Genocidios O Masacres
Enviado por Juanalberto60 • 28 de Diciembre de 2011 • 1.971 Palabras (8 Páginas) • 994 Visitas
¿“Genocidio” o “masacre”?
A principios del siglo XX los civiles eran “sólo” el 10% de las víctimas en las guerras. Hacia fines de ese siglo representaban del 80 al 90%. No es de extrañar, pues, que se hayan desarrollado los genocide studies, empeñados en dilucidar en qué condiciones una matanza de civiles puede considerarse genocidio: ¿Debe existir la voluntad de exterminar a una etnia o nacionalidad en tanto tal? ¿Es posible prevenir un genocidio?
Desde que el 9 de diciembre de 1948 Naciones Unidas (ONU) adoptó el convenio sobre prevención y represión del crimen de genocidio, esta palabra se instaló en el habla corriente para significar el mal absoluto, el horror extremo que destruye poblaciones civiles desamparadas. Creado en 1944 por el jurista polaco Raphael Lemkin, el término tuvo una creciente aceptación internacional. Así fue como se habló de "genocidio" en casi todos los conflictos de la segunda mitad del siglo XX que provocaron muchas víctimas civiles: de Camboya a Chechenia, pasando por Burundi, Ruanda, Guatemala, Colombia, Irak, Bosnia, Sudán, etc.
El concepto se empleó de manera retroactiva para calificar la masacre de los habitantes de Melos por los griegos (siglo V a.C.); de los vandeanos en 1793; de los indígenas de América del Norte; de los armenios en 1915; sin olvidar tampoco los casos de hambruna en Ucrania, las distintas deportaciones de poblaciones en la URSS estalinista y, por supuesto, el exterminio de judíos europeos y gitanos, pero también los bombardeos atómicos estadounidenses de Hiroshima y Nagasaki. Y la lista no es exhaustiva...
La aplicación de la noción de "genocidio" a estas situaciones históricas tan heterogéneas suscita múltiples objeciones y apasionados debates. Estos usos del vocablo expresan la necesidad de recurrir a una palabra de alcance universal capaz de designar en el siglo XX un fenómeno masivo: la destrucción de las poblaciones civiles. Aparecieron otros términos, como "politicidio" (1988) o "democidio" (1994). Pero el de "genocidio" sigue primando, hasta el punto que se han creeado los genocide studies, que encuentran eco en el nuevo Journal of Genocide Research 1.
El primer problema que plantea la palabra "genocidio" se relaciona pues con su uso. Forma parte de todo tipo de retóricas identitarias, humanitarias o políticas. Es un tema de investigación de pleno derecho, que pone en evidencia lo que está en juego en su empleo. En principio cuestiones de memoria, para que todos reconozcan "El" genocidio del cual un pueblo afirma haber sido víctima en el pasado. En este ámbito el combate más emblemático es el de la comunidad armenia. También cuestiones propiamente humanitarias, cuando organizaciones no gubernamentales (ONG) declaran que un pueblo está en peligro de "genocidio". El empleo de la palabra tiene por objeto conmover a la opinión pública y así abrir la vía a una intervención internacional. Por supuesto cuestiones judiciales, una vez que el mal está hecho y se trata de procesar en los tribunales internacionales a tal o cual responsable por el "crimen de genocidio".
El concepto puede también ser la pieza clave de una muy agresiva retórica contra un adversario político. Así es cómo a partir de mediados de la década de 1980 los serbios de Kosovo denunciaron ser víctimas de un genocidio por parte de los albaneses, mientras que en 2001 delegados de la conferencia de Durban acusaron a Israel de perpetrar un verdadero genocidio contra los palestinos. Conclusión evidente: la palabra sirve tanto de escudo simbólico, para hacer valer la identidad de pueblo víctima, como de espada levantada contra un enemigo mortal.
¿Cabe esperar alguna aclaración por parte de los investigadores? No realmente. La gama de definiciones es extensa: desde la del psicólogo Israel Charny, que considera que toda masacre es un genocidio (incluido el accidente nuclear de Chernobyl), hasta la del historiador Stephan Katz, quien sostiene que en la historia fue perpetrado un único genocidio: el de los judíos.
En cuanto al lugar que debe ocupar la definición en la ONU, las opiniones tampoco son unánimes. Algunos aceptan considerar el convenio de 1948 como base de trabajo, al punto de realizar una "traducción sociológica", como hace la estadounidense Helen Fein. Por otra parte, la mayoría de los libros pioneros sobre el genocidio se inician con un debate acerca de este convenio 2. Otros objetan que las investigaciones sociológicas, históricas, etc. no tienen que estar basadas a priori en un texto jurídico, es decir, normativo. Por esa razón se proponen desarrollar los genocide studies con las herramientas de análisis propias de las ciencias sociales. Con ese objetivo parten del análisis de la masacre (como forma de acción, a menudo colectiva, de destrucción de no combatientes), preguntándose en qué circunstancias y bajo qué condiciones una masacre o una serie de masacres pueden convertirse en un genocidio 3.
Un problema entre otros: en la definición de genocidio el convenio de 1948 otorga un lugar central a "la intención de destruir a un grupo como tal". Pero la transposición de este concepto en historia es problemática. Algunos acontecimientos-catástrofe no parecen haber sido "deseados", como por ejemplo la hambruna de 1958-1962 en China comunista (entre 20 y 43 millones de muertos). Nadie pudo probar hasta ahora que Mao, en su delirio del "Gran Salto hacia adelante", haya tenido la intención de destruir a su pueblo. Esta hecatombe remite más bien a la rigidez del partido, a su utopismo voluntarista, a su incompetencia económica, etc.
En cambio, en el caso de la hambruna en Ucrania de 1932-1933 (6 a 7 millones de muertos), la voluntad criminal de Stalin es mucho más identificable. No cabe duda de que Moscú quería destruir definitivamente todo núcleo de resistencia. ¿Entonces se trata de un genocidio? Para algunos sí, para otros no, en la medida en que la intención destructiva de Stalin no apuntaba a eliminar a los ucranianos en tanto tales. Otras poblaciones fueron diezmadas por el hambre (países cosacos, Kuban, Asia Central...). De todas maneras, la trampa que acecha permanentemente al historiador es transformarse en fiscal para probar que todo estaba calculado de antemano, mientras que la historia se construye mediante el concurso de
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