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FAMILIA Y SOCIEDAD REFLEJADAS EN EL NIÑO


Enviado por   •  21 de Octubre de 2013  •  4.913 Palabras (20 Páginas)  •  1.186 Visitas

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Familia y sociedad reflejadas en el niño *

Antoine Prost

Presentación de SEP a esta edición.

¿Por qué estudiar este texto?

“Los sistemas educativos de nuestro tiempo son el resultado de la convicción de que los niños son seres humanos con identidad y con derechos propios y de que la sociedad está obligada a proporcionar a todos ellos una educación de buena calidad, respetuosa de las características de la infancia.

Estas ideas nos parecen tan claras e indiscutibles, que pocas veces nos detenemos a considerar que se trata de criterios relativamente nuevos que sólo a principios de este siglo empezaron a difundirse y a convertirse en principios rectores de las políticas públicas y de las prácticas educativas. Estas ideas no son el resultado espontáneo de la reflexión de algunos educadores, sino un producto histórico de complicados cambios en la cultura y en las formas de la vida social.

El artículo de Antoine Prost, historiador francés contemporáneo, es una interpretación de los cambios históricos que en el caso de Francia condujeron a una escuela de masas, cuyos referentes centrales son la identidad y las necesidades de los niños. Aunque se trata de un estudio nacional, muchos de los procesos analizados por Prost se han presentado también, con matices distintivos, en gran parte de las naciones del mundo a lo largo de este siglo. Por eso este artículo es una lectura útil que nos sugiere hipótesis y pistas para analizar en nuestra propia historia las transformaciones de la noción de infancia y de las formas adecuadas para atender la educación y el desarrollo de los niño.

Al estudiar el artículo de Prost y analizarlo como elemento de una reflexión sobre el caso mexicano, es conveniente tener presentes algunas de las diferencias entre Francia y México que son más relevantes para el análisis educativo. Francia es evidentemente un país más rico, cuya modernización económica fue temprana. La distribución de la riqueza es más equilibrada y mucho mayor el grado de homogeneidad cultural. En cuanto al sistema escolar, en ambos países el sector público es fundamental, pero mientras en Francia la educación básica ya se había generalizado a principios de este siglo, en México no es sino hasta 1921, con la creación de la SEP, que se inicia una acción sostenida y aún inconclusa de universalización de ese nivel educativo”

El niño en la sociedad anterior a los cambios actuales.

Interrogarse acerca del niño en una sociedad que se encuentra en profunda transformación es preguntarse tanto acerca de esa transformación. En efecto, el niño no es una entidad autónoma. El lugar que ocupa le ha sido asignado rigurosamente por el conjunto de las condiciones sociales. Es bastante fácil hacer el inventario de este hecho. En cambio, es más fácil llegar a entender la interacción que en él se establece.

Las condiciones económicas y demográficas

El lugar del niño dentro de la familia está determinado ante todo por las condiciones económicas. En este sentido y aunque en todas las sociedades occidentales sigan existiendo capas de miseria, el hecho más significativo ha sido el paso de la escasez a la abundancia. El nivel de vida se ha elevado considerablemente y los recursos disponibles para el consumo en cada hogar han aumentado.

A esta bonanza, de la cual antes no se gozaba, se sumó una mayor seguridad brindada por el crecimiento económico. A principios de siglo, con la excepción de algunos países la protección social era inexistente. La enfermedad y la vejez eran auténticas desgracias. Muchas actividades productivas eran de temporada, lo cual volvía inevitable el desempleo.

En Francia, por ejemplo, una investigación realizada en 1891 por la Oficina del Trabajo registra en promedio 100 empleos permanentes para 130 obreros.1 Como la indemnización por desempleo no se había inventado todavía, la mayoría de los hogares obreros vivía amenazada por la falta eventual de trabajo. En el medio rural, el tamaño reducido de muchas de las propiedades, la baja productividad, el peso de los arrendamientos y de las deudas hacía que las malas cosechas se convierten en verdaderas catástrofes domésticas. Ni unos ni otros tenían el pan cotidiano asegurado.

Esas sociedades de escasez, en donde la satisfacción de las necesidades básicas exigía la movilización de toda la familia, se caracterizaban también por una alta mortalidad.

Ciertamente, desde mediados del siglo XVIII se habían hecho grandes progresos. Sin embargo, la revolución de la pasteurización empieza apenas a tener efectos a principios del siglo XX. El uso de los antibióticos se extiende al terminar la segunda guerra mundial. Hasta muy recientemente, la muerte era una amenaza inminente. Pesaba doblemente sobre las familias.

Por un lado, los niños eran lo más golpeados. En Francia, a principios del siglo (1898-1903), de 100 recién nacidos, 21 no llegaban a los cinco años, contra nueve antes de la segunda guerra mundial y dos en la actualidad. Esta situación modificaba inevitablemente la actitud de los padres hacia los hijos. Sin embargo y éste es el segundo especto de la situación, la esperanza de vida de los padres, a su vez, era menor. De esta manera, traer hijos al mundo era correr un doble riesgo: el de perderlos rápidamente y el de morir antes de poder educarlos. Por eso el dicho de Péguy sobre los padres de familia, los “grandes aventureros” del mundo moderno, se limita a una época definitiva.

Familias malthusianas y familias numerosas

Esas condiciones, por un lado económico y por otras demográficas, determinan la actitud de las familias frente a los hijos, y sobre todo en cuanto a su número. Ciertamente hay otros factores en juego, como el papel de la religión y sería interesante hacer la relación entre la influencia de los factores materiales y la de las diferentes ideologías. Digamos, para abreviar, que se yuxtaponían dos modelos familiares: un modelo maltusiano y un modelo de familia numerosa.

El primero es una respuesta de adaptación a dificultades previsibles: educar niños es una pesada carga que muchas parejas dudan en asumir, ya que aún la mayor voluntad del mundo y la mayor valentía no los protegerían contra todos los peligros.

Esa mentalidad calculadora, que supone cierto nivel cultural y la voluntad del uso de la contracepción, se encuentra allí donde los patrimonios están en juego, sobre todo los pequeños. Cuando se construye un proyecto de vida alrededor de la adquisición de una pequeña propiedad agrícola o de un comercio, es realmente absurdo arruinar ese proyecto par la siguiente generación, dejando varios hijos que tendrían que repartirse el bien adquirido a duras penas: resulta lógica

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