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LA VIDA DE DON CANGREJO


Enviado por   •  17 de Febrero de 2015  •  2.107 Palabras (9 Páginas)  •  178 Visitas

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inicio LA REPÚBLICA HASTA 1900

La situación política de Venezuela entre 1830 y fines de ese siglo puede resumirse en la célebre frase de uno de sus presidentes, Guzmán Blanco, "El país es como un cuero seco, usted lo pisa por un lado y se levanta por el otro". En efecto, un historiador vene­zolano señala que en ese período ocurrieron "treinta y nueve re­voluciones de importancia y 127 alzamientos menores, en total 166 revueltas, las cuales sumadas, tienen una duración de 8.847 días".[18] No obstante, es necesario señalar que entre 1830 y 1845 hubo en el país una relativa paz comparada con períodos posteriores, a diferencia del período que va de 1858 a 1899, en que "se realiza­ron en el país 418 combates, es decir, una media anual de 10 ac­ciones de guerra".[19] La caracterización que hace Gil Fortoul sobre las formas de gobierno que se sucedieron en este período ayuda a redondear el panorama de inestabilidad política: "fue desde 1830 oligárquica hasta 1861, dictatorial y anárquica, a un tiempo, de 1861 a 1863, anárquico-militar durante la Federación, y después alternativamente autocrática y ecléctica".[20]

¿Cómo hacer compatibles, pues, estos hechos con la gloriosa gesta de la independencia? ¿Cómo es posible que "superhéroes" como los que llevaron la llama de la libertad hasta los confines de Sudamérica no hayan podido poner orden en el país, una vez concluida la lucha? Naturalmente, el objeto de formular estas pre­guntas no es poner en aprietos a los historiadores patrios que har¡ escrito sobre el tema, sino más bien hacer resaltar un hecho bá­sico: que la estructura económica y social del país, en esencia, cambió muy poco con la guerra de independencia. En primer lu­gar, se mantuvo la distribución regional del poder, pero ahora concentrada en manos de generales-terratenientes. Algunos de ellos tenían tierras u otros bienes desde antes de la independencia, otros las conquistaron de los realistas o las recibieron de manos del go­bierno y, otros —-por medio de una serie de artimañas— despojaron a los ex soldados de los vales que les habían entregado como pago por su servicio. El régimen de esclavitud se mantuvo hasta 1854 y el poder civil, una vez finalizada la guerra en el Departamento de Venezuela, quedó en manos de los mantuanos revolucionarios de 1810, ninguno de los cuales —debido al exclusivismo admi­nistrativo en que los mantuvo la Corona— había tenido experiencia de gobierno antes de 1810.

Obviamente, con la constitución del Departamento de Vene­zuela en los años subsiguientes a 1811, hubo cambios importantes en el régimen legal en general; sin embargo, esas transformacio­nes pronto resultaron letra muerta. Ya desde 1826 habían cobrado cierta importancia las disputas entre el gobierno civil de Caracas y el general Páez, una de las figuras de mayor relevancia durante la lucha por la independencia. Por otra parte, las tensiones que existían entre éste y los otros dos comandantes militares que ha­bían sido nombrados para el Departamento de Venezuela (Marino en Occidente y Bermúdez en Oriente) las sugiere con tanta suti­leza como preocupación el Jefe Superior de ellos, general Carlos Soublette, cuando en una oportunidad le escribe al Libertador: "Mucho siento que se aleje de nosotros en estas circunstancias y mucho temo que nos veamos envueltos en males enormes. Me deja usted en Venezuela y sabe usted que yo no puedo conducir este mundo. Para mayor alivio quedan Marino y Páez, con gran­des mandos militares, independientes uno del otro...".[21]

Finalmente, cabe mencionar un tercer elemento en este con­junto de tensiones políticas; se trata del sentimiento separatista (de la Gran Colombia) que liderizaban algunos influyentes caraque­ños ante el predominio bogotano en el gobierno supremo. Páez obedecía a este gobierno, lo cual contribuía a hacer más tensas sus relaciones con la municipalidad e intendencia de Caracas. Así, a fines de 1825, Páez ejecutó en contra del deseo de la municipa­lidad y no sin atropellos, un mandato sobre alistamiento emitido por el gobierno central de Bogotá. La municipalidad caraqueña se quejó ante la Cámara de Representantes y el Senado. El resultado fue que destituyeron a Páez. Este, animado por un movimiento de apoyo iniciado por la municipalidad de Valencia (ciudad donde residía) y respaldado por otras municipalidades del país, se declara en re­beldía contra el gobierno de Bogotá. La municipalidad de Caracas, "causante del problema, se apresuró a reconocerlo como Coman­dante General. La explicación de esta aparentemente contradictoria conducta es que Páez, al desconocer la autoridad de Bogotá, se identificaba con los intereses de los separatistas venezolanos, quie­nes a su vez encontraban en él la figura militar que les faltaba para dar un paso de tanta trascendencia".[22] De esta manera el poder civil se subordina al prestigio y fuerza militares, lo que constituye un rasgo que va a permanecer constante en casi todos los ciento cincuenta años de vida republicana que lleva el país.

Páez, sin embargo, a pesar de su inmenso prestigio, no fue capaz de reconcentrar el poder en escala nacional, aun cuando se tomaron ciertas medidas en ese sentido. Por leyes dictadas en 1830 y 1836 se creó una milicia nacional. En principio, todo ciudadano entre 18 y 45 años debería servir en el ejército, pero lo cierto es que la recluta se confinó a los estratos inferiores de la sociedad y no se organizó un ejército que cubriera el territorio nacional ni tu­viera una organización jerárquica adecuada. Como consecuencia, cualquier caudillo regional podía, en un momento dado, hacer su propia recluta y formar su propio ejército para combatir al go­bierno central. El Cuadro II.2. da una idea, aunque no completa, del papel que jugó la dispersión regional del poder en el proceso político venezolano.

Una de las consecuencias importantes que se desprenden de la ocupación del poder central por sucesivas oleadas regionales, es la de haber contribuido a nivelar las relaciones sociales. Cier­tamente el hecho de que los llaneros, un grupo que aun desde épocas coloniales se distinguía por su trato igualitario, hayan pe­netrado los círculos más exclusivos de las oligarquías caraqueña y valenciana, contribuyó a reafirmar de jacto los impulsos nive­ladores emergidos de la guerra de independencia. Posteriormente, la libertad de los esclavos, los frecuentes combates y en especial la Guerra de la Federación, la cual puede interpretarse como una crisis de igualdad, ayudaron a reforzar estas tendencias que, des­pués de todo, se afirmaban en un pasado colonial que, como se vio, si bien se regía

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