su turno al pongo, San Francisco ordenó a un ángel viejo: "Oye viejo. Embarra el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído: todo el cuerpo, de cualquier manera, cúbrelo como puedas, ¡Rápido!" Entonces, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, lo embarró en todo el cuerpo del pongo, de manera tosca. Hasta allí parecía que esa era la retribución de ambos y así creyó entender el hacendado, que escuchaba atento tal relato. Sin embargo, el pongo advirtió rápidamente que allí no terminaba la cosa, sino que San Francisco, luego de mirar fijamente a ambos, ordenó que se lamieran el uno al otro, en forma lenta y por mucho tiempo. El viejo ángel rejuveneció y quedó vigilando
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