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LA TEORIA DE STERN SOBRE EL DESARROLLO DEL LENGUAJE


Enviado por   •  28 de Agosto de 2013  •  2.646 Palabras (11 Páginas)  •  3.316 Visitas

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LA TEORIA DE STERN SOBRE EL DESARROLLO DEL LENGUAJE

La concepción intelectualista del desarrollo del lenguaje infantil es el aspecto más conocido del trabajo de Stern y lo que ha ganado realmente terreno a través del tiempo, aunque es precisamente ésta la que revela claramente las limitaciones e inconsistencias de su personalismo filosófico y psicológico, sus fundamentos idealistas y su invalidez científica.

Stern mismo describe su punto de vista como “personalista-genético” Permítasenos ahora considerar cómo se maneja Stern en el aspecto genético y manifestar desde el comienzo, que esta teoría, a semejanza de todos los intelectualistas, es, por su esencia misma, antievolutiva.

Stern distingue tres raíces del lenguaje: la tendencia expresiva, la social y la “intencional”. Mientras las dos primeras sustentan también los fundamentos del habla observados en los animales la tercera es específicamente humana.

Define la intencionalidad en el sentido de una dirección indesviable hacia un cierto contenido o significado. “En una determinada etapa de su desarrollo psíquico”, dice, “el hombre adquiere la habilidad de dar a entender algo, de referirse a algo objetivo cuando articula sonidos.”17 En esencia, tales actos intencionales son también actos de pensamiento, su aparición denota intelectualización y objetivación del lenguaje.

De acuerdo con un cierto número de autores, que representan la nueva psicología del pensamiento, aunque en menor grado, Stern enfatiza la importancia del factor lógico en el lenguaje.

No tenemos objeciones que hacer a la afirmación de que el lenguaje humano avanzado posee significado objetivo, y por lo tanto presupone un cierto nivel de desarrollo del pensamiento, y estamos de acuerdo en que es necesario tener en C. U. W. Stern, Die Kindersprache, J. A. Barth, Leipzig, 1928, p. 126.

cuenta la estrecha relación que existe entre el lenguaje, el pensamiento lógico;

pero el problema es que Stern considera la intencionalidad una característica del lenguaje avanzado, que reclama una explicación genética (cómo ingresa en el proceso evolutivo), como una de las raíces del desarrollo del lenguaje, una fuerza directriz, una tendencia innata, casi una urgencia, sea como fuere, algo primordial, en un pie de igualdad, genéticamente, con las tendencias expresivas y comunicativas -que también tienen su fundamento en los comienzos del habla-. Al considerar la intencionalidad en esta forma (die “intentionale” Triebfeder des Sprachsdranges) sustituye una explicación intelectualista por una genética.

Este método de “explicar” algo por medio de lo mismo que necesita explicación

es falla básica de las teorías intelectualistas y de la de Stern en particular -de aquí surge su vaciedad general y su cualidad antigenética (características que

pertenecen al lenguaje avanzado son relegadas a sus comienzos).

Stern contesta a la pregunta de por qué y cómo el lenguaje adquiere significado

diciendo: a partir de su tendencia intencional, o sea, la tendencia hacia el significado. Esto nos recuerda al físico de Moliére que explicaba el efecto soporífero del opio por sus propiedades soporíferas.

Considerando la famosa descripción de Stern del gran descubrimiento hecho por el niño a la edad de un año o dos, podemos observar a qué exageraciones conduce la sobreenfatización de los aspectos lógicos. A esa edad el niño se da cuenta primero de que cada objeto tiene su símbolo permanente, un patrón de sonido que lo identifica; es decir, que cada cosa tiene un nombre.

Cree que un niño en su segundo año puede haber tomado conocimiento de los símbolos y de la necesidad de ellas, y considera este descubrimiento también como un proceso de pensamiento en su exacto sentido: “La comprensión de la relación entre signo y significado que comienza a mostrarse al niño en este punto es algo diferente, en principio, del simple uso de sonidos-imágenes, objetos-imágenes y sus asociaciones. Y el requerimiento de que cada objeto, de cualquier tipo que sea, tenga su nombre puede ser considerado una verdadera generalización hecha por el niño-posiblemente la primera

¿Existen fundamentos fácticos o teóricos para afirmar que un niño de un año o dos posee el conocimiento de la función simbólica del lenguaje, y la conciencia de una regla, de un concepto general?.

Todos los estudios realizados en los últimos veinte años sugieren una respuesta negativa a esta pregunta.

Todo lo que conocemos sobre la mentalidad del niño de un año y medio o dos se opone a la idea de que es capaz de tan complejas operaciones intelectuales.

Tanto los estudios de observación como los experimentales indican que sólo más tarde aprende la relación entre signo y significado, o el uso funcional de los signos; esto está bastante lejos del alcance de un niño de dos años.

Además, las investigaciones experimentales sistemáticas han mostrado que la

captación de la relación entre signo y significado, y la transición hacia el operar

con los primeros, no resulta nunca un descubrimiento instantáneo o una invención realizada por el niño. Stern cree que el niño descubre el significado del lenguaje de una vez y para siempre.

En realidad, este es un proceso en extremo complejo que tiene “su historia natural” (sus comienzos y formas transicionales en los más primitivos niveles de desarrollo) y también su “historia cultural” (nuevamente con sus propias series de fases, su propio crecimiento cuantitativo, cualitativo y funciones, sus propias leyes y dinámica).

Stern ignora virtualmente los intrincados caminos que conducen a la maduración de la función significativa; su concepción del desarrollo lingüístico está inmensamente simplificada. El niño descubre súbitamente que el lenguaje tiene significado: tal explicación de cómo el lenguaje se hace significativo merece incluirse realmente en un grupo junto con la teoría de la invención deliberada del habla, la teoría racionalista del contrato social y otras famosas teorías intelectualistas. Todas ellas hacen caso omiso de las realidades genéticas y no explican verdaderamente nada.

En cuanto a los hechos que toma en cuenta, la teoría de Stern tampoco resulta consistente. Wallon, Kaffka, Piaget, Delacroix y muchos otros, en sus estudios realizados con niños normales, y K. Bühler, con sordomudos, se encontraron con lo siguiente:

• Que el descubrimiento por parte del niño de la unión entre palabra y objeto no conduce inmediatamente a un conocimiento claro de la relación simbólica del signo y su referente característica del pensamiento bien desarrollado, que la palabra durante un largo tiempo aparece ante el niño

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