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El Capital


Enviado por   •  30 de Abril de 2014  •  2.179 Palabras (9 Páginas)  •  170 Visitas

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1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso

y valor (sustancia del valor, magnitud del valor)

La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción

capitalista se presenta como un "enorme cúmulo de mercancías", y la

mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra

investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía.

La mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que merced a

sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. La

naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el

estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema. Tampoco se trata

aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo hace

directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de disfrute, o

a través de un rodeo, como medio de producción.

Toda cosa útil, como el hierro, el papel, etc., ha de considerarse desde un

punto de vista doble: según su cualidad y con arreglo a su cantidad. Cada una

de esas cosas es un conjunto de muchas propiedades y puede, por ende, ser

útil en diversos aspectos. El descubrimiento de esos diversos aspectos y, en

consecuencia de los múltiples modos de usar las cosas, constituye un hecho

histórico. Ocurre otro tanto con el hallazgo de medidas sociales para indicar la

cantidad de las cosas útiles. En parte, la diversidad en las medidas de las

mercancías se debe a la diferente naturaleza de los objetos que hay que medir,

y en parte a la convención.

La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esa utilidad no flota

por los aires. Está condicionada por las propiedades del cuerpo de la

mercancía, y no existe al margen de ellas. El cuerpo mismo de la mercancía,

tal como el hierro, trigo, diamante, etc., es pues un valor de uso o un bien. Este

carácter suyo no depende de que la apropiación de sus propiedades útiles

cueste al hombre mucho o poco trabajo. Al considerar los valores de uso se

presupone siempre su carácter determinado cuantitativo, tal como docena de

relojes, vara de lienzo, tonelada de hierro, etc. Los valores de uso de las

mercancías proporcionan la materia para una disciplina especial, la

merceología. El valor de uso se efectiviza únicamente en el uso o en el

consumo. Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza,

sea cual fuere la forma social de ésta. En la forma de sociedad que hemos de

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examinar, son a la vez los portadores materiales del valor de cambio.

En primer lugar, el valor de cambio se presenta como relación cuantitativa,

proporción en que se intercambian valores de uso de una clase por valores de

uso de otra clase , una relación que se modifica constantemente según el

tiempo y el lugar. El valor de cambio, pues, parece ser algo contingente y

puramente relativo, y un valor de cambio inmanente, intrínseco a la mercancía

(valeur intrinsèque) es exactamente tanto como lo que habrá de rendir." , pues,

sería una contradictio in adiecto [contradicción entre un término y su atributo].

Examinemos la cosa más de cerca.

Una mercancía individual, por ejemplo un quarter de trigo, se intercambia por

otros artículos en las proporciones más diversas. No obstante su valor de

cambio se mantiene inalterado, ya sea que se exprese en x betún, y seda, z

oro, etc. Debe, por tanto, poseer un contenido diferenciable de estos diversos

modos de expresión.

Tomemos otras dos mercancías, por ejemplo el trigo y el hierro. Sea cual fuere

su relación de cambio, ésta se podrá representar siempre por una ecuación en

la que determinada cantidad de trigo se equipara a una cantidad cualquiera de

hierro, por ejemplo: 1 quarter de trigo = a quintales de hierro. ¿Qué denota

esta ecuación? Que existe algo común, de la misma magnitud, en dos cosas

distintas, tanto en 1 quarter de trigo como en a quintales de hierro. Ambas, por

consiguiente, son iguales a una tercera, que en sí y para sí no es ni la una ni la

otra. Cada una de ellas, pues, en tanto es valor de cambio, tiene que ser

reducible a esa tercera.

Un sencillo ejemplo geométrico nos ilustrará el punto. Para determinar y

comparar la superficie de todos los polígonos se los descompone en triángulos.

Se reduce el triángulo, a su vez, a una expresión totalmente distinta de su

figura visible: el semiproducto de la base por la altura. De igual suerte, es

preciso reducir los valores de cambio de las mercancías a algo que les sea

común, con respecto a lo cual representen un más o un menos.

Ese algo común no puede ser una propiedad natural --geométrica, física,

química o de otra índole-- de las mercancías. Sus propiedades corpóreas

entran en consideración, única y exclusivamente, en la medida en que ellas

hacen útiles a las mercancías, en que las hacen ser, pues, valores de uso.

Pero, por otra parte, salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus

valores de uso lo que caracteriza la relación de intercambio entre las

mercancías. Dentro de tal relación, un valor de uso vale exactamente lo mismo

que cualquier otro, siempre que esté presente en la proporción que

corresponda. O, como dice el viejo Barbon: "Una clase de mercancías es tan

buena como otra, si su valor de cambio es igual. No existe diferencia o

distinción entre cosas de igual valor de cambio". En cuanto valores de uso, las

mercancías son, ante todo, diferentes en cuanto a la cualidad; como valores de

cambio sólo pueden diferir por su cantidad, y no contienen, por consiguiente, ni

un solo átomo de valor de uso.

Ahora bien, si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías,

únicamente les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo. No

obstante, también el producto del trabajo se nos ha transformado entre las

manos. Si hacemos abstracción de su valor de uso, abstraemos también los

componentes y formas corpóreas que hacen de él un valor de uso. Ese

producto ya no es una mesa o casa o hilo o cualquier otra cosa útil. Todas sus

propiedades sensibles se han esfumado. Ya tampoco es producto del trabajo

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del ebanista o del albañil o del hilandero o de cualquier otro trabajo productivo

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