Sueño Del Pongo
Enviado por fabangela • 17 de Agosto de 2014 • 1.199 Palabras (5 Páginas) • 240 Visitas
EL SUEÑO DEL PONGO
(José María Arguedas)
PERSONAJES
SEÑORA
PONGO
Una mujercita pequeña de cuerpo, miserable de ánimo, débil, todo lamentable; sus ropas viejas,
entra temerosamente a la casa-hacienda de sus patrones. Es la nueva sirvienta.
La SEÑORA, esposa del patrón de la hacienda, que está sentada en su trono o silla no
puede contener la risa al escuchar a la mujercita musitar un saludo aterrado al entrar al
comedor de la residencia.
SEÑORA—. (Tratando de contener la risa) Eres gente o qué cosa.
(Humillada, la muchacha no contesta y atemorizada, con los ojos helados, se queda de
pie)
SEÑORA—. ¡A ver! Por lo menos sabrás lavar ollas, siquiera podrás manejar la escoba, con esas
manos que parecen que no son nada.
PONGO—. (Muda de pánico)
SEÑORA—. (Apuntando a unos platos sucios) ¡Llévate esta inmundicia!
La PONGO se arrodilla y besa las manos a la patrona y, luego de recoger una gran pila
de platos sucios, se dirige hacia la cocina.
SEÑORA—. (Hacía el público, pensativa.) La mujercita tiene el cuerpo pequeño, pero tiene
fuerzas como las de un hombre común. Bien… Todo cuanto le ordene lo hará, y lo hará bien. La
cocinera mestiza me dijo que es huérfana de huérfanos; hija del viento, de la luna, debe ser el frío
de sus ojos, el corazón, pura tristeza… (Pausa larga.) Quizá a causa de tener esa expresión de
espanto y por su ropa tan haraposa y acaso, también, porque no quiere hablar, no puedo evitar
sentir un especial desprecio por esta muchacha… Al anochecer cuando los siervos se reúnan para
rezar el Ave María, en el corredor de esta casa-hacienda, a esa hora, martirizaré siempre a estapongo, delante de toda la servidumbre; la sacudiré como a un trozo de pellejo. (Hacia la cocina)
¡Pongo, ven acá!
Al verla entrar en el comedor, la empuja de la cabeza y la obliga a que se arrodille y,
así, cuando ya está hincada, le da varios golpes suaves en la cara.
SEÑORA—. Creo que eres perro. ¡Ladra!
La mujercita parece no entender, no sabe ladrar.
SEÑORA—. Ponte en cuatro patas.
La PONGO obedece, y con gracia, da unos pasos en cuatro pies.
SEÑORA—. Trota un poco, como perro.
La muchacha sabe correr imitando a los perros pequeños de la puna. La patrona ríe de
muy buena gana; la risa le sacude todo el cuerpo.
SEÑORA—. (Al ver que la muchacha alcanza trotando el extremo del gran comedor) Corres
bien, perro. ¡Regresa!
La PONGO vuelve, corriendo de costadito. Llega fatigada.
SEÑORA—. ¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! Siéntate en dos patas; empalma
las manos.
Tal como una vizcacha, la PONGO imita exactamente la figura de uno de estos
animalitos, cuando permanecen quietos como orando sobre las rocas. Pero aunque lo intenta,
no puede alzar las orejas. Golpeándola con la bota, sin patearle fuerte, la patrona derriba a la
mujercita sobre el piso de ladrillo del comedor.
SEÑORA—. Recemos el Padre Nuestro.
La muchacha se levanta de a pocos, y no puede rezar porque se siente humillada.
SEÑORA— ¡Vete, india!
SEÑORA—. (Hacia el público, con orgullo) Y así, todos los días, la haré revolcarse delante de
todos. Porque es mi pongo. La obligaré a reírse, a fingir llanto. La entregaré a la mofa de sus iguales, los colonos.
Vuelve a entrar la PONGO. Su rostro sigue un poco espantado y se dirige a su patrona.
PONGO—. (Titubeando) Gran señora, dame tu licencia, madrecita mía, quiero hablarte.
SEÑORA—. (Se da media vuelta sin estar segura de haberla escuchado) ¿Qué? ¿Tú eres quien
ha hablado, o hay alguien más aquí?
PONGO—. Es a ti a quien quiero hablarte, mamacita.
SEÑORA—. Habla, pues... si puedes ¿Siquiera sabes hablar bien castellano?
PONGO—. Madre mía, señora mía, corazón mío, soñé
...